En un lugar de la frontera… “¡Hoy no hay médico, señora! Solo puede poner la denuncia, pero debe regresar mañana para que le realicen el examen médico”, indicó el encargado de información de una dependencia gubernamental a una mujer que llevaba a su hija a presentar una denuncia por violencia intrafamiliar. Alma, una joven de 22 años, había sido golpeada durante la madrugada por su pareja, dejándola con severas marcas en el rostro y sin poder caminar por sí misma. Sus padres la sostenían a cada lado para que lentamente avanzara, mientras que su pequeña hija de 4 años iba detrás de ellos cargando muñecos de peluche. Esta escena debería ser solo parte de una novela de terror, sin embargo, ese 27 de octubre de 2024, no fue el único caso de ese tipo que se registró en Ciudad Juárez, ya que en esa sala había cuatro mujeres en condiciones similares, esperando turno para presentar la denuncia correspondiente.
La violencia intrafamiliar constituye uno de los problemas sociales más graves, complejos y devastadores, tanto para las víctimas directas como para la sociedad en su conjunto. Esta forma de violencia no solo se manifiesta a través de agresiones físicas, sino también psicológicas, sexuales y económicas, dejando profundas cicatrices en quienes la padecen, que incluso pueden perdurar a lo largo de toda su vida. Aunque es un fenómeno que afecta a millones a nivel mundial, en esta localidad, según informes oficiales y periodísticos, las denuncias por violencia intrafamiliar aumentaron más del 21% entre enero y agosto de 2024, donde las principales víctimas son mujeres, niñas, niños y adolescentes.
Las causas de la violencia intrafamiliar son multifactoriales, abarcando factores individuales, culturales y estructurales; sin embargo, las desigualdades entre hombres y mujeres se consideran una de las principales raíces de este problema. Históricamente, las mujeres han sido vistas como subordinadas a los hombres, lo que ha facilitado la normalización de comportamientos abusivos dentro del hogar. La Organización Mundial de la Salud señala que una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja en algún momento de su vida. Factores como la dependencia económica y el miedo a represalias dificultan que las mujeres escapen de estas situaciones, exponiéndolas a un riesgo mayor de experimentar trastornos psicológicos, como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, suicidio, entre otros.
UNICEF señala que los niños, niñas y adolescentes que son testigos o víctimas directas de violencia intrafamiliar sufren consecuencias profundas, con una mayor probabilidad de desarrollar trastornos emocionales, conductuales y de aprendizaje, como ansiedad, depresión, agresividad y dificultades escolares. Además, presentan un mayor riesgo de replicar estos patrones de abuso en su vida adulta, perpetuando así el ciclo de violencia.
A nivel social, la violencia intrafamiliar representa una carga económica significativa. Los costos asociados incluyen el tratamiento médico de las víctimas, esquemas de protección, los servicios psicológicos, los procedimientos judiciales y las intervenciones policiales, significando un impacto negativo en los sistemas de salud y de impartición de justicia.
Desarticular la violencia intrafamiliar es una responsabilidad compartida entre el gobierno, las instituciones y la sociedad civil es crucial, donde destaca el papel de las familias, mismas que deben educar a sus hijos e hijas en valores de igualdad, respeto y solidaridad, sustentándose en una actuación gubernamental decidida, a partir de un enfoque integral que atienda tanto las causas estructurales como las necesidades de las víctimas.
Es fundamental la implementación de políticas públicas centradas en la prevención y educación, que incluyan programas de sensibilización sobre igualdad y derechos humanos desde temprana edad, con el fin de promover relaciones respetuosas y erradicar la tolerancia hacia la violencia, enfatizando en generar y fortalecer programas de rehabilitación para los agresores, evitando su reincidencia, al mismo tiempo que debe fomentarse una cultura de denuncia y exigencia de justicia para las víctimas.
La erradicación de la violencia intrafamiliar también requiere una intervención legal oportuna y efectiva. Los sistemas judiciales deben ser más ágiles y eficientes en la protección de las víctimas, garantizando refugios seguros, atención médica y psicológica, y mecanismos de acceso rápido y directo a la justicia. Además, es fundamental que se penalicen los abusos de manera contundente y se asegure la integridad y seguridad de las víctimas en todo momento, evitando situaciones donde tenga que expresarse ¡Hoy no hay médico, señora!
Rosa Isabel Medina Parra
El Colegio de la Frontera Norte, Investigadora por México de CONAHCYT en la Unidad Cd. Juárez
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