“Toda política energética debe contribuir al desarrollo económico y social de un país sin afectar significativamente al medio ambiente…”
Dr. Rigoberto García Ochoa
Mejorar la calidad de vida de la población y reducir la pobreza extrema en América Latina son metas que derivarán en un aumento del consumo energético y, como consecuencia, de las emisiones de gases de efecto invernadero que son determinantes del calentamiento global. Este planteamiento del Dr. Rigoberto García, investigador del Departamento de Estudios Urbanos y del Medio Ambiente de El Colef, Nogales, es un preámbulo para destacar la creciente preocupación de los países desarrollados por el aumento en el consumo de energía y emisiones que se espera tengan los países en vías de desarrollo en su camino por alcanzar niveles de desarrollo económico-social más altos. Esta preocupación, justificada en apariencia por los impactos potenciales que puede producir el cambio climático, resulta sesgada ya que no toma en cuenta las inequidades económicas, sociales y ambientales entre estos dos mundos. En realidad los países desarrollados tienen un consumo energético dramáticamente mayor, así como de emisiones, por ejemplo: un latinoamericano emite en promedio 2.9 toneladas de CO2, es decir, una sexta parte de lo que emite un estadounidense (18.2 toneladas) y 2.5 veces menos que un europeo (7.2 toneladas). Exceptuando a África, América Latina es la región en el mundo con menos emisiones per cápita relacionadas con la energía.
En México existen 12.4 millones de hogares (43.4% del total) en situación de pobreza energética. Sin embargo se presentan casos diferenciados dependiendo de la región que se esté analizando. Una de las observaciones importantes es que la Pobreza Energética aumenta conforme se transita de lo urbano a lo rural, pues se ha observado que el nivel de ésta incrementa conforme el tamaño de la localidad disminuye, de cualquier forma el número de hogares urbanos en Pobreza Energética es muy alto. Visto de esta forma, 7.8 millones de hogares urbanos (27.5% del total de hogares en México) están en Pobreza Energética mientras que hay 4.5 millones de hogares rurales (16% del total) en las mismas condiciones. Esto quiere decir que en términos absolutos, la pobreza urbana es casi el doble de la rural.
Actualmente a nivel mundial hay aproximadamente 2 mil 400 millones de personas que utilizan leña o carbón vegetal como combustible para cocinar, mil 600 millones que no cuentan con energía eléctrica en sus viviendas y se espera que, para 2030, otros mil 400 millones de personas que estén en la misma situación de pobreza energética.
“Parece claro que superar la pobreza y mejorar los niveles de desarrollo humano de la población en el mundo es una meta que tendrá que ir acompañada con el aumento en el consumo de energía per cápita” escribe el Dr. García en el documento “Pobreza Energética en América Latina” presentado en 2014 ante la CEPAL. Sin embargo, también menciona que los resultados dejan ver que el aumento proporcional en dicho consumo (con el Desarrollo Humano) se presenta hasta superar un determinado umbral del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Al cruzar este umbral, el consumo de energía per cápita aumenta exponencialmente, lo cual indica que los países con un IDH muy alto presentan diferencias significativas en sus patrones de consumo de energía. Estas diferencias no están necesariamente relacionadas con mejorar la calidad de vida o reducir la pobreza de la población, sino que pueden estar relacionadas a factores culturales como los estilos de vida de la población, el confort térmico al interior de las viviendas y edificios, así como las políticas de ahorro y eficiencia energética implementadas en cada país.
“Hay que señalar que la visión del mundo desarrollado implica en realidad una suerte de exclusión social hacia los países en vías de desarrollo, ya que las metas de crecimiento económico y desarrollo social de estos últimos estarían condicionadas por el impacto ambiental de sus emisiones. Bajo un principio de equidad, por el contrario, debería prevalecer en el mundo un sentido de inclusión en el cual cada país aspire a lograr sus metas de crecimiento económico y desarrollo social, asumiendo el compromiso de reducir sus emisiones de CO2 de acuerdo a su nivel de responsabilidad.”
El investigador genera a partir del análisis de la pobreza energética las siguientes conclusiones: 1) el acceso de los pobres a la energía no es un eje prioritario de política pública, situación que evidencia la necesidad de incluir este tema de manera explícita en los Marcos Nacionales de Planificación; 2) es necesaria una revisión del tema de acceso a la energía en localidades rurales (considerando que México tiene tasas de urbanización muy altas pero también de aumento de pobreza urbana); 3) los pobres gastan una mayor proporción de sus ingresos en servicios de energía que las clases medias y altas; 4) hay una disminución a nivel país en el consumo total de leña, pero un aumento del mismo consumo per cápita en localidades urbanas.