Manifestaciones de violencia en el hogar, un intento de controlDomestic violence, a way of controlling women

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jueves 28 de noviembre de 2013

En motivo del pasado Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, retomamos la participación de la Dra. Silvia Estrada, coordinadora del libro “La realidad social y las violencias. Zona metropolitana de Tijuana” (Colef, 2012). En su artículo “Hogares, vivencia familiar y violencia en Tijuana” analiza las transformaciones en las dinámicas familiares y las relaciones de género, así como los factores que propician las prácticas de violencia y las que la contienen. Para su estudio se basó en los resultados de encuestas y consensos, utilizando la definición de hogar como el conjunto de individuos, unidos o no de manera consanguínea, que comparten un rasgo común y una organización con rasgos de conflicto y solidaridad.

A la zona metropolitana de Tijuana se le suman Tecate y Playas de Rosarito como una unidad. Esta región tiene una tasa alta de crecimiento de hogares debido a la migración de personas en etapa reproductiva, sin embargo, la demanda insatisfecha de servicios como vivienda, infraestructura, educación y salud provoca “nichos de pobreza y distancia social entre los habitantes de la metrópoli, lo cual puede ser motivo de tensiones, conflicto y violencia social” (López, 143). Se destaca también la presencia del fenómeno de familias reconstituidas y de los hogares ampliados (estrategia importante para poblaciones que atraen grandes flujos de migrantes).

En esta zona existe un alto porcentaje de familias separadas, jefaturadas por la madre mayormente y que, en ausencia del cónyuge, se caracterizan por menores niveles de violencia; sin embargo, también se enfrentan a la ausencia de redes familiares para el cuidado de los hijos, “lo que propicia su abandono y exposición a riesgos en la escuela y en la calle” (150); además de porcentajes más altos de pobreza patrimonial.

En el caso de Tijuana, se encontró que las familias pobres donde los padres tienen más baja escolaridad se devalúa y violenta a las hijas y las mujeres sufren violencia intrafamiliar. Pareciera que el incremento de necesidades financieras vuelve a los hogares vulnerables por contingencias económicas, provocando mayor exposición al riesgo de violencia intrafamiliar.

Otro factor que deriva en violencia es la falta de empleo y oportunidades en las colonias populares, pues provoca situaciones de estrés y frustración. Mientras que la rigidez de los horarios de trabajo también incide en la convivencia familiar y, con ello, se debilita la transmisión de valores, normas y creencias.

A pesar de la creciente participación económica de las mujeres y los cambios en la división de trabajo y las relaciones de género al interior de la familia, el reparto equitativo de tareas sigue siendo un objetivo no alcanzado, pues “en general las tareas domésticas siguen siendo responsabilidad primaria de las mujeres en todos los sectores sociales” (159). En hogares de clase media hay mayor involucramiento de varones en el cuidado y atención de los hijos y tanto niños como niñas son involucradas en las tareas del hogar; mientras que en sectores populares estas actividades son delegadas a las niñas solamente. A su vez, esto está relacionado con la escolaridad de los padres.

Por otro lado, “las relaciones de pareja se conciben como relaciones asimétricas de poder” (161), donde la propensión a la subordinación masculina está relacionada con un menor nivel de escolaridad, sobre todo en mujeres de mayor edad que no trabajan fuera de casa. En sectores populares, donde las mujeres se ven forzadas a contribuir económicamente, se logra mayor poder en la toma de decisiones; en cambio “hay mujeres que no trabajan y siguen sometidas al control del marido en virtud de su dependencia económica” (162), lo cual también incide en su autoestima.

La violencia doméstica es una de las manifestaciones por el abuso de poder. La investigadora afirma en su artículo que la violencia contra la mujer “es constitutiva de un orden social”, es decir, es provocada por la desigualdad entre hombres y mujeres como una estrategia política “a través de la cual los hombres y las instituciones mantienen su dominio y su prestigio mediante la sujeción y subordinación femenina” (167). La violencia de género tiene sus manifestaciones en las agresiones físicas, emocionales, verbales, sexuales y económicas, atentando contra sus derechos; es un problema social que afecta al 47.2 por ciento de las mujeres en Baja California, según el INEGI 2008. Entre ellas, el 84.7 % declaró haber padecido violencia emocional y el 62% violencia económica; mientras que el 16% padecieron agresiones físicas.

Esta situación no es nueva; datos del INEGI muestran que Baja California tiene el séptimo lugar en homicidios de mujeres a nivel nacional. La participación de las mujeres en el sector laboral aumenta su nivel de autonomía, sin embargo esto tiene sus consecuencias en las relaciones de pareja, resultando en mayores niveles de violencia “ya que los varones se ven disminuidos en su papel de proveedores” (168). Se trata, pues, de un problema cultural presente en todas las colonias y clases sociales que es aceptado por muchas mujeres como algo natural.

En Tijuana, agregó, existe un número considerable de organizaciones de la sociedad civil que se dedican a brindar apoyo y acceso a la información para que grupos específicos de mujeres (como los de colonias populares y migrantes) atiendan la defensa de sus derechos. Finalmente, la investigadora propone impulsar programas contra hombres violentos como talleres de masculinidad y la promoción en los medios de imágenes positivas sobre el ejercicio de paternidad y la participación en el trabajo doméstico.

In observance of the International Day for the Elimination of Violence against Women, we highlight the recent publication coordinated by Silvia López, researcher at the Population Studies Department.

«The social reality and violence. Tijuana metropolitan area «(Colef, 2012)is the name of the book, and Lopez wrote the chapter:»Household and family experience violence in Tijuana» where she analyzes the changes in family dynamics and gender relations, as well as the factors that encourage the practice of violence and containing it.

Her study was based on survey results and consensus, using the definition of home as a collection of individuals united by blood or not so, that share a common feature and an organization with characteristics of conflict and solidarity.

In addition to the metropolitan area of ​​Tijuana, the study covers Tecate and Rosarito because this region has a high rate of household growth due to the migration of people of reproductive age, however, the unmet demand for services such as housing, infrastructure, education and health causes «a niche of poverty and social distance between the inhabitants of the metropolis. This can be a source of tension, conflict and social violence» (Lopez, 143).

The presence of the phenomenon of blended families and extended households (important strategy for populations that attract large flows of migrants) is also highlighted in this area and although there is a high percentage of separated families, mostly led by mothers and, in the absence of a spouse, are characterized by lower levels of violence, however they also face the absence of family networks for childcare, » which encourages neglect and exposure to risks at school and on the street», in addition to higher rates of asset poverty .

In the case of Tijuana, it was found that poor families where parents have lower education women are less valued thus, they are more vulnerable to domestic violence. It seems that the increased financial needs in households stressed by economic contingencies leads to an increased exposure to domestic violence.

Another factor that leads to violence is the lack of jobs and opportunities in the neighborhoods, which causes stress and frustration. While the rigidity of working hours also affects family life and, thus, the transmission of values, norms and beliefs weakens.

Despite increasing economic participation of women and changes in the division of labor and gender relations within the family, the equal sharing of tasks remains a goal not achieved, for «general housework remains as a primary responsibility of women in all sectors of society «(159). In middle class homes there is a greater involvement of men in the care and attention of children and both boys and girls are involved in household chores, while in popular sectors these activities are delegated to girls only. In turn, this is related to the parents’ education.

Furthermore, «the relationships are seen as asymmetrical relations of power» (161), where the propensity for male subordination is related to a lower level of education, especially in older women who do not work outside the home.

In popular areas , where women are forced to contribute financially, achieved greater power in decision-making, whereas «there are women who do not work and are under the control of the husband under economic dependence»(162), which also affects their self-esteem.

Domestic violence is one of the manifestations by the abuse of power. The researcher says in his article that the violence against women «is constitutive of a social order,» ie , is caused by inequality between men and women as a political strategy «through which men and institutions kept their domain and prestige by holding and female subordination «(167). Gender violence has its manifestations in the physical, emotional, verbal, sexual and economic aggression, violating their rights, it is a social problem that affects 47.2 percent of women in Baja California, according to the INEGI 2008. Among them, 84.7% said they had experienced emotional violence and economic violence 62%, while 16% suffered physical abuse.

This situation is not new; data by INEGI shows that Baja California holds the seventh place of homicides of women nationwide.

The participation of women in the labor sector increases its level of autonomy , however this has consequences on relationships, resulting in higher levels of violence «since men are diminished in their role as providers » (168 ) . It is, therefore, a cultural problem present in all colonies and class that is accepted by many women as natural.

In Tijuana , he added, there is a considerable number of civil society organizations that are dedicated to providing support and access to information for specific groups of women (such as colonias and migrant ) give the defense of their rights. Finally, the researcher aims to promote programs against violent men and masculinity workshops and media promotion of positive images of fatherhood and exercise participation in domestic work.

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