El migrante existe, además de como individuo y caravana, como símbolo. El símbolo, susceptible a la polisemia, significa mucha cosas distintas dependiendo de quién pregunte y quién responda. Tal como aclara FitzGerald desde el umbral de su libro, alrededor de las personas que se van de un país a otro existe un completo y complejo entramado de prejuicios, estereotipos, ideas que lo configuran en la mentalidad social, pero que, sin embargo, andan a menudo desencaminadas, por partir de presupuestos negligentes a nivel crítico e intelectual.
El migrante, por tanto, se constituye de maneras multifacéticas. Una de las más estudiadas por la bibliografía en estudios de migración es la del país de destino, es decir, para el caso, Estados Unidos: ¿cómo repercuten en su dinámica sociopolítica? ¿cuál es su relación con el la tierra que dejaron atrás? Y, sobre: ¿cómo hace un gobierno para gestionar poblaciones que ya no están? De eso va el libro, de México y su aparatosa política migratoria, tema que se maneja urgente, puesto que son escasos los casos en que el país de origen es puesto al centro del objeto.
Solo de esa manera, subraya Fitzgerald, es posible situar a nivel histórico la turbulenta relación migratoria entre México y Estados Unidos, que funge a su vez como metonimia del vínculo político entre ambas naciones. Ya fuese que antes los agentes migratorios se hiciesen los ciegos al ver entrar en sus fronteras a un indocumentado mientras que la policía mexicana intente frenarlos, o que ahora los mismos policías reparten a los que van a migrar folletos con advertencias y consejos precisos sobre cómo sobrevivir a la travesía, todo se maneja desde un nutrido aparato crítico, que problematiza cada fenómeno en sí y en su conjunto.
En ese sentido, y a manera de metodología, el autor desarrolla una mirada radioscópica hacia el estado mexicano, una “descomposición” del estado que no se conforma con permanecer en el abstracto nivel de las leyes migratorias y de población a nivel, sino que avanza hacia los niveles estatales y municipales, describiendo en amplitud los detalles en que cobra verdadera vida y forma la constitución del estado-nación mexicano, su funcionamiento a veces obtuso o de plano en contradicción, la manera en que su historial de acciones pasadas limita sus posibles estrategias, etcétera.
En medio de tal proceder, caben una serie de temáticas, tanto implícitas como explícitas, manifestantes de la diversas en que se desenvuelve el fenómeno migratorio. Se analiza, por ejemplo, cómo el Estado le ha seguido el juego al clero en cuanto a su tratamiento del problema migratorio, primera intentando frenarlo, luego aludiendo a una especie de control transterritorial, en que ya estaba asumida la idea de que la movilidad transnacional no podía detenerse.
Al cabo, el rastro de las reflexiones responde a un problema más actual que nunca. Es un hecho que, al irse y al volver, los migrantes no solamente desplazan sus cuerpos, sino sus asimilaciones culturales, las ideas adquiridas (para rechazarlas o para aceptarlas) que ponen en circulación toda una serie de nuevos fenómenos culturales, operativos en ambos lados de la frontera. Se estudia, en suma, el lugar que tienen la ausencia, el desplazamiento y el regreso en la construcción del estado nación en tiempos de pujante globalismo.
El libro se encuentra disponible a través de: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7916
