Cuando llegué a radicar en Monterrey en 2016, me rehusaba a incluirme en las dinámicas de la ciudad; el tráfico excesivo, el calor sofocante y la actitud de algunos regiomontanos eran motivantes para no querer estar. Lo que hacía ligero el trayecto de la casa al trabajo era el contemplar el impresionante paisaje de montaña que cubre la ciudad, la vista imponente del Cerro de la Silla y el “clima” (llamado así al aire acondicionado) en la oficina.
Al paso del tiempo, no sé si me agradó, me acostumbré o aprendí a vivir como regio. Pero, ¿qué es ser regio? De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, significa perteneciente al rey, magnífico, grande, excelentísimo. La concepción en el colectivo nacional del gentilicio regiomontano, describe caracteres de una sociedad emprendedora, de alta productividad, trabajo, ímpetu, ganas de aprendizaje y esfuerzo; por otro lado se piensa también en personas clasistas. De hecho el gentilicio ha sido desplazado por el término regio con sus respectivas implicaciones.
Recientemente leí un blog en donde se describían las características de la persona regiomontana; un relato escrito por un individuo nacido en Monterrey. En esa página se mencionaban las siguientes características: tono de voz fuerte y firme, directo y en ocasiones puede sonar agresivo o golpeado. La socialización se traduce en tomar cerveza, comer carne asada, chicharrones de la Ramos, tostadas de la Siberia y ver futbol: o apoyas a Tigres o a Rayados. Como si se tratara de un test para aprobar si perteneces o no. Por supuesto el uso del léxico y acento local entre la sociedad es característico: ¡Ponte al tiro!, ¡No te agüites!; No te sordees, ¡Se vale tirar carro!, ¡Tipo!, ¡Sacas! Estas expresiones de identidad se lograron escuchar también con el ex gobernador de Nuevo León: ¡A jalar que se ocupa! Y el actual con el: ¡Ánimo, raza!, entre otros estereotipos. En ese escrito se hablaba además de una asociación del regio con el paisaje; es decir, las montañas y el cauce de los ríos principales, aparte de ser rasgos naturales, estéticos y fronteras tangibles entre municipios, son útiles en la orientación dentro de la ciudad y por supuesto estatus social.
Podemos observar dos vertientes identitarias en la geografía regiomontana: los de la clase popular y los regios de la clase alta. Los primeros asentados en su mayoría en los municipios al norte y periferia, el segundo tipo que conviven en zonas exclusivas y de alta plusvalía en el sur de la ciudad. Ambos grupos suelen compartir el sentimiento de supremacía ante personas provenientes de otros sitios, con expresiones como “chirigüillo” o “chiriwillo” para referirse de forma despectiva a alguien no nacido en Monterrey, que regularmente no es de piel blanca y que en teoría tiene poca preparación académica o profesional.
Estos valores que son asociados a la fuerza laboral, definen a grandes rasgos la forma identitaria de los regios. Estas características suelen ser excluyentes y más para personas que llegan diariamente a instalarse en esta ciudad caracterizada por su desarrollo económico y que representa un lugar atractivo para la permanencia de personas migrantes nacionales y extranjeros. Esta discriminación de ser o no ser regios se ha impulsado de forma generalizada; sin embargo, el problema está orientado al no reconocimiento de la diversidad social y cultural que habita en la urbe. Basta con leer algunos comentarios en redes sociales sobre noticias relacionadas a personas migrantes para denotar clasismo y superioridad ante estos grupos.
En una ciudad de más de 5.7 millones de habitantes y donde cerca del 24% de la población es nacida en otro sitio, la identidad de la ciudad debería extenderse y tolerarse para lograr ser una ciudad cosmopolita en la que viven personas de diversas partes del mundo y abierta a todo tipo de influencias culturales, sin importar de dónde vengan. Para mí, ser regio es sinónimo de trabajo, esfuerzo; en el que millones de habitantes contribuimos al desarrollo de un estado pujante. Sí, en efecto hay distintas formas y normas sociales al interior, contribuyamos a ser empáticos y a convivir en una sociedad multicultural.
Gustavo A. Vázquez
El Colegio de la Frontera Norte