El mercado de trabajo mexicano se encuentra a principios del 2022 en una encrucijada atravesada de paradojas, desafíos e incertidumbres respecto al futuro que se avecina.
Por un lado, la posibilidad de que la pandemia se convierta en endemia abriría la puerta a una “normalización” de la actividad laboral y económica que no estaría mediatizada por el confinamiento o los cierres parciales de establecimientos. Esta normalización, con mayor estabilidad, sería la condición necesaria pero no suficiente para una recuperación más firme tanto del empleo como de los salarios. Los otros factores en juego son, entre otros, los niveles de inversión pública y privada que se alcancen en el futuro y un entorno internacional dominado por la incertidumbre.
Si bien la pandemia y la crisis económica y laboral ha traído cambios al mercado de trabajo mexicano, también se observan importantes elementos de continuidad con respecto a los rasgos estructurales que caracterizan este mercado. Aunque no son desdeñables las tasas de crecimiento del empleo formal, lo que parece claro es que la recuperación se ha dado principalmente por la vía de la de la informalidad que actualmente supera la tasa registrada en el primer trimestre del antes de la pandemia, 56.2% a finales del 2021 frente a 56.1% en febrero de 2020. Los resultados de la ENOE indican que, en el cuarto trimestre de 2021, la suma de las personas en todas las modalidades de empleo informal, 31.6 millones, aumentó en 2.2 millones respecto al mismo lapso de 2020. Ello revierte una suerte de “formalización espúrea” acaecida durante el 2020 cuando el confinamiento dejó fuera del mercado de trabajo a millones de trabajadores informales que pasaron a engrosar la Población no Económicamente Activa.
En lo que se refiere al empleo formal los datos de enero indican que el número total de afiliados al IMMS, casi 20.700.000 millones de trabajadores superaba por 300000 la cifra de enero de 2020 pero en estos dos años ha experimentado altas y bajas al compás de los indicadores de la pandemia. Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo de los “empleos” perdidos en el primer semestre del 2020 el 75% fueron informales, pero, por otro lado, los trabajos informales representan 72% de los trabajos creados a partir esa fecha.
Por otro lado es preciso tomar en cuenta que la destrucción de empleo en los meses más duros de la pandemia afectó de manera más aguda a grupos de trabajadores estructuralmente vulnerables como las mujeres, los jóvenes y los trabajadores de mayor edad. Ello es similar a lo que la OIT documenta para los mercados de trabajo latinoamericanos.
En lo que se refiere al trabajo femenino, en el caso de México millones de mujeres pasaron a la desocupación o a la PNEA por varias razones: muchas de ellas trabajaban en sectores especialmente afectados por la crisis como el sector turístico; asimismo, grandes contingentes de mujeres empleadas como trabajadoras domésticas fueron despedidas de manera definitiva o temporal por el riesgo de contagios. A este tipo de factores se agrega el hecho de que millones de mujeres, madres o abuelas se encargaron, muchas veces de manera precaria, de que sus hijos recibieran los cursos a distancia instrumentados por la SEP restándole posibilidades de mantener un trabajo remunerado.
A pesar de que durante el año 2021 el trabajo femenino se recuperó, la tasa de participación no alcanzaba los niveles anteriores a la pandemia. Entre el cuatro trimestre de 2020 y el cuarto trimestre de 2021 las mujeres ocupadas pasaron de 20.7 a 22.3 millones. Sin embargo, la tasa de participación, que a finales de 2019 alcanzó el 45.4%, en el cuarto trimestre del 2021 se situaba en 44.7%.
La difícil recuperación en el mercado de trabajo se observa también en lo referente a los salarios. Con cifras del cuarto trimestre del 2021 se constata que alrededor del 60%, casi 24 millones de los trabajadores asalariados, ganaban un máximo de dos salarios mínimos y aproximadamente el 42% se encontraban en el rango de entre uno y dos salarios mínimos. Y poco más de 800000 de los 38 millones de asalariados percibían más de cinco salarios mínimos. Los porcentajes de trabajadores en los niveles más bajos se fue incrementando incluso a partir de en un mes como septiembre del 2020 donde los efectos nocivos de la crisis ya se habían hecho notar. Según cifras de la ENOE, el porcentaje de asalariados que percibían hasta dos salarios mínimos era de 56% y el porcentaje en el rango de 1 a 2 salarios mínimos representaba el 33.7% del total.
Aunque las subidas del salario mínimo pueden haber desplazado a ciertos grupos de trabajadores a los rangos de menores salarios, desde otra perspectiva las tasas inflacionarias del 7% erosionan los aumentos salariales y por tanto el poder adquisitivo de los trabajadores.
A pesar de su importancia, las secuelas de la crisis y los alcances de la recuperación del empleo y los salarios no son los únicos temas candentes. La reforma laboral derivada de lo previsto en el T-Mec, está dando sus primeros pasos con la elección de los representantes sindicales en algunas empresas con el propósito de avanzar hacia una democracia sindical muy poco frecuente en México. Lo sucedido en la planta de General Motors en Silao (Guanajuato) y en algunas otras empresas, es un botón de muestra de que las formas de representación genuinas pueden abrirse paso a pesar de las inercias, los obstáculos y los intereses de los líderes enquistados en las organizaciones sindicales. En cambio, las elecciones sindicales en Pemex sugieren que en otras empresas las culturas laborales corporativas y las estructuras de poder tradicionales siguen permeando las dinámicas de muchas secciones sindicales. La democracia sindical evidentemente no se construye en un día ni significa lo mismo para todas las partes implicadas.
Finalmente, una tercera cuestión a tomar en cuenta son los procesos de digitalización en las empresas y en las actividades económicas en general. La pandemia , como es sabido, la acelerado el uso de herramientas digitales en distintos ámbitos y con consecuencias diversas. Algunos ejemplos importantes son los usos de este tipo de herramientas en las tareas docentes, administrativas y de gestión; asimismo, la realización cada más frecuente de tareas a través del teléfono celular, las tabletas o las laptop con el acceso consiguiente a aplicaciones, programas y formas de comunicación novedosas. La ampliación de las “soluciones digitales” ha evidenciado la necesidad de mejorar las habilidades y las competencias de distintos grupos de trabajadores que probablemente en el futuro seguirán laborando mediante esquemas híbridos. Las recomendaciones de Cepal y otras organizaciones destacan la necesidad de instrumentar planes de capacitación públicos y privados dirigidos a mejorar este tipo de competencias.
Por el otro lado, el trabajo a través de plataformas saca a la luz nuevas formas de precarización que obligan a poner en marcha formas de regulación que alivien las cargas de trabajo, reduzcan los riesgos y otorguen prestaciones a aquellos trabajadores que, siendo considerados por las plataformas, trabajadores independientes desempeñan tareas en condiciones tipificadas como características del trabajo subordinado.
Dr. Alfredo Hualde
El Colegio de la Frontera Norte