Las declaraciones del reciente electo Presidente Donald Trump sobre tasar con impuestos hasta del 20% a productos chinos realizados en México, y otros impuestos a la producción mexicana https://verificado.com.mx/impacto-aranceles-propone-trump-mexico/, así como la declaración de políticos canadienses, https://www.infobae.com/mexico/2024/11/21/ministros-de-provincias-de-canada-insisten-en-excluir-a-mexico-del-t-mec-necesitamos-un-acuerdo-bilateral-con-eeuu/, en torno a que se excluya a México del TMEC demuestra una mirada muy cortoplacista y superficial de la realidad económica que viven los tres países. La relación económica entre los tres países no depende de los tratados comerciales sino de una relación histórica, en donde México se ha convertido en el primer socio comercial, en ambos lados de la frontera, de Estados Unidos, pero también Canadá ha estado involucrada de manera dependiente en las decisiones que no tanto el gobierno norteamericano sino las empresas trasnacionales, especialmente las automotrices, han tomado sobre la manera de movilizar y utilizar a la mano de obra de los trabajadores de los tres países para aumentar su tasa de ganancia. Excluir a México del interjuego económico que tiene los tres países, no implicaría la simple separación de México de la relación comercial, constituiría un ataque al corazón del sistema capitalista, dado la alta conexión y articulación que tiene este sistema a lo largo de los tres países. En donde las ventajas impositivas, comerciales, legales que les otorgan los tres países a los capitalistas trasnacionales y nacionales, en todos los sectores económicos, se constituyen en el esqueleto que soporta su dinámica económica.
Esta afectación al sistema capitalista me parece que es un objetivo que luce improbable dada la inserción abierta de decenas de inversionistas que llevaron al triunfo a Trump y la relevancia que se les está otorgando en la conformación del nuevo gabinete presidencial, y se evidencia más como una estrecha alianza, en donde se confunde lo empresarial con el interés gubernamental, que una oposición, resultaría paradójico que inversionistas, como Elon Musk, apoyarán un gobierno que atentará contra sus inversiones. Recordemos el capital no tiene nación, solo intereses. La confrontación China-Estados Unidos no se debe visualizar como un conflicto entre naciones, sino entre capitalistas que buscan el dominio y hegemonía de la economía internacional, apoyados en gobiernos nacionales, y que ponen en juego distintas estrategias, lícitas e ilícitas, para penetrar a Estados Unidos, principal mercado mundial para toda clase de productos.
Un análisis más serio y de larga data también permitiría mostrar que los principales afectados en el corto plazo sería los trabajadores, los consumidores de los distintos países, como se ha mostrado anteriormente. Pongamos un ejemplo, basado en evidencias históricas, el regreso de inversiones de las grandes automotrices, primero, no será el regreso masivo de trabajos, dado que eso ya no existe por automatización y el uso de inteligencia artificial en el proceso productivo, segundo, tampoco garantiza el pago de salario de 34 dólares por hora, que percibe un trabajador automotriz sindicalizado en Estados Unidos, sino que los inversionistas buscarían ubicarse en los estados con más bajos salarios, como Texas, en lugar de regresar al antiguo corazón automotriz. Esta historia ya la vivió Estados Unidos en los años ochenta y noventa, con el desplazamiento de la inversión automotriz de los brownfields a los greenfields, espacio con bajos salarios y sin sindicatos, afectando con el desempleo a miles de trabajadores norteamericanos y que llevó al ocaso a antiguas zonas industriales, centrales para la economía de Estados Unidos. A los ministros y gobernantes canadienses que abogan por un tratado bilateral entre Canadá y Estados Unidos habría que recordarles que en 1989 se firmó el Free Trade Agreement entre Canadá y Estados Unidos, un acuerdo que aprovecharon las Big Three automotrices para movilizar sus inversiones a Canadá en donde resultaba más lucrativo producir, dado la diferencia entre el dólar canadiense y norteamericano. El enemigo comercial no es México sino empresas transnacionales, con nulas o escasas regulaciones, que usan los territorios, afectando a miles de trabajadores, ciudades completas, sin sanción alguna, cuando emprenden el vuelo en busca de una tasa de ganancia mayor, la historia la han contado los miles de trabajadores que han quedado desempleados en los tres países. En tercer lugar, habría que mencionar que el incremento en los salarios de los trabajadores, de las inversiones que regresen a Estados Unidos, se reflejará en el precio al consumidor, no es lo mismo pagar 16.76 dólares la hora, en una localidad norteamericana con bajo salario, que pagar 25 -30 dólares por jornada laboral de 8 horas, en promedio que pagan las automotrices en México, en las automotrices mejor pagadas. Este ejercicio muestra como con la exclusión de México, no se protege a la economía de un país, sino a empresas transnacionales que antes que disminuir su tasa de ganancias por cambios arancelarios o comerciales, recurren a toda clase de estrategias, muchas veces apoyadas por los gobernantes, para transferir estos costos a sus trabajadores y a la población en general.
Finalmente, los gobernantes mexicanos también deberían ser más conscientes y responsables con las inversiones que están recibiendo, y siguen buscando con el nearshoring, primero recordando que esta nueva fase económica no es más que la continuación de las estrategias transnacionales para conseguir una mayor tasa de ganancia, y por lo tanto es una inversión inestable; segundo, que el otorgar todos los beneficios y prerrogativas a los inversionistas, sin exigirle una responsabilidad social, no garantiza que se inviertan en México, el caso de Tesla en Nuevo León, es un ejemplo de la irresponsabilidad gubernamental de construir el futuro económico de un estado y una región en promesas de inversionistas sin acuerdos firmados y una exigencia de responsabilidad. A la par de las ventajas competitivas que los gobernantes y empresarios mexicanos promueven ante inversionistas potenciales debería estar también las exigencias de responsabilidad empresarial hacia los trabajadores y las comunidades, en donde se asientan, que México esperaría no solo de estos nuevos inversionistas sino de los que ya están en el país.
Cirila Quintero Ramírez
El Colegio de la Frontera Norte, Unidad Matamoros.
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