Cuando la modernidad ha instalado su aparato civilizatorio en Occidente, es importante señalar que los instrumentos que esta utiliza para medir su propio éxito van a ser, evidentemente, tendientes a favorecer sus ideas y métodos de lo que significa progreso, bienestar y crecimiento. Las contradicciones saltan a la vista en prácticamente cualquier estado nación actual, pero son particularmente violentas en algunas regiones del sur global, incluyendo, desde luego, a América Latina, y en ella, a México.
En este panorama de estadística, miradas críticas y propuestas técnicas alternativas se vuelven cruciales para pasar por examen el ya oxidado sustantivo del desarrollo, y su aplicación directa en la realidad operante.
Tal es el caso de la doctora Artemisa López León, y su artículo Desarrollo, Prosperidad y Narcoviolencia en la Región Sorguera del Noreste de México, en el que analiza cómo, por ejemplo, existen zonas mexicanas en las que se satisfacen los requisitos oficiales de crecimiento económico, sin que esto se vea reflejado en la calidad de vida de los habitantes, o en la paz que experimentan durante sus vidas cotidianas. Particularmente, la académica explora el complejo caso de la región Sorguera, en el noroeste de México, donde los grupos del narcotráfico, ante un estado indeciso y vacilante, imponen su ley en el territorio.
Al respecto, la doctora comenta que incluso el sostenimiento de un cierto nivel de crecimiento económico, se debe en gran medida a las propias medidas que las poblaciones locales han organizado para defenderse (y a sus territorios) de la narcoviolencia, readaptando radicalmente la configuración de sus cotidianidades.
En este sentido, para estudiar con una mayor precisión de su objeto de estudio, la doctora utiliza técnicas, recursos y grados de análisis que son variables, debido a que buscan, ante todo, encontrarse en consonancia con las realidades particulares que se están analizando, para evitar caer en generalizaciones reduccionistas, y construir mejores instrumentos de análisis sociológico, que den cuenta de una realidad social concreta, en los que no se dé preponderancia a un determinado factor por encima de otro.
La conclusión se ve precedida por un repaso sistemático, tanto de los modelos de medición del llamado progreso, como de los estudios que los han definido y matizado desde hace tres décadas, encontrando fisuras aquí y allá, así como posibles puntos nodales entre diferentes teorías, que afianzan un entendimiento mucho más holístico del panorama en regiones paradójicas como las presentes en el artículo: prósperas desde un puntos de vista puramente económico, pero que carecen de estabilidad social al estar constantemente azotadas por la violencia, mediante desplazamientos, cobros de piso o enfrentamientos entre distintas cédulas del crimen organizado.
De esta manera, plantea la doctora en su conclusión, será posible diseñar instrumentos de análisis de desarrollo más humanos y ecosistémicos, que se inserten en el núcleo de la socialidad poblacional de las regiones estudiadas.
El artículo completo se encuentra disponible a través de: https://trayectorias.uanl.mx/index.php/revista/article/view/2.