De por sí, uno de los temas neurálgicos de la frontera entre Estados Unidos y México, la inmigración indocumentada se ha convertido en un reto formidable para Joseph Biden y su administración. Recordemos que Biden llegó a la presidencia con la promesa de revertir la política migratoria de su predecesor, pieza clave en su refutación general de la propuesta de nación de Trump, quien, agitando corrientes nativistas y racistas del país, asentó su campaña electoral y su presidencia en la promesa de cerrar la frontera con México y detener la migración indocumentada, en su mayoría proveniente del sur global.
Al llegar a la casa blanca Biden propuso reconocer la diversidad de la nación, la injusticia racial, la violencia original en que se fundó y, como señal de su buena voluntad y compromiso en el redireccionamiento de la nación, dar un trato más humanitario a los inmigrantes: admitir a más refugiados y ofrecer la ciudadanía a los DREAMERs, por ejemplo. Pero no se ha dado tal transformación y su respuesta a las recientes migraciones se ha caracterizado por impases que parecen contradecir su ofrenda original.
Sugiero que no obstante las aparentes contradicciones, su postura refleja y es resultado de la compleja coyuntura sociopolítica actual. Esto ha dado lugar a lo que se puede llamar una disputa por el proyecto de la nación, dentro de la cúpula de poder y a lo largo y ancho del país, donde la migración juega un papel significante.
La coyuntura es compleja y merece una reflexión mayor, pero para estos fines propongo que, para empezar a entenderla, hay que tomar en cuenta dos desenlaces. Primero, el país se encuentra inmerso en una polarización política – entre posturas de derecha moderada y radical, por un lado, y de corte liberal moderado y progresista, por otro. Esta polarización se expresa en casi todos los ámbitos de la vida estadounidense – desde hogares y escuelas, hasta lugares de trabajo e instituciones de gobierno. Segundo, la postura de derecha se ha centrado en una visión esencialista de la nación de contornos raciales, racistas y milenaristas, que ha desembocado en una política de identidad y agravio o resentimiento. Los que se adhieren a esta visión vieron y ven en Trump y sus séquitos representantes y defensores de su propuesta de nación, y en el partido Republicano han encontrado un espacio para extender esa idea de lo que fue y debe ser el país. Por lo mismo, han introducido, y en momentos impuesto, un giro identitario de agravio a las discusiones de temas centrales de la sociedad estadounidense – la política migratoria y el trato a migrantes y refugiados, por ejemplo.
Fue en ese contexto que se han dado algunas de las migraciones más grandes desde que el gobierno de Estados Unidos las empezó a registrar en 1960 – 1.7 millones intentos de ingreso al país, solamente en los últimos 12 meses. Vistas por la derecha, acogida en el partido Republicano, estas migraciones recientes son una manifestación más de la ausencia de control sobre la línea internacional y la invasión de poblaciones del sur global. Por el contrario, entre el partido Demócrata de Biden, el ala liberal o moderado reconoce una crisis humanitaria que requiere una respuesta humanitaria de igual proporción. Para el ala más progresista, las migraciones y el trato a las y los migrantes son una manifestación más de la injusticia social, del racismo sistémico y de inequidades de poder dentro del país. Así, se convierten en una llamada más a la necesidad de reconocer la violencia en que se asentó la nación desde su fundación – en especial, el legado de la esclavitud.
Entre estas posturas ideológicas y partidarias y ante la situación apremiante migratoria, Biden ha manejado un discurso político que critica y se opone a la de Trump pero que, a la vez, emplea algunas de las tácticas que usó su predecesor.
Hay dos mecanismos, ambos alentados por Trump, que se han utilizado para responder a la migración reciente. Uno es MPP (por sus siglas en inglés), el Protocolo de Protección Migrante, introducido en 2019, suspendido por Biden en enero de 2020, formalmente terminado el 1 de junio y revivido a finales de agosto de 2021 por un juez federal de Texas y por la decisión de la Suprema Corte de la nación de no bloquear su restitución. Desde su inicio, MPP fue una medida controversial que dio lugar a múltiples denuncias por defensores de derechos humanos de migrantes. Se le han adjudicado innumerables casos de violaciones humanas de migrantes y de otros que salieron en solidaridad con ellos y ellas, de la separación forzada de familias y del maltrato a menores.
Si bien MPP ha acaparado la atención, dado el innegable sufrimiento que ha causado, la mayoría de las remociones más recientes no se han hecho a través él. Desde que Biden está en el poder se han llevado a cabo a través de una orden de Salud Pública, conocida como Título 42, que autoriza la remoción de personas que presentan una percibida amenaza a la salud pública – en este caso por Covid-19. Implementada primeramente por Trump ha continuado bajo la administración de Biden, y ha sido el instrumento de las mayores expulsiones de migrantes en tiempos recientes.
La permanencia de las prácticas y políticas de Trump en el tiempo que lleva Biden de presidente ha tenido algunos resultados esperados. Para enfatizar, han habido mayores expulsiones, más de un millón. Tampoco se ha realizado la promesa de resolver la situación migratoria de una forma humanitaria. A la vez, la decisión de Biden de continuar con tales políticas refleja tropiezos en su esfuerzo por plantear una propuesta alternativa de nación, un impase que lo ha debilitado y dejado en una especie de limbo con respecto a la contienda por el liderazgo del país. A un año y medio de su presidencia, no ha respondido a lo satisfecho las demandas de ninguna de las partes interesadas en atender la situación migratoria. Su decisión de continuar con las expulsiones no es suficiente para los republicanos y los adherentes al proyecto nacional esencialista. Tampoco responde de manera eficaz y humanitaria a la llegada de migrantes, petición del ala moderada de su partido, y no adelanta el desarrollo de Estados Unidos basado en la justicia, la equidad y el reconocimiento de su diversidad interna, demanda del ala más progresista.
Dra. Olivia Ruiz Marrujo
El Colegio de la Frontera Norte