Corredor fronterizo | Otras transformaciones

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Opinión de Arturo Zárate Ruiz Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 24 de noviembre de 2022

La Independencia, la Reforma, la Revolución (que este domingo festejamos) son episodios de nuestra historia celebrados no solo por el actual gobierno, también por muchos previos y por los mismos mexicanos. Representan luchas en favor de la autodeterminación, de la igualdad ante la ley, de la democracia, los derechos de propiedad, los derechos laborales y, entre otros, la oportunidad de la educación. Merecen recordarse porque sus metas en alguna medida se siguen persiguiendo. La violencia con que se dieron ha dejado además huella en la memoria nacional.

Quiero recordar otras transformaciones que, tal vez por pacíficas, son menos recordadas, pero que, creo, no dejan de ser muy importantes. He aquí unos ejemplos.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Matamoros, Tamaulipas, designó póstumamente a Sergio Argüelles Gutiérrez como Hijo Distinguido de la ciudad. Este empresario se las ingenió para olvidarse de vender maíz palomero y mejor transformar la industria de la maquila tradicional en espacios que pudieran realmente atraer inversiones y generar empleos de calidad. Construyó parques y naves industriales que tuvieran todo lo necesario, desde servicios básicos y condiciones de seguridad e higiene, hasta ubicaciones estratégicas para las compañías, y que por su diseño e infraestructura, compitieran con los mejores servicios estadunidenses. Su empresa es hoy líder internacional en el ramo. Si inició en Matamoros, cuenta hoy con 60 sitios industriales en la República y varios más en Argentina y Estados Unidos. Introdujo así a México en las redes productivas globales aun antes del TLCAN, redes clave para impulsar el empleo bien remunerado en este país.

No necesito recordarles a los lectores regiomontanos de Eugenio Garza Sada. No fue solamente uno de los principales arquitectos del desarrollo industrial y económico de Monterrey, benéfico para todo México, también fue el fundador e impulsor del ITESM, una institución con liderazgo mundial en la educación.

De muchacho admiraba mucho a la república de Israel por transformar en vergel el desierto. No me había dado cuenta entonces de que algo similar se había conseguido también en varios lugares del país, como en La Laguna, Mexicali, Ciudad Obregón, y, entre otros, en mi misma región, el Bajo Bravo, gracias a la construcción de infraestructura de riego. En Matamoros, Tamaulipas, recordamos con cariño al tabasqueño Eduardo Chávez, quien se encargó de transformar estas tierras de eriales a prósperas plantaciones y centros de industria agroalimentaria. Sigue siendo el Bajo Bravo el “granero de México”.

Lo que me hace recordar a Norman Ernest Bourlaug, Premio Nobel de la Paz en 1970 y padre de la agricultura moderna, de la llamada Revolución Verde. Sus investigaciones en Sinaloa le permitieron mostrar cómo generar mejores semillas para la producción agrícola, más resistentes a las sequías y otros desastres climáticos, y mucho más productivas. Estableció parámetros de siembra, cuidado y fertilización de los cultivos, que permitieron triplicar la producción de los granos. Su labor fue clave para contener las hambrunas en el mundo. Hoy no ocurren tanto por la falta de alimento, sino por su mala distribución.

Mi transformación preferida es, sin embargo, la del proceso de producción de la tortilla de maíz. El método tradicional de nixtamalización exige la cocción lenta del maíz en una solución alcalina a una temperatura inferior al punto de ebullición. Una vez cocido, se debe dejar reposar toda la noche. Después se debe separar ese maíz del caldo de la cocción (nejayote). El maíz entonces se debe lavar dos o tres veces, y solo entonces se amasa en el metate y luego, en forma de tortilla, se pone en el comal.

Pero varios mexicanos inventaron durante el siglo XX distintas máquinas para hacer tortillas, y se produjo además la harina seca de maíz. Todo esto permitió la industrialización de la tortilla. Tal vez las tradicionales siguen siendo más sabrosas. Sin embargo, pregúntele usted a muchas amas de casa ahora libres, tras la llegada de las tortilladoras, de días enteros de amasado. Le dirán que prefieren mandar a sus maridos a comprar las tortillas a la tortillería.

Creo que estas y muchas otras transformaciones pacíficas cambiaron y cambian a México para bien, y son muy dignas también de recordarse, celebrarse y procurarse.

Dr. Arturo Zárate Ruiz

El Colegio de la Frontera Norte

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