A propósito del 5 de febrero, Día Nacional del Pulque, vale la pena escribir sobre esta bebida de origen prehispánico que sigue teniendo una presencia central en las economías rurales de México y que hoy por hoy se puede encontrar a la venta en Estados Unidos gracias a los “contrabandistas de pulque”, mismos que han logrado que la tradición pulquera se expanda más allá de las fronteras nacionales.
El pulque como parte del patrimonio cultural de México está presente en pulquerías y recetas expandidas por todo el territorio nacional; éste se puede encontrar en la receta del “pan de pulque” que se elabora en el noreste mexicano, o puede ser degustado en forma de “curados” que mezclan el sabor del pulque natural con frutas, semillas, flores o vegetales.
Sin lugar a duda la región central de México concentra la mayor producción, venta y consumo de pulque en el país. Y es importante señalar que en ciertas regiones como lo es El Valle del Mezquital, ubicado en el estado de Hidalgo, la producción de pulque ha mantenido una fuerte presencia en la economía de las familias campesinas de la región, donde destaca la amplia participación de la comunidad otomí, de origen indígena, que trabajan la tierra, cuidan de los agaves y se encargan de la extracción del aguamiel para posteriormente fermentarlo y obtener el pulque.
El también llamado “elixir de los dioses” representa para los pueblos otomíes más que una bebida, pues se trata de una tradición milenaria que hace parte de su identidad, misma que reconocen con orgullo, y por tanto lo han llevado consigo en sus movilidades, más allá de las fronteras nacionales.
Sabemos que el importante corredor migratorio entre Estados Unidos y México conecta a estas naciones de una forma única, pues tanto las poblaciones como las tradiciones culturales se desarrollan y transforman al estar de aquel lado de la frontera.
Si bien para las y los migrantes de origen otomí emigrar a Estados Unidos ha significado tener la posibilidad de acceder a mejores ingresos, también ha implicado vivir lejos del terruño, de la familia, de las tradiciones y de los sabores a los que se estaba acostumbrado en los lugares de origen. Estos últimos son muy importantes porque forman parte de su cultura y tradición, y se encuentran asidos a sus memorias y emociones.
En este sentido la alimentación de los migrantes en los lugares de destino se ha identificado por su amplia oferta gastronómica en diversos restaurantes mexicanos que han sido abiertos por paisanos a lo largo y ancho de Estados Unidos. En dichos restaurantes, los platillos favoritos de los connacionales se encuentran presentes y rinden homenaje a las tradiciones gastronómicas propias de nuestro país, asimismo, estos espacios son puntos de encuentro de la comunidad mexicana en Estados Unidos.
Pero hay ciertos productos de la gastronomía mexicana que no pueden ser replicados, así que solo queda la opción de importarlos, como sucede con el pulque. Éste llega al vecino país del norte a través de una red de intercambios encabezada por comerciantes que viajan entre México y Estados Unidos, y cuyo trabajo es comprar, revender y hasta “contrabandear” ciertos productos, como es el pulque.
Algunos comerciantes otomíes han identificado un amplio mercado en Estados Unidos para vender el pulque a paisanos que extrañan esta bebida, lo que ha hecho que sea común que en los restaurantes de barbacoa o en las pulgas (o tianguis) del norte de Texas se vean letreros que anuncian: “Se vende pulque”.
Las personas que contrabandean los pulques tienen que llevarlos desde el centro de México hasta Estados Unidos con cuidado de no ser detectados, ya que no pueden ser declarados; en pocas palabras, de no pasar el pulque a escondidas simplemente no podría llegar a la mesa de cientos de paisanos migrantes en Estados Unidos.
Estos contrabandos de pulque son mercancías altamente valoradas por el grupo de migrantes que se identifican con la tradición pulquera, y su precio se eleva ya que al cruzar la frontera éste se cotiza en dólares. Hoy día un litro de pulque blanco, comprado en un mercado del estado de Hidalgo, vale alrededor de 15 pesos mexicanos; sin embargo, cuando este mismo litro de pulque es revendido en una pulga o en un restaurante de barbacoa en Texas, su valor asciende hasta los 20 dólares americanos.
La oferta y la demanda de estos productos étnicos está ligada a la importante carga cultural y afectiva que éstos poseen, es así como las personas los buscan en el mercado estadunidense, haciendo que esta tradición milenaria del pulque lejos de desaparecer se reviva y celebre más allá de la frontera norte.
Asimismo, parecería que al tratarse de las identidades y del patrimonio cultural las personas son capaces de traspasar fronteras y de ignorar las prohibiciones, para así abrazar sus tradiciones, negándose a olvidar su origen, tradición e historia.
Dra. Ambar Paz Escalante
Postdoctorante, El Colegio de la Frontera Norte