Juicios reflexionantes ante la maldad en la frontera norte

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Opinión de Óscar Misael Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 24 de febrero de 2022

La maldad humana es por demás conocida, aunque en diferentes versiones. No sólo es un tema teológico, sino también de la filosofía y las ciencias del comportamiento. La definición nominal de maldad es la cualidad de malo y lo malo se define como lo contrario a lo bueno, lo que se aparta de lo lícito, de lo honesto, lo que daña u ofende, lo que desemboca en desgracia o calamidad. Por supuesto, entender la maldad implica un cuestionamiento profundo, pero sobre todo, demanda repensar a quién o quiénes se adjetiva como malos y por qué, más allá de nociones superficiales.

Hace cuatro años, psicólogos holandeses y alemanes se interesaron en el tema y llevaron a cabo un estudio (1). Encontraron que hay aspectos oscuros de la personalidad humana que ellos llamaron “factor D”, por dark: egoísmo, maquiavelismo, narcisismo, psicopatía, sadismo, interés propio y rencor. El factor D puede predominar en alguno de los rasgos descritos, en varios o en una combinación de éstos, aseveraron los especialistas. Por supuesto, hay una diferencia abismal entre tales rasgos en una persona y los crímenes atroces que puede cometer otra u otras, los cuales podrían ser adjetivados como actos de maldad en tanto desafían todo razonamiento y cualquier pizca de sensibilidad humana. En los años sesenta la filósofa Hannah Arendt (2) se preguntó por ello a propósito del holocausto judío y el juicio de Adolf Eichmann. Ella concluyó que el mal se trivializa, en especial cuando los individuos (“malos”) actúan dentro de un sistema al que pertenecen y no reflexionan sobre sus actos (de maldad) o las consecuencias (éticas o morales) a pesar de lo inhumanos que sean con otros individuos.

En la frontera norte de México la maldad humana ha sido más que evidente en actos de hiperviolencia criminal. Sin caer en un retrato pornográfico de dicha hiperviolencia, basta rememorar el asesinato de 12 jóvenes y un bebé en Creel en 2008; la detención del pozolero en Tijuana en 2009, hombre acusado de disolver más de 300 cuerpos; la masacre de 72 migrantes en San Fernando en 2010 y el hallazgo de casi 200 cuerpos en fosas clandestinas en 2011; el asesinato de innumerables familias en Allende en 2011; los 49 torsos encontrados en Cadereyta en 2012; el asesinato de 3 adultos y 9 menores de edad de la familia LeBarón en la frontera Chihuahua-Sonora en 2019; la masacre de 19 migrantes en Camargo en 2021, entre otros.

Pareciera que esta región fronteriza arrastra un touch of evil, parafraseando el título de la película de Orson Welles de los años 50´s, precisamente sobre muerte y corrupción en la frontera. Sin embargo, ¿podríamos pensar que la maldad a veces remite juicios reflexionantes? O más específicamente, ¿los tienen las personas adjetivadas como malas? La idea de juicios reflexionantes es propuesta por la filósofa María Pía-Lara (3), quien los define como la capacidad humana para comprender el espectro del mal según la posición moral de cada individuo. Una entrada para pensar el tema es usando casos etnográficos, narrativas sobre posibles juicios reflexionantes que ocasionalmente enfrentan varones de la frontera conocidos como sicarios, mañosos (por ser parte de la maña o crimen organizado) o malandros (por ejercer el mal delictivo).

Un primer caso es el de algunas personas que han llevado a cabo actos de desaparición forzada: una expresión de maldad no sólo porque trasgrede lo legal y violenta derechos humanos, sino también porque se ejerce a través del terror para lograr el sufrimiento individual y familiar. Quien la lleva a cabo, por lo tanto, es una persona malvada, pero como ha señalado Natalia Mendoza (4), algunos sicarios motivados por el arrepentimiento dan información a las rastreadoras sobre el posible paradero de sus seres queridos, ya sea vivos o muertos. 

Un segundo caso es el vivido en algún momento por personas que tienen que ver con el tráfico de migrantes. Un sacerdote, quien además es un férreo defensor de los derechos humanos en la frontera, me narraba que un día durante una misa sacó a colación que algunos migrantes habían sido secuestrados de un albergue y pidió a la congregación orar por ellos. Al terminar la misa, según dijo, un hombre se le acercó, lo saludó y antes de irse expresó: “No se preocupe, padre, sus migrantes están bien, en la tarde vuelven”. Los migrantes sí regresaron. Para el sacerdote era algo inaudito, un milagro de Dios, como lo definió y por esa razón también pidió a la congregación que rezara por los criminales, como años antes lo había solicitado un arzobispo de la Ciudad de México (5).

Un tercer caso es el que, recientemente, me compartió una mujer cristiana, quien decidió dar albergue a migrantes en su propia casa. Tuvo la visita inesperada de un hombre, armado, quien dijo ser vocero de un líder criminal en una ciudad fronteriza. En concreto fue a amenazarla porque les habían informado que ella estaba lucrando con los migrantes. Y eso, sin permiso de ellos, no se hacía. La mujer lo invitó a pasar y le explicó su intención hospitalaria. El hombre aún se mostraba incrédulo. “¿Tiene usted pareja o hijos?” Le preguntó la mujer y él respondió que sí. “Yo también –agregó ella-, y no los pondría en peligro haciendo algo malo en mi casa que mucha gente conoce, como usted, ahora”. El hombre se sentó y le dio un número de contacto para que le informara cualquier asunto. ¿”Podemos orar con usted?”, ella le preguntó y él accedió.

Los casos compartidos parece que se traslapan en una frontera teológico-filosófica. Podría pensarse que no llegan a mostrar juicios reflexionantes de la maldad humana en sí, pero hay que reconocer que ésta no sólo puede ser comprendida por quienes la han vivido, sino también por quienes la han ejercido o pueden hacerlo. Esta es una tesis agustiniana, pero también una tesis antropológica que he retomado y planteado en otro espacio (6). Los juicios reflexionantes de quienes ejercen o podrían ejercer la maldad son evidentes, aunque la pregunta podría ser si más bien se trata de formas de reconocer que se ha obrado mal, un cambio en la manera de pensar, una vía para buscar el perdón y limpiar la conciencia o un performance pragmático. En cualquier situación, he abordado el tema, incluso ejercido un juicio moral: un deber que, en palabras de la filósofa Pío-Lara, tenemos los intelectuales con la sociedad, cuando se trata de narrar el mal.

Dr. Óscar Misael Hernández

El Colegio de la Frontera Norte

1  Moshagen, M., Hilbig, B. E., & Zettler, I. (2018). The dark core of personality. Psychological Review, 125(5), 656–688.

2  Arendt, H. (1963). Eichmann in Jerusalem: A report on the Banality of Evil. New York: The Vinking Press.

3 Pía-Lara, M. (2017). Narrar el mal. Una teoría postmetafísica del juicio reflexionante. México: Gedisa Mexicana.

4 Mendoza, N. (1 de enero de 2021). “La verdad de los arrepentidos”. Nexos. Recuperado de https://www.nexos.com.mx/?p=52097

5 UNIV (8 de noviembre de 2015). “Pide Iglesia rezar para que criminales cambien”. Noroeste. Recuperado de https://www.noroeste.com.mx/nacional/pide-iglesia-rezar-para-que-criminales-cambien-KCNO305942

6 Hernández-Hernández, O. M. (24 de agosto de 2020). “Antropología de las masacres en San Fernando, Tamaulipas”. Nexos. Recuperado de https://seguridad.nexos.com.mx/antropologia-de-las-masacres-en-san-fernando-tamaulipas/#:~:text=Lo%20que%20se%20supo%20entones,distancia%E2%80%9D%2C%20como%20se%C3%B1ala%20Moore

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