La perspectiva académica amplía los temas de sus análisis. Poco a poco, fue añadiendo a su colección de intereses y obsesiones los ámbitos que articulaban el conjunto de tramas de significación humana; el deporte no iba a ser la excepción. En un entorno posmoderno, posfordista y atravesado por la inestabilidad de las generaciones más jóvenes, el deporte, y en particular el fútbol empieza a despertar curiosidad académica por reunir a su alrededor intereses políticos, económicos y socioculturales. Ya sea como industria o como performance, como ritual urbano o proceso de asimilación identitario, el deporte funge como un atractivo crisol de paradigmas para la academia.
Más allá de la pura actividad lúdica, el contacto y la interacción físico, existe una dimensión semántica que resulta invaluable para el sociólogo, el antropólogo, e incluso el espectador del deporte o el propio deportista. Así, Campos de juego, arenas rituales, espacios de afición, coordinado por Mónica de la Vega Carregha y Guillermo Alonso Meneses, cobra valor como texto académico que nos permite interpretar la realidad desde las canchas y los campos que se han convertido en una industria del espectáculo dentro de la cultura mexicana.
A modo de arranque, el coordinador Alonso Meneses cavila acerca del problema terminológico y conceptual que supone la definición de “deporte”. Repasa, por ejemplo, cómo los estudios de las ciencias sociales han rechazado “sistemáticamente” este problema a la hora de hablar sobre él, asumiendo que (pre)existe una concepción universal y unívocamente transcultural que es entendida por todos. Para él, sin embargo, es imposible elaborar una antropología y una sociología del deporte sin detenerse, en primera instancia, a definir lo que significa.
Básicamente, se trata de una actividad lúdica de raigambre biológica, que, en la práctica comunitaria, elabora e inserta en una trama sociocultural, sociopolítica y económica que se encarga de moldear los intereses que subyacen su institucionalización. Por añadidura, se identifica un núcleo que podría denominarse universal en todas las prácticas deportivas a través de la historia: la canalización de la violencia a través de la competición física.
En este sentido, el autor señala que es relevante la postura enfrentada entre dos debates sociológicos sobre la definición del deporte: la llamada escuela de Leicester, defendía la tesis de que el deporte moderno, como actividad lúdica institucionalizada, nace en las clases aristócratas y burguesas de la bretaña industrial. De ahí que, a modo de imperialismo deportivo, los ingleses hayan exportado esta reestructuración de la fórmula clásica del deporte (que manejaba conceptos como el agón griego) hacia una masiva y absoluta pacificación de tinte político, que despejaba toda forma de violencia de la ecuación. Otros autores, por el contrario, argumentaban la riquísima heterogeneidad de variantes y morfologías socioculturales que el deporte había significado para muchas culturas a lo largo de la historia.
El autor del segundo capítulo, Andrés Fábregas Puig, por su parte, ejecuta un repaso crítico de la bibliografía sobre deporte y sociología publicada a nivel nacional. Aquí, subraya la carencia de una literatura especializada sobre el análisis del deporte como artefacto político y sociocultural, enumerando contadas excepciones que cimentaron los precedentes sobre los cuales se sostiene este libro.
A través del análisis riguroso de esta misma bibliografía, el autor llega a la conclusión de que, a pesar de los evidentes avances, quedan todavía muchos focos por investigar y etnografiar. Tal es el caso de la lucha de clases a través del sentimiento de pertenencia que moviliza uno u otro equipo, el clasismo, la violencia dentro y fuera de los estadios, así como la importancia de analizar los rituales y significados de otros deportes más tangenciales en el panorama mexicano, como el béisbol, el básquetbol, o las artes marciales.
Sin embargo, el análisis emprendido por este tomo abarca, también, lo que ocurre alrededor del deporte, la mirada y la identidad de aquellos que lo alimentan como un espectáculo de masas. Como ejemplo de esto, Ricardo Duarte Bajaña ofrece en el tercer capítulo un desglose de los componentes identitarios, desde un prisma antropológico, de la Banda del Rojo, una barra de la afición del equipo capitalino Club Toluca. A través de las actitudes individuales y esquemas comunitarios de estos jóvenes, analiza su postura frente a la autoridad represiva, la adultez estéril de euforias y el desmadre de ser un joven y vivir en el corazón de México. Siempre con el deporte del balompié como núcleo semántico y dador de contexto.
Pasando por otras esferas de interés sociológico, la vena estadística de esta ciencia elabora un estudio de género en el caso de las ligas de fútbol femenil, de la mano de Daniela Hinojosa, en la que ubica al género como un constructo social fluido y dinámico, que en ningún momento debiera ser utilizado para sesgar a ningún sector demográfico de actividades culturales y deportivas.
En otros capítulos, Edith Moreno y Jannette Cruz escriben sobre la construcción identitaria de la afición en el estadio Nemesio Díez; Joel Pedraza el rol de la migración en las poblaciones mexicanas residentes en Estados Unidos; Adriram Salmerón analiza el inserto sociocultural transnacional que practica el club Borussia Dortmund en jóvenes mexicanos; y Mónica de la Vega Carregha estudia el rol y las implicaciones de ser un árbitro en ligas de fútbol amateur.
Sea que quiera pensarse el deporte mexicano como un crisol de identidades y nacionalismos, como manifestación de cosmovisiones urbanísticas o como un conglomerado de paisajes históricos y políticos, este volumen presenta un análisis que, sin lugar a dudas, sentará un precedente en su campo.
El libro “Campos de juego, arenas rituales, espacios de afición. Socioantropología del deporte y el fútbol” se encuentra disponible en: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7767