Desnormalicemos la violencia

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Opinión de Cirila Quintero Ramírez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 27 de agosto de 2018

El 22 de agosto se cumplieron ocho años de que fueron encontrados 72 cadáveres de migrantes en un rancho de San Fernando, Tamaulipas. El 26 de septiembre se complicaran cuatro años que  fueron desaparecidos 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. La enumeración de eventos dolosos, y no castigados o no aclarados, podrían seguirse enunciando. A la lista habría que sumar los miles de personas que están desaparecidas, los feminicidios no resueltos, ni castigados. La violencia nos ganó la partida, y la integramos como parte de la interacción social. Los crímenes, la impunidad de los mismos, nos dejaron de sorprender y los normalizamos. El resultado: el incremento de asesinatos a puntos insospechados.  Hasta julio de 2018, en total se habían registrado 16,339 asesinados, un incremento del 44% con respecto al mismo período en 2015. En México, mueren y desaparecen más personas que países en guerra, lo que es inadmisible.

Como país urge que desnormalicemos la violencia. La violencia no es una característica innata a las relaciones entre individuos es producto del poder y la impunidad, se deriva de la corrupción que permea a las instancias gubernamentales que no asumen su papel de protector de la sociedad  y de penalizar a los criminales pero también de una sociedad no solidaria, apática, que no hace nada para frenarla y apoyar a los que exigen justicia, hasta que le toca o vive un acto de violencia. Por el contrario nos molestan las marchas, las movilizaciones en demanda de justicia, y llegamos al extremo, como dijo un funcionario, de expresar:  “ya supérenlo”. ¿Cómo superas la desaparición de un hijo, una hija, un esposo, un familiar, sin explicación alguna? ¿Cómo superas el asesinato de un ser querido con un grado de violencia que raya en el sadismo? O explicaciones simplistas de “andaba en malos pasos”, “Fue un daño colateral” o bien la revictimización de las mujeres violadas o asesinadas de “¡ella se lo busco!”.  Ciertamente, un parte de problema es que el gobierno castigue a los culpables, y para ello, la presión social es fundamental, pero otro apartado fundamental consiste en desnormalizar la violencia en nuestros ámbitos privados, familiares, laborales.  

¿Cómo se desnormaliza la violencia en el terreno personal?  Reposicionando el valor de la vida tanto de uno mismo como del otro. En el pasado los abuelos decían que: “la diferencia entre el ser humano y el animal era el respeto a la vida”. Quien cruza la línea de arrancar la vida al otro, pierde ese límite existencial, dado que lo mismo da privar de la vida a uno o cien. El problema es que mientras en el pasado cruzar esa línea era tan difícil ahora es bastante común  porque hemos perdido el respeto que debe privar en el trato personal, el poder de dialogar y usamos a la violencia como canal de solución de conflictos. Los golpes, las armas, sustituyen a los argumentos, dejamos que los instintos priven más que la racionalidad. Además como hay una alta probabilidad de no ser castigado la violencia se extiende a todos los espacios sociales: el hogar, el trabajo, la red de amigos, etc.  Hablamos de violencia externa pero eso justifica ¿qué usted agreda a sus hijos, a su esposa/o, a su novio, a su compañero/a de trabajo? ¿Qué agreda a los otros conductores y que saque la pistola si alguien le toca el claxon o no se mueve a la velocidad que usted quiere? ¿Qué violente, en todas sus variantes, a esa mujer que camina en la calle o usa transporte, por el simple hecho de ser mujer? ¿Qué se agarre a golpes con la vecina simplemente porque no pensó como usted?  Piénselo y cambie. Usted puede contribuir a disminuir la violencia de este país.

Dra. Cirila Quintero Ramírez

El Colegio de la Frontera Norte