Debido a las consecuencias de la pandemia del Covid 19 en el país, en este último año, nos hemos tenido que involucrar con un mayor uso de las tecnologías digitales, tanto del hardware como del software y de las aplicaciones digitales. El número de actividades que se realizan mediante la arquitectura digital aumentó considerablemente y otras que, ya se realizaban por estos medios físicos y virtuales, intensificaron su presencia en nuestras rutinas laborales y personales. Muchas tareas que antes se realizaban de forma presencial ahora se hacen virtualmente, tal como una parte del trabajo de oficina, tanto en el sector público como en el privado. El uso intensivo de las tecnologías de la información (tic) en nuestra vida personal y social nos ha traído algunos beneficios parciales y/o permanentes. Por ejemplo, ahora hicimos crecer nuestra red social; el número de contactos aumentó, nuestras interacciones sociales se intensificaron con personas de nuestra localidad y residentes en otras regiones del mundo. También las tics nos han ayudado cuando recurrimos a los tutoriales virtuales para resolver problemas cotidianos en el hogar. Con ello hemos ampliado nuestras fuentes de información para la construcción o el acceso al conocimiento de diferente tipo.
Seguimos haciendo muchas actividades presenciales, inevitablemente, pero varias de ellas organizadas mediante artilugios digitales: asistir a un restaurante por medio de citas desde una aplicación digital, de tal manera que la distribución en el espacio y en el tiempo, de los comensales durante el día, se hace mediante esta tecnología.
Pero la intensificación del uso de las tics ha tenido sus costos, como los relacionados con las clases virtuales en la educación básica y superior. Menor aprovechamiento del proceso enseñanza-aprendizaje, disminución considerable de la interacción profesor alumno, aumento de la “deserción” escolar; entre otros costos. Parte de éstos tienen que ver con las añejas desigualdades sociales existentes y persistentes en nuestro país. Una de las dimensiones de estas desigualdades es la de la brecha digital ya sea como primera brecha relacionada con la ausencia o presencia del internet y de dispositivos digitales, principalmente, o la segunda brecha, vinculada a la capacidad de la persona de aprovechar, comprender y manejar eficientemente el software y aplicaciones de las tics. En esta segunda brecha es cuando hablamos de analfabetismo digital que regularmente se viene a montar, pero no totalmente, sobre el analfabetismo funcional.
Con relación a la primera brecha, a nivel nacional, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, antes de la pandemia, arrojó estos datos: 56% de los hogares en el país tenían conexión a internet, mientras que solamente 44.3 % de los hogares tenía computadora o Tablet. Por otra parte en 16.5% de los hogares se menciona que no se tiene computadora debido a que “no saben usarla” que vendría a ser un indicador indirecto de la segunda brecha. En relación a los estratos socioeconómicos tenemos que los altos reflejan un gran porcentaje de hogares con conexión a internet (89.7) mientras que en el estrato más bajo solamente 19% de los hogares cuenta con conexión a internet. Estos últimos datos reflejan esta gran brecha que solamente puede ser revertida mediante una política pública decidida y honesta. Se tiene que recordar que el acceso y uso de la tics permite una transformación transversal de las actividades vitales de la población y además su uso en actividades educativas puede ayudar a mejorar ciertas habilidades en la lectura y escritura de la población de bajos ingresos debido a que estas tecnologías son más flexibles y se adaptan mejor a las necesidades de los diferentes tipos de lectores. La política pública debe de tener varios frentes, desde completar el tendido de la red de fibra óptica en todo el país, hasta promover un mayor uso de los dispositivos en el trabajo y el estudio y no solamente como instrumentos de entretenimiento y de redes sociales. Ya se están viendo consecuencias de estas brechas digitales en los movimientos sociales como las protestas de los estudiantes normalistas rurales en Chiapas que se han visto imposibilitados en presentar un examen virtual debido a la falta de acceso de calidad al internet.
Dr. Mario Alberto Jurado Montelongo
El Colegio de la Frontera Norte