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Opinión de Jesús Pérez Caballero Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 18 de febrero de 2021

A Ramón Palomar

La primera vez que vi gallos en México estaban decapitados, en una esquina cerca de mi depa en Guadalajara. Parte de un ritual, quizás. Geertz (Juego profundo, p. 347), canónico, caracteriza las peleas de gallos como “furia animal […] pura, […] absoluta […] casi un concepto de odio platónico abstracto”. Yo vi lo contrario: Un acto borroso, la costura del azar con el fatalismo pedestre de lo desechado, de la descomposición imposible de acumular.

Deslavazadamente, preguntaba por peleas de gallos; obtenía vaguedades: “Ve al Cerro del Cuatro”; “dueños jóvenes acarician a su gallo como a un gato: lo llaman gallino”. A Bali -isla indonesia donde investigaba Geertz; el gallo tiene origen asiático- se la imagina en forma de esa ave, “con el cuello tenso y la cola enhiesta” (p. 344). En esas evocaciones, sugiramos este emblema gallero: “Tío Jalisco Rojo” (imagen de una web de nota roja), un hombre -trajeado ante la escena de un crimen- que, en vez de cabeza, tiene el mapa de la entidad federativa jalisciense. Su efigie, cabeza numular de gallo, con la cresta de la Provincia Sierra Madre Occidental, como llama de San Juditas.

Al gallo de pelea lo descrestan (pierde funciones hormonales, termorreguladoras e inmunitarias) y lo desbarban, si bien puede haber peleas de “gallos crestones” (“cresta y barba sin plaquiar”). Lo desorejan, las crestas colgantes de los oídos u orejillas arrancadas. Se vuelve esfera dentada. Esfera: la sangre que manaría de la cresta se contiene y no le tapará ya los ojos. Dentada: ave más ligera y de difícil agarre, con una cabeza, punto crítico, que maniobrará mejor. Con instintos reforzados, se eleva y el rival cae en un minuto, si el gallo está bien puesto (postura: “llevar un gallo en su máximo nivel combativo y concentración mental al ruedo”, según el pastor de gallos A. Santillán).

Solís Soto (Vlog del Gallero, 27/7/16) explica que predominan las espuelas plásticas, económicas y desechables, y las de pavo natural. Prohibidas las de carey y metal, a veces las camuflan, pintadas o pavonadas. Antes de asentar la espuela en la pata, se mide con una E metálica (de 23 mm y 22 mm entre, respectivamente, el primer y el segundo, y el segundo y el tercero de cada trazo horizontal surgido de su asta vertical o brazo de la letra). Desgastada la espuela con una lija, los cubos, que fungen de base, quedan juntos al acercar sobre una superficie lisa las puntas. Al pegarlas, se logra un ángulo de 90º. Entonces se cortan los espolones del gallo, sustituyéndolos por la espuela, adherida con pega calentada. Ésta volverá a usarse, con saliva en la cinta y el hilo, para reforzar la base.

Ya en Matamoros, me contaron que las peleas iniciaron “con el señor Juan N. Guerra, conocido empresario, quien tiene muchas propiedades y negocios por la ciudad”. Ahora se pelea detrás de la “Hielera” /venta de hielo, donde hay, semiabandonado, un antiguo parque industrial como palenque. Hubo una división entre socios, y ciudadanos connotados (el dueño de un restaurante de carnes asadas, el de una forrajería) crearon una nueva asociación. Al principio, les caían soldados, “por no tener la documentación en orden”, eufemismo de la influencia de descendientes de Guerra.

Es una bodega, junto a una gasolinera. Dentro, dos bares y restaurantes tipo snack. Ambiente familiar, a veces música en vivo, apuestas regulares, de las que la casa gana el diezmo. También hay rifas tipo tómbola, de las que se obtiene igualmente el diezmo. El dueño del gallo vencedor reparte otros diezmos al ponedor o entrenador del gallo, y al soltador, quien lo amarra y lo suelta en la pelea. Nada dicen del pastor, que lo adecúa física y mentalmente, incluido su desparasitado, siempre al tanto de su calendario de vacunación y del transporte al palenque.

Del catalán palenc, originariamente era una empalizada o valla estacada para cerrar un terreno. De origen defensivo militar, según Vargas y Machuca (Milicia y descripción de las Indias, 1892 [1599], vol. I, pp. 214-215), se erigirá “si fuere mucha fuerza de gente la del enemigo y si se hubiera de descansar algún día”, con palos, “juntos y hondos” (pero no unidos con cintas, pues el enemigo podría escalarlos); troneras o pequeños agujeros para armas; y puertas con contrapuertas por seguridad, lo suficientemente altas como para que entren a caballo los defensores.

En México importa más el palenque que el juego mismo. El palenque acota y reparte el escenario; le da los trasfondos filosófico y poético. Desde ellos evocamos que, bajo la efigie del gallo, hay un hombre: “solo aparentemente son gallos los que combaten; en realidad son hombres” (Geertz, p. 343); sobreposición entre animales, captada involuntariamente por un negocio a la entrada de Xalapa: Cabagallo. Abastecedora agropecuaria del sureste. Sujetos con corazón de palenque, donde aves diminutas -para verlas no se requiere microscópico, basta un cuentahílos-, con corazón de hombre, pelean artificial y platónicamente.

Dr. Jesús Pérez Caballero

El Colegio de la Frontera Norte

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