Religión, violencia y drogas en la frontera norte de México

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viernes 13 de mayo de 2022

Al centro de muchas de las religiones que existen alrededor del mundo, o que han existido a través de la historia, suele haber una compleja teoría del sufrimiento y el vicio. Cada doctrina constituye no sólo un paquete de ficciones que explican la ontología del mundo y del ser humano, sino una batería de recursos retóricos, ideológicos y filosóficos para interpretar diversas facetas que aluden a la experiencia humana. La época posmoderna, a pesar de presenciar el mayor resquebrajamiento en la hegemonía de la religión como poder de masas, ha encontrado maneras de adaptarse a esta dialéctica.

Precisamente en ese proceso de fabricación de sentido, de producción masiva de signos sociológicos, se enfoca la investigación de la doctora Odgers, a través de la rama pentecostales del cristianismo. Para estas religiones, el sufrimiento brota a partir de la guerra espiritual entre el bien y el mal, la confrontación dialéctica.

En ese tenor se sitúa el artículo de investigación de la doctora en sociología Olga Odgers: Religión, violencia y drogas en la frontera norte de México: la resemantización del mal en los centros de rehabilitación evangélicos de Tijuana, Baja California. Se trata de un texto que aborda la existencia de una subjetividad demostrable empíricamente, desde la que se intersecan la religiosidad, la adicción y la violencia, en un marco teológico, que resignifica la investigación acerca de fenómenos religiosos.

En adición al sentido del bien y del mal, se añade el sentido, o más precisamente, la significación que le da a la enfermedad en algunas religiones del norte y centro de México. De esta manera, los conceptos propuestos por la académica dialogan y tejen una narración epistemológica coherente, intercalada con análisis de entrevistas y datos estadísticos recogidos.

La tesis propuesta para el estudio de este caso particular, crearía disonancias con la teoría sociológica clásica, pues esta última propone que la religión es una forma de alienar a los sujetos. Para el caso, la académica propone, en cambio, un análisis de estas religiones que las considere como generadoras de subjetividad, que permite una dialéctica del sujeto (sujeto, no-sujeto, antisujeto). El rango de alcance concreto incluye tres centros de rehabilitación evangélica (CER), que, según la autora, retoman en sus estructuras el modelo de los Doce Pasos, pero priorizando la atención residencial sobre la ambulatoria. 

En este sentido, el espacio elegido para el análisis sintetiza las principales preocupaciones de la investigación, al tratarse de un lugar que produce una retórica específica para justificar e interpretar el sufrimiento, que lo hace, además, desde una perspectiva evangélica, es decir religiosa, teológica. Constituye un punto de enfoque relevante para la sociología de la religión.

El apartado pragmático-metodológico aborda los relatos y testimonios obtenidos en las entrevistas basándose en la teoría de las identidades narrativas, que sugiere que todos los individuos arman un gran relato de sí mismos, recolectando elementos de su pasado e insertándolas en un discurso identitario universal y coherente.

A través de dichas herramientas, la doctora da elementos que puedan conformar una teoría sostenible acerca de las construcciones narrativas que elaboran los individuos para explicarse ontológicamente, y cómo estas estructuras de relatos son atravesadas por instancias religiosas, morales y sociales, al punto de resignificar regiones completas en la biografía de una persona, o hacerle recrear su perspectiva de sí mismo.

Debido a la naturaleza de la investigación, y a un amplio espectro de análisis en cuanto a la tipología de las violencias, la académica llega al resultado de que estas instituciones de carácter evangélico, ofrecen en una gran cantidad casos herramientas para que exista una desubjetivación del individuo respecto al momento en que ejerció la violencia. Esto es, que el relato de la guerra espiritual se materializa a través de los cuerpos de los sujetos que estuvieron en esa clase de situaciones, y los exime de tener que reconocerse como actantes o agentes, ya que una entidad metafísica, el maligno, por ejemplo, toma posesión de sus voluntades (se convierten en no-sujetos). La recuperación del individuo simboliza la victoria del bien sobre el mal.

En ese sentido, la religión vendría a proponer un marco narrativo, en el que los individuos pudieran encajar y remodelar el significado de sus propias historias, con el propósito de ayudarles a progresar en sus desarrollos personales, y de sumarlos, preferentemente, a la congregación en la que se rehabilitaron.

El artículo se encuentra disponible en: https://fronteranorte.colef.mx/index.php/fronteranorte/article/view/2208/1852

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