A partir de principios del siglo XX, el turismo adquiere nuevos matices, que reflejan la nueva situación económica global. Esta nueva manera de visitar un país se diferencía de la significación más clásica de la palabra turismo, puesto que implica una permanencia dentro del territorio extranjero, casi siempre con motivos de ocio y placer, aunque también puede ser motivos laborales o profesionales.
Esta manera de residir, desde luego, no goza de gran fama entre las poblaciones autóctonas, puesto que su idea está asociada con la de una especie de lento saqueo de los recursos locales, un desajuste en los precios por las diferencias entre las divisas y en general la radical modificación de los modos de vida de las comunidades, que ven sus entornos cambiar para adaptarse a las necesidades de visitantes que, casi siempre, gozan de un mayor grado de libertad económica. Sin embargo, ocurre un contraargumento en esta polisemia, y es que se considera, precisamente, que si una zona puede atraer a tal grado la inversión extranjera sobre sí, es por su previo potencial de desarrollo urbano.
En este fenómeno de movilidad se enfoca el libro «Turismo residencial en México. Comportamientos socio-espaciales». Maribel Osorio García, Nora Bringas Rábago, el grupo de Turismo y Desarrollo Regional de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), junto a otras agrupaciones, emprende la tarea de cartografiar este proceso de movilidad a partir del año 2012. El estudio atiende a dos objetivos básicos con respecto al objeto de estudio: el comportamiento de los turistas residenciales (nacionales y extranjeros) y el impacto que estos desencadenan sobre las comunidades en que llegan a vivir. Para conseguir trazar un estudio comparado, se analizaron cinco regiones diferentes: Puerto Morelos, Quintana Roo; el corredor Tijuana-Rosarito-Ensenada en Baja California; Malinalco y Valle de Bravo en el Estado de México y Huatulco, Oaxaca.
Este estudio considera una variedad de conceptos provenientes de la teoría sobre la frontera, tales como comunidad transfronteriza y de los llamados imaginarios se establece el estudio de los comportamientos basados en la cultura, el uso del suelo, la economía y la cercanía con los Estados Unidos, factor este último que ha propiciado, por ejemplo, la proliferación de segundas residencias a lo largo del corredor costero Tijuana-Rosarito-Baja California.
En cuanto a la estructuración temática de los capítulos que componen el libro, esta recorre tres de los citados destinos de turismo residencial, en una especie de cartografía sociocultural que va definiendo los arquetipos de residentes a través de multitud de herramientas teóricas, mediante las cuales se desglosan los ideales que subyacen al sentido idílico de los pueblos pesqueros, lo bucólico en las regiones aisladas de las urbes y la conexión con las metrópolis, todo dependiendo de los perfiles profesionales y nacionales, y precedido, por su puesto, por un primer capítulo que introduce a fondo el concepto que vertebra la obra: el turismo residencial.
Las conclusiones puntúan los resultados de la investigación en las distintas localidades, dan cuenta de cómo este proceso, que se arguye en un principio como catalizador de progreso y modernidad, puede degenerar en fenómenos como la gentrificación, que expulsa en condiciones de disparidad económica y cultural a las poblaciones originales; también se descubre, sin embargo, una actitud distinta, de empatía y mayor socialización para con las poblaciones, predominante sobre todo en los perfiles de turistas/residentes profesionales e intelectuales.
Con miras de la creciente movilización, en su mayoría de norteamericanos, hacia algunas de las capitales mexicanas más importantes, este proceso tiende a adquirir relevancia de cara al futuro en el mediano y largo plazo, y su estudio, como revela el volumen, puede sistematizarse, enmarcarse en una cierta genealogía bibliográfica y contribuir al entendimiento de este complejo suceso de la movilidad.
El libro se encuentra disponible a través de: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7910
