Miércoles
28
Sep, 2022
Congreso
Sala de usos múltiples
09:00 h Tiempo del Pacífico
El turismo empieza a dar señales de recuperación después el periodo álgido de la COVID-19, pandemia que orilló a gran parte de la humanidad a postergar sus viajes como medida de protección. En este panorama, poco a poco empieza a potencializarse un nuevo viajero que se interesa cada vez más por su entorno, busca experiencias únicas y un acercamiento a escala más humana con el territorio, el patrimonio y las comunidades locales de acogida.
Históricamente la conformación de productos turísticos ha estado orientada hacia el modelo de sol y playa, pero cada vez es más común observar el surgimiento de nuevos productos dirigidos a satisfacer las necesidades de quienes demandan nuevas experiencias de viaje. De ahí que se busque la complementariedad de productos tradicionales con emergentes como la enogastronomía o el turismo agroalimentario.
En un escenario donde la globalización nos hace repensar lo local, se antoja importante ofrecer a los visitantes la posibilidad de vivir experiencias turísticas únicas, aderezadas con un fuerte contenido cultural y multisensorial a través de la gastronomía y el vino, en espacios cargados de historia, paisaje y tradición, revalorizando así la importancia del sistema agroalimentario y el patrimonio biocultural. La enogastronomía nos remite no solo a los alimentos emblemáticos de una región, sino a todo el proceso de transformación de estos desde el campo a la mesa, los saberes y tradiciones que están detrás de los alimentos y que forman parte de la identidad de una región o país y que además enriquecen la mesa de los visitantes.
Reflexionar sobre la relación entre turismo, gastronomía y vino nos permite adentrarnos al terruño, la cultura local, los ciclos de la naturaleza, los saberes, las aromas y los sabores de una región, su identidad y vivir una experiencia sensorial lúdica y única.
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