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En julio de 2012, la ciudad de Chicago dio un paso significativo hacia la bienvenida y protección de poblaciones diversas al consagrarse como Ciudad Santuario. Este hecho marcó un hito en el respeto y apoyo a la población inmigrante, fortaleciendo su tradición de acoger a personas de distintos orígenes. Desde el siglo XIX, Chicago ha sido un hogar para una amalgama de culturas, resultado de inmigraciones provenientes de Polonia, Alemania, Italia, República Checa, Irlanda, Noruega y por supuesto, México.
Hoy día Chicago sigue dando espacio a nuevos migrantes tal como ha sucedido con la reciente bienvenida a personas venezolanas; tan sólo en lo que va del año se han recibido a más de 15,000 inmigrantes de esta nacionalidad, lo que representa un nuevo reto para la ciudad.
Pero ¿qué significa ser una Ciudad Santuario? En esencia, implica que las autoridades locales no puedan cuestionar el estatus migratorio de las y los residentes, y tampoco colaboren con autoridades de inmigración como ICE -que tiene la facultad para deportar a inmigrantes sin documentos-.
Estas políticas santuario se traducen en seguridad y tranquilidad para las personas, sin importar su estatus migratorio. También les brindan un mayor sentido de seguridad en sus barrios, pues cuando llegan a ser víctimas de algún crimen, ya sea en sus viviendas o negocios, pueden llamar con toda confianza a la policía, para recibir servicios de ayuda.
La presencia de inmigrantes de origen mexicano en la ciudad de Chicago remonta a los años entre 1910 y 1920, cuando personas provenientes de la región Centro-Occidente -Michoacán, Jalisco y Guanajuato-, llegaron como jornaleros y trabajadores no calificados que se emplearon en diversas fábricas acereras, en empresas empacadoras de cárnicos y en otras industrias.
Debido a esta larga historia de migración la comunidad mexicana se ha posicionado en la actualidad como una de las minorías más numerosas, pues representan -junto al resto de “latinos”- casi un tercio de los habitantes de Chicago, superando los 800,000 en una población de 2.6 millones de personas.
La fuerte presencia de mexicanos en Chicago ha dado como resultado una importante contribución a la riqueza cultural y social de la ciudad. Se han congregado en barrios donde se concentran viviendas, escuelas, lugares de ocio y cultura, así como una amplia variedad de empresas y negocios dirigidos por y para familias mexicanas.
Barrios como La Villita (The Little Village), Pilsen y Belmont Cragin son ejemplos notables de esta diversidad. En estos enclaves, los productos, festivales y la gastronomía típica de la cultura mexicana están abundantemente presentes. Tiendas, restaurantes y familias ofrecen una amplia variedad de productos para paisanos que buscan sabores y tradiciones que les recuerdan a México.
Particularmente, La Villita se destaca como uno de los barrios más grandes y vibrantes, con tiendas mexicanas que ofrecen desde tortillas hasta vestidos de XV años. Además, hay un pequeño tianguis llamado «mercado de colores», donde se celebran espectáculos al aire libre, reuniendo a grupos de Mariachi y Concheros, para brindar entretenimiento a la comunidad.
Por otro lado, el barrio de Pilsen es un verdadero espectáculo visual, adornado con colores vivos que evocan la mexicanidad. Murales y símbolos -como Quetzalcóatl- decoran las fachadas, recordando la presencia de su comunidad. Este barrio no solo brinda una vista alegre sobre los ladrillos de las fachadas, sino que también enciende la conciencia de que la cultura mexicana merece respeto y reconocimiento como parte integral de la historia de Chicago.
En el transitar por las calles de estos barrios, se revela la vida cotidiana de las familias mexicanas, evidenciando que las políticas santuario se erigen como un ejemplo de visibilidad, respeto, libertad y expresión cultural. Este escenario enriquece la historia y solidez de un país como Estados Unidos, que ha logrado valorar y respetar el trabajo y la cultural de nuestros paisanos y nuestras raíces en ciudades como Chicago.
Ámbar Paz Escalante
El Colegio de la Frontera Norte – Estancias
Posdoctorales