La historia de los regímenes políticos ha variado en sus métodos, sus estéticas y sus fines últimos, pero una fórmula general atraviesa la estructura profunda de todos ellos: la enajenación diseñada que bisecciona a las sociedades entre un nebuloso nosotros y un rígido ellos. En el pasado, por ejemplo, la esclavitud colonial negaba la humanidad de los indígenas, fuese en África o América, aludiendo, en unos casos, a lógicaas teológicas y en otros comerciales. Se les delimita en su aspecto y su procedencia etnológica, se les vacía de identidad, se les cosifica y se les instrumentaliza.
Ahora, y a pesar de que ya no vivimos en un planeta cuyo principal sistema de producción descansa en el esclavismo, esta demarcación de ellos se ha desplazado, convenientemente, a un sector marginal, repudiado y recluido en las esquinas y las umbras urbanas: los deportados, los indigentes, los que no tienen, básicamente, a dónde ir ni a dónde volver, o los que sí tienen pero carecen de medios y recursos para ello.
En el libro El vórtice de precarización: retorno forzado y vida callejera en la frontera norte de México, publicado por la editorial de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), el doctor Juan Antonio del Monte Madrigal se propone la exploración profunda de las comunidades que estos individuos desplazados han tenido qué improvisar para sobrevivir y habitar en el mundo. Y es en el prefacio en donde se advierte que la mayor parte de las cosas gira alrededor de dicha constricción identitaria: el nosotros y el ellos, que en el diálogo entre dos individuos que viven en estas comunidades, se traduce al debate entre el ciudadano y el indigente. Una pugna entre ambas categorías; los ciudadanos han absorbido el discurso clasista del orden hegemónico, negando de base toda posible humanidad a los que no son ciudadanos.
El factor transfronterizo entra en juego cuando los “indigentes” son deportados de Estados Unidos, tachados de delincuentes o indeseables, sin posibilidades de volver al norte, pero tampoco sin un hogar de este lado, como en limbo. En este contexto, el académico despliega un aparato investigativo que consiste en cuatro esferas fundamentales de análisis: procesual, relacional, práctica y subjetiva.
A través de esta compartimentación, se llega a un estado definitorio del “vórtice de precarización”, consistente en una serie de fuerzas político-sociales, que se materializan en el espacio-tiempo de estos individuos, y que conforman una espiral de degradación humana para sus existencias materiales, sociales y subjetivas. De ahí, por ejemplo, que debatan sobre lo qué son, sin llegar realmente a ningún acuerdo.
Al umbral de sus conclusiones finales, el texto visibiliza una verdad muy negativa: el borramiento y negación humana de estos individuos obedece a un proyecto de modernización neoliberal y necropolítico, que ve las defunciones humanas como números en una gráfica, como indicadores de lo bien o mal que va funcionando el aparato estatal y societal. A través de las llamadas perspectivas meso y micro, se da cuenta del problema tanto a nivel estructural (es decir, en el alcance general de las ciudades fronterizas del norte de México) como el personal, es decir, la subjetivación que los individuos hacen de este rechazo y marginalidad, y los procesos que siguen para elaborar su idea de lo qué es el mundo, y el lugar qué ocupan o podrían ocupar en él.
El libro se encuentra disponible a través de: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7900