Las grandes manifestaciones que recorren el mundo con paso avasallante se inscriben en la exclusión y precarización de la población en contextos de enorme desigualdad social, situación que ha desatado la indignación de amplios sectores sociales entre los cuales las y los jóvenes poseen un papel protagónico.
Tras el movimiento de los indignados se encuentra el quebranto de la esperanza conformada desde la perspectiva de futuro asociada al progreso y a un ahora cotidiano cargado de incertidumbre y aprehensiones. Millones de jóvenes enfrentan la incertidumbre y los efectos de una crisis ampliada que afecta sus condiciones de vida, sus expectativas de empleo, su acceso a prestaciones sociales, el decremento de su seguridad en contextos cada vez más violentos desde los cuales, de forma paradójica, se estereotipa y criminaliza a los jóvenes como si fueran ellos los causantes de la violencia y penurias económicas que vivimos.
Entre los jóvenes, persisten marcadas diferencias en opciones y expectativas de vida a partir de regiones, países, clase, género adscripción étnica. Estos aspectos inciden en las bases objetivas que definen u obstaculizan sus posibilidades de desarrollar proyectos viables de vida. Junto a expresiones que construyen imaginarios juveniles desde posiciones retóricas que les confieren una condición privilegiada y cómoda caracterizada por una incontinente proclividad hedonista, se presenta una realidad abrumadora en la cual por lo menos 515 millones de jóvenes viven con menos de dos dólares al día y más de 40 por ciento lo hacen con menos de uno (CONAPO, 2010: 16).
En el actual escenario tardocapitalista destacan los problemas vinculados a la situación laboral de los jóvenes, quienes enfrentan graves problemas de desempleo, precarización e informalidad. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informa que entre 1997 y 2007, se presentó un incremento de 147 millones de jóvenes, pero sólo 25.3 millones se incorporaron al mercado laboral (CONAPO, 2010: 44).
La población juvenil registra tasas de desempleo superiores a las existentes en otros rangos de edad de la población económicamente activa, pues constituye una quinta parte de la población mundial en edad de trabajar (24.7%) y representa 40.2 por ciento de los desempleados (Ibíd.: 45). Complementando este escenario de precariedad, resulta adecuado apuntar que en el año 2005, 308.5 millones de jóvenes trabajadores (56% del total de jóvenes empleados), permanecían en la pobreza con ingresos inferiores a dos dólares diarios, condición que ilustra su especial situación de precariedad y vulnerabilidad.
Documentando el empeoramiento de estos problemas, podemos señalar que en 2008, los jóvenes desempleados llegaron a 74.2 millones (CONAPO, 2010: 46-47). Por si lo anterior fuese insuficiente, los escenarios económicos se complican de manera abrumadora en los últimos meses y su impacto sobre el desempleo es sumamente grave, pues de acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional, de septiembre de 2011, el desempleo en el mundo llegó a 200 millones de personas y representa el nivel más alto que ha existido en la historia.
Los jóvenes resienten el incremento de las condiciones de desempleo, precarización y vulnerabilidad laboral. La Organización Internacional del Trabajo calcula en 34 millones los empleos perdidos en el mundo entre 2007 y 2010, y estima que el 30 por ciento de ellos, (10.2 millones), corresponden a jóvenes de 15 a 24 años (OIT, 2010).
Además, entre 2008 y 2009 aumentó en 8.5 millones el número de jóvenes que se encontraban desempleados, lo cual representa casi el doble del incremento de la tasa de desempleo de la población adulta (1.3 y 0.7) (CONAPO, 2010: 48). Para documentar este escenario, resulta relevante considerar un reporte de la Organización de Naciones Unidas, donde se informa que con la recesión económica de 2009 incrementó la tasa de desempleo juvenil en el mundo llegando a 81 millones en ese año, además de evidenciar fuertes inequidades asociadas a la condición juvenil, pues los jóvenes trabajan más horas que los adultos, ganan menos que ellos y carecen o poseen niveles muy bajos de seguridad social.
Considerando el escenario presentado, no sorprende constatar la existencia de un fuerte desencanto juvenil, sensación que emerge por las limitadas condiciones de vida en las que vive gran parte de las y los jóvenes del planeta, pues millones de jóvenes construyen sus rutinas cotidianas con zozobra y desesperanza y muchos han salido a calles y plazas para expresar su inconformidad con el modelo económico dominante, generador de pobreza para muchos y de enormes riquezas para unos cuantos. En los últimos meses, el movimiento de los indignados ha identificado al neoliberalismo y sus beneficiarios (empresarios, políticos, financieros y especuladores) como enemigos del pueblo y responsables de la crisis.
El movimiento de ocupas e indignados apuesta por un orden global más democrático, transparente e incluyente basado en un modelo económico distinto, mucho más justo e igualitario; un modelo que atienda las necesidades de las grandes mayorías y que no esté subordinado a salvaguardar las inmorales riquezas del 1 por ciento. El contexto global que subyace al movimiento de los indignados destaca la crisis económica y cuestiona las supuestas soluciones que sólo buscan proteger a los grandes capitales financieros. Aunque puede parecer prematuro o riesgoso tratar de definir rasgos únicos en estos movimientos articulados en una suerte de conectividad global, podemos identificar algunos de sus rasgos:
La mayoría de ellos identifica de manera directa a los causantes de la devastación que vivimos, entre quienes se encuentran políticos, empresarios, consorcios, banqueros, especuladores y altos jerarcas del clero, así como los medios masivos de comunicación en connivencia con el poder.
El movimiento de los indignados se encuentra protagonizado por actores y actoras juveniles. Jóvenes-mujeres que imaginan mejores escenarios globales y salen a luchar para construirlos. Pero no son los únicos, el mundo se ha contagiado de indignación e incorpora a obreras y obreros, algunos sindicatos, intelectuales, artistas, estudiantes, amas de casa, y una enorme cantidad de personas portadoras de experiencias y adscripciones sociales diversas.
En cada lugar adquieren relevancia demandas emanadas de los contextos locales, sin embargo, prevalecen posiciones que recorren el mundo y se escuchan en todo el planeta. Entre ellas se encuentra la necesidad de un cambio global, democracia para todos, empleos dignos, que los ricos paguen el costo de su crisis y que paguen impuestos, detener la destrucción del medio ambiente, pronunciamientos y movilizaciones contra la privatización de la educación y la seguridad social, respeto a los derechos humanos, contra la pobreza, contra la desigualdad, contra el neoliberalismo y contra el capital.
Frente a las posiciones antidemocráticas, verticales y excluyentes de la derecha y los modelos neoliberales, los indignados apuestan por estilos diferentes y prácticas opuestas a los métodos de clases y grupos dominantes. En calles y plazas infectadas de indignación se vive un movimiento radical que combate con métodos pacíficos, resiste los embates policiales y mediáticos, difunde y convoca mediante redes sociales que operan dispositivos electrónicos (como Internet, Twitter y Facebook), y acuerda en asambleas utilizando métodos democráticos, participativos y horizontales.
Desde finales de la década de los años noventa del ya lejano siglo XX, muchos jóvenes y activistas indignados con la desigualdad ampliada por el neoliberalismo y sus organismos representativos como el Grupo de los Ocho (G8), la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), emprendieron en Seattle una desigual lucha contra la globalización excluyente. El movimiento buscó de manera persistente que sus voces se escucharan y atendieran sus demandas, pero sólo recibieron represión e indolencia en los muchos escenarios donde trataron de colocar los temas de vida frente a la voracidad y la muerte ampliada.
También destacaron las movilizaciones de jóvenes que cambiaron los escenarios sociales en los países árabes del norte de África, como Túnez, Egipto y Libia y Siria en Medio Oriente. En mayo de 2011, una nueva expresión de la indignación irrumpió en las plazas madrileñas cuando 10,000 jóvenes salieron a exigir empleo y mejores condiciones de vida. Ante un futuro incierto y oscurecido por el desempleo, la protesta chocó con la violencia policial en la Gran Vía, pero tomaron la puerta del Sol donde resistieron a pesar de la represión, propalando la indignación a Barcelona y a muchas otras ciudades. Las protestas se ampliaron a Portugal, Grecia, Irlanda, Estados Unidos hasta llegar a 82 países y 951 ciudades en las movilizaciones de cientos de miles de personas en octubre de 2011. Al mismo tiempo, las y los jóvenes chilenos salieron a las calles y durante varios meses exigieron educación gratuita y de calidad, oponiéndose a la privatización de la educación, movimiento que despertó amplias simpatías entre la población de Chile.
Como han destacado Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Naomy Klein y otros intelectuales, los indignados representan un movimiento descentralizado global frente a quienes han generado una crisis sistémica en el mundo y un desastre humanitario. En un discurso pronunciado ante el movimiento de los Ocupa Wall Street, Naomy Klein destacó que ya no hay países ricos, sólo gente rica, afirmación que enfatiza el brutal enriquecimiento de unos cuantos que lucran con la crisis y la miseria de la inmensa mayoría de la población del planeta.
El movimiento de los indignados es un punto de quiebre que apunta a la necesidad de un nuevo modelo económico global, nuevos proyectos nacionales, nuevos actores y actoras del proceso político y un nuevo proyecto civilizatorio. En esta empresa, las y los jóvenes tomaron la palabra, las plazas y los centros de poder financiero. Son ellos los más excluidos, los que resienten con mayor intensidad el peso del desempleo, la pobreza, la precariedad y la exclusión social. Los jóvenes son los grandes desplazados; no importa si lograron acumular credenciales educativas y concluyeron una carrera universitaria, pues los escenarios de incertidumbre limitan sus expectativas y generan ámbitos ampliados de frustración.
El seminario “No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros” se realizará el 3 y 4 de octubre de 2013 en las instalaciones de El Colef en Tijuana, Baja California, México. El evento se conformará de una conferencia magistral y ponencias que corresponden a los siguientes ejes temáticos:
1) Experiencias juveniles, espacio público y política. Eje que busca hacer visibles las reflexiones juveniles respecto a sus experiencias de participación política dentro de los movimientos Occupy Wall Street, Indignados, #YoSoy132 y Dreamers para abrir un espacio de discusión que genere una agenda de temas clave para la comprensión de estos fenómenos.
2) Análisis de los Movimientos juveniles contemporáneos. A partir de las experiencias políticas juveniles, este eje pretende configurar interpretaciones y análisis sobre la dimensión política de la visibilidad juvenil.
Para mayores informes del seminario escríbanos a informes@colef.mx o consulte nuestro sitio web en www.colef.mx
The large demonstrations that travel the world with overwhelming passage enroll in the exclusion and precariousness of the population in the context of huge social inequality, a situation that has sparked outrage from broad sectors of society including young people.
Behind the Occupy movement around the world, we find the breakdown of hope as a result of a vision of a future associated to progress and the daily life fraught with uncertainty and apprehension. Millions of young people face uncertainty and the effects of an extended crisis that affects their lives, their expectations of employment, access to social benefits, the decrease of their security in increasingly violent contexts from which, paradoxically, is stereotyped and has criminalized young people as if they were the cause of violence and economic hardship we live.
Among young people, there are still noticeable differences in life choices and expectations from regions, countries, class, gender and ethnic backgrounds. These issues affect the objective bases that define or hinder their chances of developing viable projects life. Along with expressions constructed by an imaginary youthful life based on rhetorical positions that give them a privileged status and are conveniently characterized by incontinent proclivity hedonism, which shows that at least 515 million people live on less than 2 dollars a day and more than 40% do so with less than 1 (CONAPO, 2010: 16).
In the current late capitalist scenario, youth employment conditions are highlighted due to the high rates of unemployment, precariousness and informal jobs. The International Labor Organization (ILO) reports that between 1997 and 2007, there was an increase of 147 million young people, but only 25.3 million were added to the labor market (CONAPO, 2010: 44).
Youth population recorded unemployment rates higher than those in other age ranges of the economically active population, constituting one fifth of the world’s population of working age (24.7%) and represents 40.2 percent of the unemployed (ibid. : 45). Complementing this precarious scenario, it is appropriate to note that in 2005, 308.5 million of young workers (56% of young employees), remained in poverty on less than two dollars a day, illustrating its special status of precarious and vulnerable conditions.
Documenting the worsening of these problems, we can see that in 2008, unemployed youth reached 74.2 million (CONAPO, 2010: 46-47). As if that is insufficient, economic scenarios are overwhelmingly
complicated in recent months and their impact on unemployment is extremely serious because according to information from the International Monetary Fund from September 2011, unemployment in the world came up to 200 million people and represents the highest level that has existed in history.
Young people suffer increased unemployment conditions, job insecurity and vulnerability. The International Labor Organization estimates 34 million jobs lost in the world between 2007 and 2010, and estimated that 30 percent of them (10.2 million) are aged 15 to 24 years (ILO, 2010).
In addition, between 2008 and 2009 there was an increase of 8.5 million number of young people who were unemployed, representing almost double the increase of the unemployment rate of the adult population (1.3 and 0.7) (CONAPO, 2010: 48). To document this scenario, it is important to consider a report by the United Nations Organization, which reports that with the recession of 2009 increased the rate of youth unemployment in the world reaching 81 million in that year, moreover it has demonstrated that there are strong inequities associated to the condition of youth, as young people work longer hours than adults, they earn less and lack or have very low levels of social security.
Considering the above scenario, it is not surprising to note the existence of a sharp youth disenchantment, feeling that emerges from the limited conditions in which they live and much of the youth of the world, as millions of young people construct their daily routines with anxiety and hopelessness and many have gone out to streets and plazas to express their dissatisfaction with the dominant economic model that generates poverty for many and enormous wealth for a few. In recent months, the Occupy movement has identified neoliberalism and its beneficiaries (entrepreneurs, politicians, financiers and speculators) as enemies of the people responsible for the crisis.
The occupy movement and outraged advocates calls for a new, more democratic, transparent and inclusive economic model based on a different, much more just and equal world order; a model that meets the needs of the majority and is not subject to safeguard the immoral wealth of the 1 percent. The global context underlying the Occupy movement highlights the economic crisis and questions the supposed solutions that only aim to protect major financial capitals. Although it may seem premature or risky to try to define unique features in these movements articulated to a kind of global connectivity, we can identify some of its features:
Most of them will directly identify the people responsible of the devastation we live, which include politicians, businessmen, consortia, bankers, speculators, high officials of the clergy, and the mass media in collusion with power.
The Occupy movement is mainly made up of young men and women. Women who imagine best global scenarios and come into the fight to build them. But they are not the only ones; the world is infected with indignation and incorporates male and female workers, some unions, intellectuals, artists, students, housewives, and a huge amount of carriers of different social experiences and secondments.
In each place there are demands that acquire relevance due to the local contexts, however there are prevailing positions that travel the world and can be heard everywhere. Among those is the need for a global change, democracy for all, decent jobs, for the rich to pay the cost of the crisis and to pay taxes, stop environmental destruction, uprisings and protests against the privatization of education and the social security, respect for human rights, against poverty, against inequality, against neoliberalism and against capital.
Facing undemocratic positions, vertical and exclusive neoliberal models from the political right wing, the indignant opt for different styles and practices opposed to the methods of dominant groups and classes. Streets and plazas are infected with indignation that give life to a radical movement that fights through peaceful means, resists the onslaught of police and media, broadcast and summons through social networks that operate through electronic strategies (such as the Internet, Twitter and Facebook), and agrees in assemblies using methods democratic, participatory and horizontal.
Since the end of the nineties of the -now remote- twentieth century, there were as many young people and activists outraged by inequality extended by neoliberalism and their representative bodies such as the Group of Eight (G8), the World Trade Organization (WTO), International Monetary Fund (IMF) and World Bank (WB), launched in Seattle an unequal struggle against globalization exclusion. The movement persistently sought that their voices would be heard and their demands attended occasionally but they only faced repression and indolence in many scenarios where they tried to put issues of life against the greed and death enlarged.
It is also worth mentioning the mobilization of young people that changed the social scenario in the Arab countries of North Africa, such as Tunisia, Egypt and Libya and Syria in the Middle East. In May 2011, a new expression of indignation broke into the square in Madrid where 10,000 young people gathered to demand jobs and better living conditions. Facing an uncertain future and obscured by unemployment, violent protesters clashed with police on the Gran Via, but took the Puerta del Sol where they resisted despite repression, with anger being disseminated to Barcelona and many other cities. The protests were extended to Portugal, Greece, Ireland, the United States and up to 82 countries and 951 cities in the mobilization of hundreds of thousands of people in October 2011. At the same time, young Chileans took the streets and demanded, during several months, free quality education, opposing the privatization of education, a movement that aroused wide sympathy among the population of Chile.
As pointed out by Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Naomi Klein and other intellectuals, the indignant represent a global decentralized movement against those who have generated a systemic crisis in the world and a humanitarian disaster. In a speech to the movement of Occupy Wall Street, Naomi Klein stressed that there is no rich country, only rich people, a brutal statement that emphasizes enrichment of a few who profit from the crisis and the misery of the vast majority of the population of the planet.
The Occupy movement is a turning point which points to the need for a new global economic model, new national projects, new actors and actresses from the political process and a new civilizational project. In this endeavor, young men and women took the floor, squares and financial power centers. They are the most excluded; those who more strongly resent the weight of unemployment, poverty, precariousness and social exclusion. Young people are the largely displaced ones, no matter if you managed to accumulate educational credentials and completed a university degree, as uncertainty scenarios limit their expectations and generate extended areas of frustration.
On October 3th and 4th 2013, El Colegio de la Frontera Norte will host a seminar to discuss these and other topics related to youth movements. There will be a key note conference and 2 thematic roundtables:
1) Youth experiences, public spaces and policy. Axis that seeks to make youth reflections visible about their experiences of political participation within the Occupy Wall Street movement, Occupy, # YoSoy132 and Dreamers to open a space for discussion and generate an agenda of key issues for understanding these phenomena.
2) Analysis of contemporary youth movements. From youth political experiences, this axis aims to configure interpretations and analyzes the political dimension of youth visibility.
To find out more about the seminar contact us at informes@colef.mx or go to our website www.colef.mx