Contracartografías del aire

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Opinión de Mayra Citlalli Rojo Gómez de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 5 de diciembre de 2024

I.

Se le recomienda al lector leer en voz alta todo el texto y al terminar enviarnos una palabra, una frase, un sonido de su experiencia.

Uhuhuhuhuhhuuuuuhuhuhu

Uhuhuhuhhuuuuuuuuuuuuu

Huhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Hhuhuhuhuhuhuhuhuhhuhh

Uhuhhuhuhuuuuuuhhhhhhh

Reporte de noticias: “Lo que en estos momentos recuerdo es el ruido del huracán, del viento, un ruido que nos generó temor …imagina en la oscuridad escuchando ese ruido, ese golpe del viento contra paredes y ventanas. Pero además un silbido, muy silencioso pero que también angustia —¿Cómo silencioso? Más bien un silbido agudo Doricer.— 

La corresponsal responde —Es un silbido suave pero molesto en el oído, no lo notas pero en algún momento te preguntas ¿Qué es es? ¿Qué es ese silbido que se escucha? Muy ligero pero constante hasta llegar a molestar. Ese silbido… pareciera que el huracán viniera y nos hablara…” (AristeguiNoticias, 10-10-24)

La sensación que narra Doricer me lleva al desconcierto, es, quizá, desde este estado del cuerpo que se configuran las contracartografías. 

II.

¿Qué significa una contracartografía? Esta pregunta me asalta después de haber escrito “contracartografías sonoras” como consecuencia una de la otra. Pensé en que, incluso, no tengo una definición precisa. Surge la sensación de vértigo por la angustia que presupone la ausencia de técnicas o herramientas reproducibles que, de manera habitual se exigen como garante de la práctica científica (social o biológica). ¿Pero a la interacción con el aire se le puede exigir una técnica?: Manual para relacionarte con el aire/respire.

 “Contracartografía del Aire” —repito en voz alta estas palabras— las escucho resonar en mi oído al mismo tiempo que las pronuncio, es un hecho que atizan la sensación de mi poca certidumbre del espacio y la ausencia total de la capacidad para leer un mapa y orientarme: estoy perdida. 

Pese a ello, la vivacidad del viento me empuja y hace que mi cuerpo tome dirección cuando corro, tan sencillamente como ir a favor o en contra de él. 

Una contracartografía supone que no hay manera de representar el espacio y su expansión en una abstracción a usanza de dividirlo en altitud, longitud, indicaciones precisas de distancia y ángulos bajo un sistema de medición específico. Empero me sostengo en el hacer cartográfico para confeccionar mapas como un hacer narrativo y aventurarme a lo inexplorado. Así los recorridos están más allá de su representación gráfica, y quizá, parcialmente se cancela la función de llegar a un lugar específico mediante un camino indicado gráficamente: mapas a ningún lugar. Lo cual depone la representación gráfica de los límites que geométricamente nos sugieren las plantas de las ciudades, casas, bosques, etc. Entonces, presentar un espacio a través del sonido, el cual es movimiento permanente, configura el hacer “contracartográfico” y nos aproxima a la sensación de límite en aparente borramiento o quizá en multitud de pliegues.

(Figura 1) Registro gráfico sobre pie: vía rápida a la salida del Colef, noviembre 2024.

Pero ustedes se preguntarán ¿qué pasa con la “rosa de los vientos”? Un símbolo de orientación basado en las direcciones de los vientos, asociados a los cuatro puntos cardinales y su respectiva multiplicación constante; Plinio El Viejo dirá que la medición del mundo es un desvarió, un atrevimiento de medir lo inconmensurable para propósito humano. El aire, el hálito, es “el elemento vital que se infiltra en el entero de las cosas y se mezcla por entero en ellas” (El viejo, p.340), y aunque es medible su velocidad y dirección, su propia historia contiene la marca cósmica y divina que une los cuerpos vivos y sobrenaturales.  

El aire es escurridizo, es motivo de la vida y muerte, se vincula con los patrones estacionales o esporádicos de las lluvias, además de ser el vehículo del sonido, las voces y los aromas (Nájera 2015). Una contracartografía del aire es en sí misma una metáfora que nos invita a la experiencia estética. No es una herramienta, tampoco una técnica corporal, antropológica o siquiera terapéutica de carácter catártico, más bien aspira al extrañamiento. 

Raymundo Mier expone la importancia de distinguir entre arte y experiencia estética, a la primera hay que ubicarla en la propia densidad y complejidad de normas que en gran medida responden a un estamento intelectual y propiamente artístico situado en las instituciones que confieren la legitimidad de la materialidad y personalidades en el campo de las artes. Mientras que la experiencia estética “No es una técnica en un sentido público, evidentemente es un trabajo disciplinario sobre sí para extrañarse sobre toda disciplina, este es el punto de la experiencia estética: el extrañamiento radical de toda disciplina y de todo campo normativo para lo cual se produce […] es este trabajo arduo sobre el cuerpo, sobre la conceptualización, sobre el propio trabajo de análisis de autorreflexión, hasta el punto en el que el sujeto se enrarece incluso de sí mismo, de su propia identidad” (Lizarazo y Mier 2012).

La experiencia estética de una contracartografía supone no sujetarse a un modelo, sino en la disposición misma de los sujetos, desde sus gestos, historias y cuerpos se descubre qué tipo de interacción desean compartir. 

Diría yo que atravesamos por la incomodidad misma que sugiere la suspensión de la obediencia para representar y ejecutar una orden o reproducir un modelo del mundo, es decir renunciamos por un instante a la visión del mundo a la que estamos tan acostumbrados y nos entregamos a una experiencia de la audición del mundo, que sustantivamente nos desplaza a la sonoridad.

Traeré a cuenta nuevamente las palabras de Raymundo Mier “la sonoridad impregna la corporalidad que crea un vínculo con el entorno, con los otros [… y]  más allá de la semántica ordenada, estructurada hay un mimetismo que no es […propiamente] de semejanza sino de ordenamiento sonoro, rítmico que transita a la refundación [… del vínculo con los otros]” (Mier 2024).

Las contracartografías del aire apelan en su propio extrañamiento a escuchar al otro, lo otro “que no es entenderlo sino escuchar su respiración, sentir su aliento, cuerpos que están ahí conmigo. Lo que intercambias es la vida. El aliento, [el hálito que no es otra cosa que] el movimiento pulmonar” (Ibid)

III.

(Figura 2)  Dibujo expandido con GPS: correr como exploración del territorio y registros efímeros. El GPS no cumple con su función  de crear una ruta óptima para llegar a un sitio específico sino crea el trazo digital, como gesto de un cuerpo en movimiento. Tijuana, noviembre 2024.

 “Quería bajar al mar, olerlo y escucharlo, un mar frío y con niebla,  un aire que golpea y se hunde en los pulmones, aprovechar que no hay sol. 

Las fronteras se erigían en el hacer de la construcción, de la traza urbana, en la historia propia del acaparamiento de la orilla del mar por hoteles y grandes casas, pero también en la respuesta esquiva de los habitantes. 

1er día 7km merodeando a velocidad de 5’26’’. Pregunta sin respuesta ¿Cómo llego a la orilla? —uy no se puede aquí, pero vaya por aquí y baje, sino hasta allá—. 

2do día 4.8 km de carrera recta, por fin la arena y el aire del mar. 

Torcer los límites de esas sensaciones y afectaciones, escuchar y formar parte de la marea de este olor peculiar de Tijuana, de este sonido revuelto. Me siento en una cavidad. Hay un aroma que percibo desde que llegué, no es propiamente el estándar del olor a mar salado, no he podido acercarme siquiera a él. Es un olor dulzón que va y viene. Me parece que es igual al sonido del aire y del mar que se teje con el de las llantas y motores de los autos en vía rápida.  Es una especie de densidad que te invade. Una sensación del aroma almizclado de una boca cálida y húmeda, una cavidad donde se activa el proceso de descomposición de la comida: es el olor de la calefacción que se impregnó en mi nariz. 

Ahora huelo el mar, todavía no es la fuerza salada de la ráfaga que choca en mi cara, el olor saldo aparece sutil, apenas perceptible entre la niebla de la mañana 

Gggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg gggggggggshhhhshshhhshshshhshshshshshshshshshshshshhshshshhshshshshshshshshhshshsgggggggggggggggggshshshshshshshshshshshshshshshshshshhshsggggggggggggggggggggggggggschschhhhhhhhhschhhhhhhschhhhhshschschschschschschschschschschschschschschschschschgggs.

Mayra Citlalli Rojo Gómez
Colaboración externa
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Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

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