A pesar de que, en principio, concibamos la desaparición y la extorsión como dos fenómenos distantes entre sí, estos, en realidad, se conectan y operan, bajo ciertas circunstancias y contextos, como un solo modus operandi que ofrece a los criminales nuevas maneras de delinquir. Uno de estos contextos es el de los desastres naturales, situaciones de gran trauma y desconcierto de las cuales se aprovechan los grupos criminales para, en medio del caos general, llevar a cabo sus actividades.
En ese sentido, el paso del Huracán Otis por las playas de Acapulco en el pasado mes de octubre (2023), surge como un ejemplo de esta práctica cada vez más observada, ya no solo en zonas de reciente desastre, sino en otras circunstancias y puntos geográficos. Los delincuentes, explica el Dr. Jesús Pérez Caballero para el Colef Press, suelen operar de dos maneras dentro de esta lógica: en el primero de los casos, si el intento de extorsión fracasa (sea por datos incorrectos dados a las víctimas o por la prevención que tienen las mismas sobre la extorsión), se fuerza la desaparición de la persona, en el segundo se toma ventaja, como ya se dijo, de la confusión y falta de información causadas por el estado de alerta climática y desorden civil, suscitando que, las familias que no encuentran a alguno de sus miembros, caigan en la manipulación delincuencial.
Para entender en más profundidad este fenómeno, así como ligarlo a otros posibles contextos y desarrollar el sentido de la prevención, se puede consultar tanto el texto publicado por el Dr. Pérez Caballero en A dónde van los desaparecidos, así como el video que contiene la reflexión completa del investigador, disponible en el canal de YouTube de El Colef: https://www.youtube.com/watch?v=DI4RTlOWSF4