Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.
Hace un año llegué a vivir a Tijuana proveniente de Monterrey, una metrópoli en el estado de Nuevo León que “lo tiene todo”. Cuando me refiero a que lo tiene todo, incluyo los diversos servicios básicos de vivienda, de consumo, de entretenimiento, de comunicación, de socialización; una metrópoli multicultural, cosmopolita e innovadora. Aunque de manera temporal, vivir en el extremo norte de México (Tijuana) me ha permitido concebir la ciudad desde diversos puntos de vista, inevitablemente he llegado a comparar ambas ciudades, así como con otros lugares del norte, entre ellos Ciudad Juárez, Hermosillo y Matamoros.
En este orden, Tijuana también “lo tiene todo”; tiene contaminación, inseguridad, violencia, basura, tráfico, recortes de suministro de agua y otros servicios públicos básicos, a decir verdad, una lista interminable de problemas sociales que pareciera solo ocurriese aquí y que están dentro de la cotidianidad de los habitantes. Esto no significa que otras ciudades del norte del país como en Monterrey no existan estas problemáticas, sin embargo, en Tijuana todo se agudiza, los problemas sociales se evidencian, están frente a nosotros y cruelmente se ignoran.
No considero que se ignoren por apatía social, dado que existen más de 370 agrupaciones de la sociedad civil organizada que se encargan de apoyar, orientar y colaborar en temas de desarrollo comunitario, asistencia social, apoyo a personas migrantes, derechos humanos, educación, medio ambiente y salud. Incluso en lo individual existen muchos esfuerzos de personas que colaboran en el anonimato para reducir las diversas problemáticas ya señaladas. El ignorarlo responde a una escala superior, a los tomadores de decisiones, incluso a los empresarios que pareciera no están involucrados, que desconocen las dificultades, que no caminan la ciudad, que no viven o sienten la ciudad de Tijuana. También es cierto que la mayoría de los problemas que se viven en lo cotidiano se deben a cuestiones estructurales, que responden a carencias, a arraigos sociales y a un sistema vicioso que no nos deja avanzar.
En sus más recientes resultados, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana de Inegi señala que la percepción de inseguridad en Tijuana y Monterrey aumentó del primer trimestre al segundo trimestre del 2023, respectivamente pasaron de 71.0 a 71.8 por ciento y de 68.3 a 70.8 por ciento. En esas mismas ciudades, incluido Hermosillo y Ciudad Juárez, más del 96 por ciento de la población identifican algún tipo de problema como baches en calles y avenidas, delincuencia, transporte deficiente y tráfico. Esto último se ve reflejado en los tiempos de las personas en Tijuana y Monterrey, en donde el tiempo promedio de traslado del hogar al trabajo es mayor a 33 minutos y arriba del 10% de la población en cada una de estas ciudades tarda más de una hora en llegar a su trabajo, esto se traduce en una reducción de la calidad de vida de los habitantes, no solo económico, sino también en lo emocional y social.
Con esos datos quiero decir que los problemas no son exclusivos de una u otra ciudad, están vivos, vigentes y hay que convivir con ellos día a día. Por el contrario, en otras ciudades se difuminan por distintos factores: ya sea por la existencia de problemas de otra magnitud, por discursos políticos o a partir de un maquillaje urbano creado por políticas públicas de poco alcance.
Estas ciudades norteñas y en particular Tijuana, se caracterizan por ser ciudades receptivas, con un alto desarrollo económico, lo que representa un sitio atractivo para la permanencia de personas migrantes nacionales y extranjeros que diariamente dibujan sus posibilidades en un contexto hostil, que ha sido recreado de manera oral y visual en diversos medios y que en los últimos días he podido apreciar.
En su mayoría, los comentarios están dirigidos a resaltar los aspectos sociales del entorno y al esfuerzo que día a día muchas personas realizan para insertarse en esta selva de asfalto, en donde pareciera que sobrevive el más fuerte. El hilo que entrelaza a la mayoría de estas obras, más allá de la exposición de las problemáticas, es el sentido de unidad, colaboración e identidad. Esta ultima pareciera estar anclada a una mezcla cultural que no termina de afianzarse en el territorio, es decir, a una búsqueda constante de lo tijuanense.
En estos materiales se revalora el sentir, el amor por la ciudad y la calidez de su gente, a mi parecer esa es la identidad que adopta la persona tijuanense. Tijuana es México y en México hay muchas Tijuana; aquí están a la vista las dificultades que suceden en todo el país, que responden a una estructura mayor, y que son reflejo de malas decisiones en lo público y en lo privado. Hacer de la ciudad un espacio habitable a pesar de sus problemáticas es una tarea que día a día se realiza en este lado del país, se reivindica el sentir humano y de esa forma debe concebirse la ciudad más allá de los estereotipos negativos.
Gustavo A. Vázquez Martínez
El Colegio de la Frontera Norte. Estudiante de la Maestría en Desarrollo Regional