Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 24 de octubre de 2012

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos tendrán lugar el próximo martes 6 de noviembre; durante las campañas han tenido lugar tres debates entre los dos contendientes, el candidato republicano Mitt Romney y el demócrata –y presidente en funciones- Barack Obama. Debates –todos ellos celebrados en este mes de octubre- que tuvieron como sedes diversas universidades: el primero, celebrado el día 3 en la Universidad de Colorado en Denver; el segundo, el martes 16 en la Universidad de Hofstra, en  Hempstead, Nueva York  y el tercero, este lunes 22 en la Universidad Lynn, en Boca de Ratón Florida.

Según los sondeos, para los norteamericanos, Mitt Romney habría ganado el primero de los debates y los otros dos, el presidente Barack Obama. Los reportes previos al último de los debates indicaban que los candidatos llegaron prácticamente empatados al último debate, con una pequeña franja de indecisos –que se estima en un 3%- y que podría definir el rumbo. Ahora bien, con la apabullante victoria de Obama en el tercer debate, la prestigiosa empresa encuestadora Gallup reportó este martes 23 que el presidente amaneció superando con 5 puntos porcentuales al candidato republicano Mitt Romney (51% y 46%, de las preferencias, respectivamente).

El más interesante de los debates fue el segundo, celebrado el martes 16 de octubre. Durante el primero, aquel miércoles 3 de octubre la pasividad de Obama le significó un duro revés en sus aspiraciones reeleccionistas. Romney se alzó con el triunfo porque la percepción generalizada fue que la cautela de Obama contrastó notablemente con la enjundia del candidato republicano.

A la audiencia lo que le gusta es la confrontación, las respuestas ágiles, la dinámica del evento; quizás la cultura del talk show le ha ganado la partida a las discusiones de fondo. Es la imagen la que priva por sobre las ideas y propuestas. Son los tiempos del marketing político, ni hablar. Así lo dijo una twitera aquel miércoles por la noche: “Típico que te apantalla la agresividad en un debate, no importa el contenido o sus propuestas, el estilo te impresiona”.

Los sondeos indicaban que Obama fue alcanzado en las preferencias y para algunas casas encuestadoras, rebasado. En ese contexto, el presidente aprendió la lección. Preparó al detalle el segundo debate del martes 16, que tuvo lugar en la Universidad Hofstra, en  Hempstead, Nueva York. Invirtió horas extras para revertir la caída del primer evento, y tuvo éxito.

Como lo comenté respecto al primero de los debates, el formato es muy importante para garantizar la dinámica del evento. En esta segunda ocasión ya no hubo atriles y los contendientes aguardaban su turno sentados, mientras que quien tenía la palabra se movía libremente en el foro: a veces se dirigía a la moderadora, a veces al público y otras más a su adversario. Era interesante ver que casi nunca ninguno de los debatientes esperaba hasta el final su turno sentado: se levantaba para replicar y arrebatar la voz. La moderadora tuvo que emplearse a fondo y hasta regañar a quienes se disputaban la palabra. Parecía más bien una referee que entraba a separar a los pugilistas.

Por cierto, Candy Crowley, una experimentada periodista de 63 años de la cadena CNN, se convirtió en la segunda mujer en la historia en moderar un debate presidencial en Estados Unidos.  La primera fue Carole Simpson, quien en 1992 moderó el debate en la Universidad de Richmond, Virginia, entre George Bush (quien buscaba la reelección), Bill Clinton y Ross Perot. Pasaron veinte años para volver a tener una mujer conduciendo el evento.

El tercer debate fue moderado por Bob Schieffer, un veterano periodista de la cadena CBS, nacido en 1937. Se decidió por un formato donde los dos candidatos se sentaron en torno a una mesa controlada por el moderador. El tema fue la política exterior norteamericana: una apabullante demostración de conocimientos de Obama, que contrastó con la inseguridad de Romney; pero en la cual México y América Latina brillaron por su ausencia. Ganó el presidente: veremos si salir airoso en los dos últimos debates es suficiente para refrendar su triunfo en las urnas; todo indica que así será.

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