Corredor fronterizo | La diáspora paisana a la deriva

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Opinión de Yetzi Rosales Martínez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 12 de enero de 2023

Hoy en día, salvo en épocas decembrinas y otros periodos vacacionales, poco se habla en México de nuestros connacionales en Estados Unidos. Excepcionalmente, cuando viajan de norte a sur en su faceta como paisanos se convierten en un foco de atención para la opinión pública nacional. Su majestuosa entrada en caravanas a nuestro país difícilmente pasa desapercibida, sobre todo para quienes esperan la malévola oportunidad de aprovechar su llegada. Su numeroso volumen y la copiosa logística coordinada por los tres niveles de Gobierno y organizaciones de migrantes, hacen de su visita un acontecimiento con pasarela y protagonistas efímeros. La bienvenida se materializa en vallas humanas de uniformados en la frontera, de ciudadanos pidiendo obsequios a lo largo de las carreteras, y de familiares que les ofrecen comida típica en sus localidades de origen. Se trata de un acto colectivo en el que México funge a la vez como origen y destino vacacional.

Estas visitas continúan siendo una tradición a pesar de los pesares. El trayecto cada vez más arriesgado infunde miedo a los viajantes, sin embargo, puede más la nostalgia del reencuentro con los suyos. Su presencia física en México justifica más el adjetivo de “héroes” empleado por el Gobierno federal para referirse a ellos por el ininterrumpido envío de remesas en medio de la crisis económica durante la pandemia. Su heroísmo y valentía resonará aún más, cuando a pesar de los operativos policiacos y el despliegue de la Guardia Nacional para “protegerlos”, vuelvan a México el próximo año después de haber sido víctimas de la delincuencia organizada.

Pero terminado el mitote festivo, los reflectores nacionales dejan de alumbrarlos. Estos mismos paisanos regresan a Estados Unidos con la etiqueta de emigrantes. Pasan a formar parte de una política de diáspora de un Estado mexicano satisfecho con el éxodo histórico de sus ciudadanos y ciudadanas, preocupado más por fomentar su permanencia fuera de nuestro país, que por incentivar su eventual retorno. A través del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, conocido como el IME, el Gobierno ha intentado mantener un vínculo con nuestros connacionales en aras de facilitar su integración a la sociedad estadounidense. Echando mano de su red consular ofrece, hasta donde su limitado presupuesto permite, una serie de servicios y defensorías legales que mitigan algunas necesidades básicas de la población mexicana. No obstante, estas acciones se quedan muy cortas frente a la tibieza de presidentes en turno que temen oponerse a sus contrapartes estadounidenses y a sus políticas anti-inmigrantes. Los dreamers y los que viven con el constante miedo a ser deportados, resultan los más agraviados.

El Estado mexicano tiene el compromiso de velar, no sólo por los derechos políticos de los y las mexicanas en Estados Unidos (como el derecho al voto, la doble nacionalidad y la protección consular), sino por todos sus derechos humanos mediante una política migratoria integral incluida en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Cuando la 4T inició, AMLO anunció una estrategia compuesta por diez acciones para proteger a esta comunidad, dos de las cuales resultaban novedosas: convertir a los consulados en procuradurías de derechos humanos y realizar consultas periódicas que representaran un espacio de expresión. Por un lado, el foro consultivo llevado a cabo por el IME en marzo y abril de 2019 en 13 ciudades no ha vuelto a realizarse en lo que va del sexenio y, por otro, los consulados no se han convertido en procuradurías.

La atención a esta comunidad en Estados Unidos no es tarea sencilla. En términos de su volumen, se estima que son 36 millones de personas de origen mexicano, de las cuales 11 millones nacieron en México; sus perfiles socioeconómicos y necesidades son distintas, desde el empresario con doble nacionalidad que demanda a México garantías para invertir en nuestro país, el trabajador agrícola temporal con visa H-2A, el jardinero en situación irregular que sortea cotidianamente a la migra para no ser detenido, hasta personas indígenas que no hablan español ni inglés. Si bien este flujo de personas disminuyó notoriamente a partir de 2008, seguimos hablando de un grupo poblacional importante para México por la conexión transnacional que acarrea vínculos sanguíneos, afectos y envío de remesas familiares. Se trata de mexicanos y mexicanas que durante décadas han conformado el grupo de emigrantes más grande del mundo, después de la población india.

En suma, el aporte que la diáspora paisana hace a nuestro país no ha sido precisamente correspondido por el Estado mexicano. Las remesas que envían representan la segunda fuente de divisas, más importante aún que la contribución de la agricultura al PIB. Frente a ello, el presidente AMLO tarda en cumplir sus promesas de campaña relacionadas con la atención a esta comunidad, pero eso sí, no olvida agradecer a sus “héroes” la entrada de millones de dólares al país.

Dra. Yetzi Rosales Martínez

El Colegio de la Frontera Norte

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