En el marco del Día Internacional de la Lengua Materna, celebrado el 21 de febrero, se reconoce la gran riqueza que caracteriza a México, cuyo patrimonio invaluable se sustenta en gran medida en su multiculturalidad, la cual se refleja entre otras cosas a partir de 68 lenguas originarias y 364 variantes, que se agrupan a su vez en 11 familias lingüísticas. Cada una de ellas integra su propia historia, identidad cultural, sistema de creencias, tradiciones y visión del mundo ancestral.
En 2010, el Inegi reportó que el 6.6% de la población total del país hablaba alguna de las lenguas originarias; 10 años después, para 2020, el porcentaje disminuyó a 6.1%, es decir, 7.4 millones de hablantes, donde el náhuatl, el maya, el mixteco y el zapoteco, son las que más hablantes tienen, sumando 3.9 millones de personas, de las cuales más de la mitad no hablan español, y que se encuentran concentradas principalmente en los estados de Puebla, Veracruz, Yucatán, Oaxaca y Chiapas.
Considerando que la vitalidad de estas lenguas depende del dominio que sus habitantes tengan de las mismas, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) advierte que, de las 364 variantes lingüísticas, 64 se encuentran en un alto riesgo de extinción a corto plazo, al contar con menos de 100 hablantes. Por su parte, la Unesco plantea que, con la pérdida de las lenguas indígenas, también se pierde patrimonio e identidad cultural, conocimientos sobre ecosistemas, organización temporal y espacial, matemáticas y astronomía, pero principalmente la cosmovisión de cada pueblo; señalando además, como principales causas, a fenómenos como la globalización, la migración, la reubicación forzada, la pobreza, la discriminación, la asimilación de otros lenguajes, la mortandad de los hablantes, la falta de sistemas de escrituras que den continuidad a estas lenguas, la exclusión y la falta de transmisión intergeneracional a jóvenes y niños, principalmente.
En cumplimiento de los derechos lingüísticos de los pueblos indígenas, que se encuentran plasmados la Constitución y en los tratados internacionales de los que México forma parte, el Estado ha desplegado diferentes políticas y acciones afirmativas, a partir de los tres niveles de Gobierno, destacando: el reconocimiento de las lenguas indígenas como lenguas nacionales, junto con el español, garantizar el derecho de toda persona a comunicarse en la lengua de su elección, así como el acceso a los servicios públicos de calidad, con pleno respeto a la diversidad lingüística y cultural, la generación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas y la armonización de los marcos normativos, enfatizando en la importancia de contar con traductores e intérpretes en las interacciones con las autoridades.
Se creó la Universidad de la Lenguas Indígenas de México, así como el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) y el propio INALI, organismos que tienen como prioridad la preservación de dichas lenguas. Es precisamente a este último, el encargado de elaborar el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales, al realizar investigaciones y diagnósticos sobre la situación de estas lenguas, certificar intérpretes y traductores de lenguas indígenas, elaborar materiales didácticos y de difusión, capacitar docentes y promotores lingüísticos, coordinar programas y proyectos para el desarrollo lingüístico de los pueblos indígenas.
Es importante destacar la participación de la sociedad civil, de las instituciones académicas y las propias comunidades indígenas, quienes, desde sus espacios, capacidades y posibilidades, colaboran en este gran reto, diseñando e implementando estrategias creativas, a través de talleres, programas académicos, actividades lúdicas, festivales culturales y aplicaciones digitales, desde las cuales se busca la preservación y revitalización de las lenguas originarias.
Si bien la tecnología puede ser una herramienta muy útil para la difusión y enseñanza de las lenguas originarias, la tradición oral y la transmisión de saberes, son los métodos más efectivos para el rescate, promoción y conservación de la multiculturalidad, donde los ancianos tienen un papel central e insustituible, al compartir su sabiduría, historias, mitos y conocimientos ancestrales en sus lenguas maternas.
No obstante los grandes esfuerzos que en México se han realizado para preservar las lenguas originarias, éstos no han sido suficientemente efectivos y persiste la amenaza de su extinción. Como sociedad debemos respetar, valorar, apoyar, proteger y promover el uso de las lenguas maternas, desarrollando una conciencia colectiva sobre la riqueza cultural que esta diversidad encierra. Finalmente, desde aquí, reconozco y honro la herencia lingüística y el conocimiento ancestral que ha estado soterrado desde mis raíces.
Matéteraba
(Gracias, en Tarahumara).
Rosa Isabel Medina Parra
El Colegio de la Frontera Norte, Unidad Ciudad Juárez
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