La agudización de la crisis financiera estadounidense a partir de septiembre de 2008 ha
provocado una preocupación por la situación de los migrantes mexicanos y sus familias al
otro lado de la frontera, y ha originado especulaciones sobre un posible “retorno masivo”
de los connacionales en Estados Unidos a sus lugares de origen o a ciudades fronterizas en
México. Este documento de difusión muestra que la economía estadounidense comenzó a
dar signos de desaceleración desde el 2006, especialmente en el sector de la construcción, y
que la población latina e inmigrante ha sido afectada seriamente por esta transformación.
La crisis financiera estadounidense ha repercutido en una disminución del empleo en
sectores claves para los inmigrantes mexicanos (construcción y manufactura de alimentos),
un incremento del desempleo abierto de la población latina, una caída de los ingresos de los
hogares de inmigrantes, y un creciente porcentaje de latinos que perciben un deterioro en
sus condiciones de vida. Consecuentemente, la migración mexicana indocumentada
empezó a mostrar síntomas de desaceleración desde el 2006 y, más recientemente, el
volumen de las remesas también inició una tendencia descendente que parecería revertirse
debido a la depreciación del peso mexicano.
La situación de vulnerabilidad de los inmigrantes indocumentados no es resultado sólo de
factores económicos, sino también de la ampliación de los operativos del gobierno de
Estados Unidos que han conducido a la criminalización y deportación de miles de
mexicanos. Es indudable que el ambiente económico, social y judicial es en estos
momentos desfavorable y hostil hacia los migrantes mexicanos indocumentados en Estados
Unidos.
A pesar de que las condiciones de vida de los latinos y los inmigrantes se han deteriorado
durante los últimos dos años, los datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte
de México (EMIF NORTE) no muestran ninguna evidencia de un retorno masivo de
migrantes o de un patrón migratorio diferente a lo observado en años anteriores. Esto no
refuta el hecho de que los migrantes que están regresando a México para celebrar las fiestas
decembrinas, como lo hacen tradicionalmente cada año, estén expresando su preocupación
por el clima desfavorable al otro lado de la frontera. Aún más, es muy probable que muchos
de los que no tengan arraigo familiar, empleo seguro y propiedad de una casa en Estados
Unidos decidan quedarse en México en el corto plazo.
¿Por qué no estamos entonces observando un regreso “masivo” de los inmigrantes
mexicanos? Hay varias razones. La primera es porque una gran porción de los inmigrantes
mexicanos están plenamente integrados a Estados Unidos, como lo demuestran los datos de
encuestas nacionales en ese país. La segunda razón es porque el reforzamiento de la
vigilancia fronteriza y el incremento de las redadas elevan los costos de volver a México e
intentar regresar a Estados Unidos como indocumentado. Una tercera es porque estas
mismas políticas, junto a cambios importantes en la demanda de trabajo inmigrante, han
fracturado el patrón de migración circular que históricamente caracterizó al flujo México-
Estados Unidos. Este patrón cambió principalmente desde 1986 por IRCA (Immigration
Reform and Control Act) al permitir el establecimiento de miles de familias en territorio
estadounidense. Al verse forzados los migrantes indocumentados a permanecer más tiempo
en Estados Unidos, los mexicanos han hecho migrar también a sus familias, lo que ha
producido un mayor arraigo en dicho país. Cuarta, la decisión de retornar a México es muy
compleja para millones de mexicanos indocumentados que cuentan con hijos que son
ciudadanos estadounidenses o que asisten a la escuela en ese país. Quinta, la situación
económica en México no es precisamente mejor que la de su socio comercial, por lo que el
regreso no es un incentivo. Finalmente, existe una fuerte expectativa de reforma migratoria
ante el triunfo electoral de Barack Obama.
¿Podría haber un regreso “masivo” de mexicanos procedentes de Estados Unidos en el
2009? La respuesta a esta pregunta depende en gran medida de las dimensiones de la
recesión económica en Estados Unidos y en el mundo, así como del grado en que la
percepción pública estadounidense culpe a los inmigrantes de esta crisis.
En septiembre de 2008 se anunció que varias instituciones financieras estadounidenses
habían quedado en bancarrota y que otras estarían en peligro de cerrar, lo que incrementó
en México un temor generalizado sobre el retorno inminente de miles de migrantes que se
verían obligados a salir de Estados Unidos por quedarse sin empleo o ser deportados. Entre
los primeros anuncios está el del 7 de septiembre, cuando el gobierno federal
estadounidense aseguró en Washington que tomaría el control de dos de las más grandes
compañías de financiamiento hipotecario: Fannie Mae y Freddie Mac. Otro evento clave se
presentó el 15 de septiembre en la ciudad de Nueva York, cuando Lehman Brothers, el más
antiguo banco de inversión en Norteamérica, se declaró en quiebra, fortaleciendo la
percepción de que existía una crisis financiera y económica originada en Estados Unidos
con un impacto global. La quiebra de este banco, fundado por inmigrantes alemanes en
1850, sin duda aumentó en México las expectativas sobre un posible retorno masivo de los
connacionales que se encontraban residiendo en Estados Unidos.
El vínculo entre la crisis financiera estadounidense y su impacto en la migración mexicana
ha sido un tema recurrente en los medios masivos de información de ambos lados de la
frontera, especialmente en la prensa escrita. Entre las noticias se habló del retorno cotidiano
de 1,500 migrantes por Sonora (El Financiero, 25-10-08), de 4,000 migrantes de Chicago
que regresaron al Distrito Federal (El Semanario, 14- 10-08), y de 20,000 familias
residentes en Estados Unidos que han regresado a Michoacán en lo que va del año (La
Jornada Michoacán, 10-10-08). A fines de septiembre, el Instituto Nacional de Migración
señaló que había detectado un incremento en el número de inmigrantes mexicanos que
regresaban de manera definitiva a su patria por la crisis económica en Estados Unidos (El
Universal, 30-9-08). Sin embargo, para noviembre la Secretaría de Gobernación cambió de
postura, subrayando que el nivel de retorno de mexicanos se encontraba dentro de los
promedios históricos previstos para este periodo y que, aun cuando la crisis de Estados
Unidos se generalizara, el número de repatriados podría repuntar ligeramente (La Jornada,
2-11-08).
A principios de septiembre quienes se refirieron al retorno masivo en la prensa mexicana
fueron políticos y funcionarios públicos estatales que hicieron declaraciones a diarios
regionales. Ya en octubre los periódicos mexicanos reflejaron una preocupación por estimar
los números de nacionales que se verían afectados por la turbulencia económica mundial.
Por ejemplo, la Confederación Nacional Campesina aseguró que la crisis en Estados
Unidos provocaría el regreso de 350 mil migrantes al país (La Crónica, 6-10-8); la
Secretaría del Trabajo calculó que “serán 200 mil en un periodo de 12 meses” (La Jornada,
7-10-8); Gilbert Cedillo, senador estatal de California, pronosticó “desempleo masivo y
mayor empobrecimiento en los casi 12 millones de migrantes mexicanos” (Milenio, 7-10-
8); La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) aseguró que la
crisis financiera estadounidense provocaría el regreso de entre dos y tres millones de
mexicanos (Reforma, 28-10-8); y Carlos Villanueva, presidente de la Asociación Mundial
de Mexicanos en el Exterior, declaró no sólo que la crisis expulsaría a 1.5 millones de
mexicanos de Estados Unidos sino que se venían “olas de paisanos” para quedarse (El
Universal, 31-10-8).
El 7 de noviembre de 2008 la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, Bureau of Labor
Statistics) de Estados Unidos anunció que la economía estadounidense había perdido
alrededor de 1.2 millones de empleos de enero a octubre de este año, y que la mitad de estas
pérdidas ocurrieron en los últimos tres meses (127,000 en agosto, 284,000 en septiembre y
240,000 en octubre). Esta misma fuente reportó recientemente que la tasa de desempleo en
Estados Unidos aumentó a 6.5 por ciento y el desempleo de la población hispana o latina
subió a 8.8 por ciento, el más alto en más de 10 años.
Hasta el momento los sectores más golpeados por la crisis financiera en Estados Unidos
han sido la industria manufacturera, la construcción y varias empresas que provén servicios
a industrias. En octubre de 2008 el empleo en la industria manufacturera cayó en agosto en
alrededor de 90 mil empleos y la construcción disminuyó en 49 mil empleos (BLS,
noviembre de 2008)
En 2006 de acuerdo a la Encuesta Continua de Población (CPS, Current Population
Survey), los inmigrantes mexicanos eran alrededor de 6.5 millones de trabajadores,
representando el 30 por ciento del total de la fuerza laboral inmigrante en Estados Unidos.
Los migrantes mexicanos principalmente se concentran en los mercados de trabajo de
California, Texas, Illinois y Arizona.
Los sectores económicos en los que laboran los inmigrantes mexicanos por orden de
importancia son: servicios personales, construcción, manufactura y comercio. Por su parte,
las principales ocupaciones de los inmigrantes mexicanos son: trabajadores de la
construcción; obreros de la manufactura; trabajadores de servicios en preparación de
alimentos y ocupaciones relacionadas; y trabajadores de servicios en mantenimiento y
limpieza, en ese orden de importancia.
Esta breve descripción de la estructura ocupacional en Estados Unidos nos hace suponer
que los inmigrantes mexicanos son de las poblaciones más afectadas por la crisis financiera
y económica que vive ese país. Sectores económicos relacionados con los migrantes
mexicanos, como la industria de la construcción, ya ha mostrado una caída significativa en
el número de empleos. La industria de la construcción en Estados Unidos fue uno de los
primeros sectores en ser impactados por la actual crisis financiera. Este sector viene
cayendo desde octubre 2006 y ha perdido en dos años alrededor de 663 mil empleos (BLS,
noviembre de 2008).
Los ingresos de los hogares de inmigrantes también se han deteriorado en los últimos años.
De acuerdo a un análisis realizado por el Pew Hispanic Center con datos de la Oficina del
Censo de Estados Unidos, el ingreso medio anual de los hogares de inmigrantes nociudadanos
de Estados Unidos disminuyó en un 7.3 por ciento en el periodo 2006-2007.
Durante este mismo periodo, el promedio de los ingresos de todos los hogares
estadounidenses aumentó en un 1.3 por ciento. Esta disminución en el ingreso medio anual
de los hogares de inmigrantes no ciudadanos es el más alto observado desde 1998. El
motivo de la caída en los ingresos de los hogares inmigrantes está relacionada
principalmente con la disminución en la actividad en la industria de la construcción, que en
2007 provocó altas tasas de desempleo (Kochhar, 2008).
Los hogares de inmigrantes que más han sufrido una caída en su economía son aquellos
cuyos jefes de hogar llegaron durante la presente década a Estados Unidos, que cuentan con
un nivel educativo igual o menor a la secundaria, y que están empleados en los sectores de
la manufactura, la consrucción y en los servicios de baja calificación. Como es de
esperarse, los inmigrantes latinos son también los más afectados (Kochhar, 2008).
Otro estudio realizado por el Pew Hispanic Center, la Encuesta Nacional de Latinos
dirigida a hispanos mayores de 18 años que radican en Estados Unidos, permitió medir que
la mitad de los entrevistados en el verano del 2008 pensaron que su situación actual
empeoró con respecto al año anterior. Este pesimismo se puede atribuir, en parte, a que esta
población ha sido fuertemente afectada por el creciente desempleo y al endurecimiento de
la aplicación las leyes de inmigración. Aproximadamente el 10 por ciento de las personas
de origen latino tanto ciudadanos estadounidenses como indocumentados afirman que han
sido detenidos por la policía y otras autoridades para interrogarlos acerca de su estatus
migratorio (Lopez y Minushkin, 2008). La encuesta también reportó lo siguiente: 81 por
cierto de los latinos dijo que los encargados de hacer cumplir las leyes de inmigración
deberían ser principalmente las autoridades federales y no la policía local; 76 por ciento
rechazó las incursiones de la policía en los lugares de trabajo; y 73 por ciento desaprobó la
persecución penal de los inmigrantes indocumentados. Por consiguiente, existe un aumento
en la proporción de latinos (68 por ciento) que temen que ellos o algún amigo cercano o
familiar sean deportados respecto a esta opinión en el año anterior (53 por ciento). El 63
por ciento de los latinos afirmaron que han experimentado algún tipo de dificultad laboral y
un 71 por ciento ha tenido dificultades para conseguir viviendas debido a su condición
étnica (Lopez y Minushkin, 2008).
La historia nos muestra que el pánico a la expulsión masiva de mexicanos ha sido
recurrente y se funda en un hecho histórico, ya que la Gran Depresión de Estados Unidos
que inició en 1929 condujo a la deportación forzada y a la repatriación voluntaria de cerca
de medio millón de mexicanos. Entre 1929 y 1935, más de 415, 000 mexicanos fueron
deportados de Estados Unidos, incluyendo a muchos ciudadanos estadounidenses de
ascendencia mexicana. Esta cifra no incluye a los repatriados por su voluntad o por el
gobierno mexicano (Hoffman, 1974: 126). En esos años, la economía de Estados Unidos
sufrió una contracción importante que creó desempleo, condujo a la disminución de la
demanda de trabajadores mexicanos, e incrementó la hostilidad hacia ellos y la presión para
promover su expulsión del país. Las deportaciones se dieron en una operación tumultuosa
por todos los lugares accesibles de la frontera. Sin embargo, después de 1934, la expulsión
de los migrantes mexicanos disminuyó considerablemente gracias, en parte, a los
programas de recuperación del gobierno del presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945)
quien impulsó las reformas conocidas como el Nuevo Trato (ew Deal) (Alanís Enciso,
2004: 78 – 88).
Este pánico resurgió al final del Programa Bracero en 1964 cuando se temía que retornarían
miles de ex braceros a México en busca de empleo. En parte por esta razón, se instituyó el
Programa de Industrialización Fronterizo pero fueron mujeres y no ex braceros quienes
empezaron a trabajar en las primeras maquiladoras. Al inicio de la década de los ochenta se
generalizó la misma preocupación. Antes de la promulgación de la popularmente llamada
Ley Simpson-Rodino de 1986 (también conocida como IRCA) se pronosticaba que los
migrantes indocumentados que no fueran “amnistiados” serían expulsados de Estados
Unidos. La aprobación por el electorado californiano de la Proposición 187 en 1994, que
decretaba que los indocumentados no tendrían derecho a recibir servicios sociales como
educación y salud, reactivó el mismo temor. Sin embargo, ni la Ley Simpson-Rodino ni la
Proposición 187 causaron deportaciones ni repatriaciones masivas (Alarcón, 2008).
Con respecto a las deportaciones más recientes, el Departamento de Seguridad Interior
(Department of Homeland Security) creado en 2003 inició una gran operación a través de
su policía de inmigración, conocida por sus siglas en inglés como ICE (Immigration
Customs Enforcement), que tiene a su cargo aprehender a inmigrantes indocumentados en
el interior de Estados Unidos. Estas deportaciones son diferentes a las que realiza la
Patrulla Fronteriza (Border Patrol) que en su mayor parte incluyen a migrantes que son
capturados en la frontera tratando de introducirse a Estados Unidos de una manera
subrepticia y que en 2006 sumaron 1,089,136 (Office of Immigration Statistics, septiembre
de 2008).
De acuerdo con un reporte de 2007, ICE tiene cuatro objetivos: capturar a los “extranjeros
criminales” y a los “extranjeros prófugos”, así como desmantelar la infraestructura criminal
que apoya la inmigración ilegal y aplicar la ley de inmigración en los lugares de trabajo.
Según un comunicado de prensa del 11 julio de 2008, ICE expulsó de Estados Unidos a
236,664 extranjeros en el año fiscal 2006 y a 285,157 en 2007. Como lo muestra el cuadro
1, tres meses antes de que terminara el año fiscal 2008, ICE había expulsado casi la misma
cifra de individuos que para todo el 2006. Muchas de estas personas fueron deportadas a
México, no necesariamente por ser criminales, sino por no haber asistido a una cita con un
juez de inmigración o por estar trabajando de una manera indocumentada en una empresa
en la que se realizó una redada (ICE, julio de 2008).
Desde el punto de vista de México y según datos del Instituto Nacional de Migración
(INAMI), este país recibió entre 2002 y 2007 un promedio anual de 537 mil deportaciones
como lo muestra la gráfica 1. Entre enero y septiembre de 2008 ha habido 444,023
deportaciones. No se perciben cambios relevantes. En la gráfica 2 se presenta el volumen
de deportaciones de mexicanos en Estados Unidos de los últimos tres años entre enero y
septiembre. Lo que ahí observamos es un ligero incremento en el volumen total de
deportaciones de abril a septiembre de 2008 con respecto a los dos años anteriores.
En un reporte de octubre pasado, el Pew Hispanic Center estimó que en marzo de 2008
había 11 millones 900 mil indocumentados en Estados Unidos, de los cuales 7 millones
eran mexicanos (Passel y Cohn, 2008). Según las estimaciones de estos autores, la
población indocumentada de mexicanos en los Estados Unidos creció constantemente desde
el año 2000 hasta el 2007. A partir de este último año, los mexicanos indocumentados en
Estados Unidos parecen haberse estabilizado, tal y como puede apreciarse en la gráfica 3.
Este mismo reporte expone que la población indocumentada creció más lentamente entre
2005 y 2008, en comparación a como lo hizo al inicio de la década. Se estima que el flujo
de inmigrantes indocumentados llegaba en promedio a 800 mil por año entre 2000 y 2004,
y que esta cifra disminuyó a 500 mil entre 2005 y 2008 con una tendencia decreciente
(Passel y Cohn, 2008).
Se puede especular que la disminución de la migración indocumentada es efecto de la
información que los migrantes en Estados Unidos comunican a sus familiares y amigos en
México a través de redes sociales sólidas. Es probable que los migrantes mexicanos en
Estados Unidos transmitan la información de que es mejor no migrar dado que es ahora es
más difícil encontrar empleo en ese país.
Otra consecuencia de la crisis financiera es la aparente disminución de las remesas que los
migrantes mexicanos envían desde Estados Unidos de acuerdo a las estimaciones del Banco
de México. La revisión de los volúmenes de remesas familiares enviadas de 2004 a la
fecha, muestra una caída en el monto anual que todavía no es muy pronunciada. En agosto
de 2008 las remesas familiares registraron una baja ampliamente difundida en la prensa. La
reducción en ese mes comparada con la de agosto de 2007 fue de 12 por ciento. De enero a
agosto de 2008, las remesas sumaron 15,553 millones de dólares, lo que registra una baja
del 4.17 por ciento en comparación con el mismo lapso del año anterior. Sin embargo,
como lo muestra la gráfica 3, para octubre de 2008 se registró un incremento notable, el
monto mensual más alto en la historia de los registros del Banco de México hasta el
momento: 2,444 millones de dólares.
El repunte de las remesas en octubre de 2008 permitió una ligera recuperación en las
remesas acumuladas a lo largo de los diez primeros meses del año. Esta recuperación
mensual podría explicarse por la depreciación del peso frente al dólar, lo cual habría
ocasionado que los migrantes mexicanos enviaran más dinero en el mes de octubre. Sin
embargo, el crecimiento en el último mes aun no revierte la tendencia negativa registrada a
lo largo del año 2008.
Para hacer un análisis de cómo pueden variar las remesas familiares como efecto de la
crisis financiera es preciso entender las razones por las cuales los migrantes las envían. Las
dos grandes razones que explican la mayor parte de las remesas son el altruismo (esto es,
que al migrante le interesa el bienestar de las personas a quienes envía remesas) y la
inversión (principalmente en construcción y en educación y salud de los niños y jóvenes).
Un análisis formal de un modelo de altruismo (por ejemplo, Stark, 1995), señala que el
migrante se preocupa por el bienestar de su familia en el lugar de origen y envía remesas
para que estén mejor (y con ello, él está mejor). Si el ingreso del migrante disminuye o el
ingreso de la familia que no viene de remesas aumenta, entonces el migrante disminuirá las
remesas. Esto se debe a que el migrante al tomar la decisión de cómo gastar su ingreso
iguala el beneficio gastar un poco más en su propio consumo con el del consumo de su
familia en México. Al disminuir su ingreso, disminuirá su propio consumo y el de su
familia, por lo que mandará menos remesas.
Es altamente probable que las inversiones en construcción disminuyan considerablemente
durante la crisis. La industria de la construcción es de las más afectadas en los Estados
Unidos en este momento y es muy probable que se vea afectada de forma importante en
México. Las inversiones son ahora menos atractivas que antes por lo que es muy probable
que las remesas disminuyan considerablemente por falta de incentivos a la inversión en
construcción.
Las remesas que difícilmente disminuirán son aquellas que están destinadas a consumo
básico de los familiares cercanos. Los ingresos esperados en los Estado Unidos van a
disminuir, pero también va a suceder algo semejante en México. El modelo altruista indica
que cuando disminuye el ingreso del migrante, la familia va a recibir menos remesas. Sin
embargo, conforme el consumo de la familia es menor, una disminución en la remesas
significa una pérdida grande en términos de bienestar, por lo que la disminución de las
remesas con este destino deberá ser pequeña.
De acuerdo a algunos estudios la propensión al consumo de las remesas en México es alta.
Por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (2004) estima que el 78 por ciento de
las remesas se utilizan en gastos del hogar y que otro 7 por ciento es dedicado a la
educación. Se puede esperar que el restante 15 por ciento sea menos prioritario para los
migrantes, por lo que sean en estos gastos las primeras reducciones que se observen.
La Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF NORTE) es un proyecto
realizado por el gobierno mexicano y El Colegio de la Frontera Norte que aporta de manera
continua y sistemática información que permite cuantificar y caracterizar los
desplazamientos migratorios entre México y Estados Unidos, así como entre el interior del
país y la frontera norte mexicana. Hasta el momento, los indicadores de la EMIF NORTE
no han mostrado ningún cambio en cuanto a un retorno repentino y masivo de los migrantes
mexicanos. Lo que se ha observado es que, al igual que todos los años, los migrantes
mexicanos empiezan a regresar a México a visitar a sus familiares por la llegada de las
vacaciones de fin de año.
Por otro lado, es fundamental tener en consideración que un número importante de
migrantes mexicanos indocumentados tuvieron que hacer una gran inversión para ingresar a
Estados Unidos, a un alto costo económico y emocional. Las estadísticas de la EMIF
muestran, desde hace varios años, que el tiempo de estancia en ese país se ha prolongado
debido al reforzamiento de la vigilancia fronteriza que se implementó a partir de 1993. Esto
ha traído como consecuencia que los migrantes decidan permanecer mayor tiempo en
Estados Unidos, ya que ahora implica más riesgos y costos elevados el cruzar sin
documentación migratoria.
En las gráficas 5 y 6 se observa que en las últimas cinco fases de la EMIF NORTE (2003-
2008), no hay cambios relevantes en la magnitud del flujo de los procedentes de Estados
Unidos. De hecho, en los dos últimos trimestres de la fase 13 se observa una ligera
disminución en este flujo respecto al trimestre anterior. Esto se debe en parte a lo
mencionado en el párrafo anterior, pues por los elevados costos y el reforzamiento de la
vigilancia fronteriza los migrantes mexicanos indocumentados han prolongado su estancia
en Estados Unidos.
Antes de regresar de manera inmediata por la pérdida de un empleo, los migrantes
mexicanos en Estados Unidos buscarán otro trabajo, ya sea en el mismo sector económico o
en otro; ya sea en la misma actividad ocupacional o en otra; ya sea en el mismo mercado
laboral regional o migrar al mercado de trabajo de otra región. Los costos del regreso son
altos. Cada vez más, los migrantes mexicanos que regresan para fines de año son aquellos
que tienen la facilidad para reingresar a Estados Unidos, es decir, que cuentan con
documentos migratorios para poder hacerlo y no arriesgarse a otro cruce de manera
indocumentada.
El tiempo de estancia en Estados Unidos muestra la mayor o menor propensión al retorno.
A mayor duración, más derechos acumulados, más arraigo familiar, debilidad de los
vínculos con la comunidad de origen, y mayor grado de integración social y económica en
Estados Unidos.
El retorno a México podría ser una decisión extrema que algunos migrantes mexicanos
podrían tomar si la crisis económica global llegara a grados extremos. Sin embargo, esta
decisión dependerá de su integración socioeconómica en Estados Unidos. Quizá algunos de
los migrantes indocumentados que están sin familia, y que por tanto son los más
vulnerables, decidan regresar a México. Pero para ellos queda la opción de cambiar de
industria y de desplazarse a lugares donde la crisis no sea tan grave y tengan acceso a redes
sociales. De cualquier manera, para ellos la opción de conservar o buscar un empleo en
Estados Unidos será mejor que tratar de conseguir uno en México..
El retorno a México no es probable para la mayor parte de las familias mexicanas
inmigrantes que tienen estatus migratorio mixto, en las que se dan combinaciones de
ciudadanos de Estados Unidos, residentes permanentes e indocumentados. Para estas
familias como para las familias estadounidenses no habrá más remedio que afrontar la crisis
financiera y económica en Estados Unidos.
A diferencia de la fragilidad de la población inmigrante mexicana de la década de 1930,
esta población en la actualidad es gigantesca y en gran medida se encuentra bien integrada
en Estados Unidos a pesar de que casi la mitad está compuesta por inmigrantes
indocumentados. Los mexicanos constituyen el grupo inmigrante más numeroso en los
Estados Unidos, con casi un tercio de todos los inmigrantes. En volumen son seguidos muy
de lejos por los originarios de China, Las Filipinas y la India (Alarcón, 2007). De acuerdo
con la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense (ACS, American Community Survey),
en 2007 había 11.7 millones de personas residiendo en Estados Unidos que habían nacido
en México. Esta misma encuesta muestra que el 62 por ciento de estas personas viven en
hogares de familias con parejas casadas y el 47 por ciento residen en viviendas que son
propiedad de sus ocupantes. Estos datos sugieren que la población inmigrante mexicana en
Estados Unidos tiene un gran componente de familias establecidas en ese país.
¿Podría haber un regreso “masivo” de mexicanos procedentes de Estados Unidos en el
2009? La respuesta a esta pregunta depende en gran medida de las dimensiones de la
recesión económica en Estados Unidos y en el mundo, así como del grado en que la
percepción pública estadounidense empiece a querer culpar a los inmigrantes de esta crisis.
Alanís Enciso, Fernando Saúl. “Nos vamos al norte: La emigración de San Luis Potosí a
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