Los fenómenos hidrometeorológicos han impacto los asentamientos urbanos de manera frecuente. La lluvia, por ejemplo, tiene un papel fundamental para la recarga de agua en los mantos acuíferos, vitales para las regiones semidesérticas donde se encuentran las ciudades de Baja California. Sin embargo, cuando el agua de lluvia se concentra en un tiempo relativamente corto y en un lugar específico, puede representar un riesgo para que se materialice un desastre asociado a las inundaciones.
El pasado 7 de agosto, fue publicado el último reporte sobre la situación actual del clima a nivel mundial, elaborado por investigadores del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). A diferencia de otros reportes, se ratifica que la influencia de las actividades humanas es responsable del calentamiento de la atmósfera, los océanos y los continentes, por lo que también es responsable de los rápidos cambios de los fenómenos climáticos y oceánicos. Evidencia de estos cambios se pueden observar en una mayor frecuencia e intensidad de ondas de calor, fuertes precipitaciones, sequías y ciclones tropicales, entre otros. También se informa que el calentamiento global entre 1.50 C y 20 C será excedido durante el presente siglo, el cual se podría moderar si se reducen de manera significativa las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono (CO2).
Entre los escenarios esperados para el noroeste de México, y para Baja California en particular, destaca la reducción de la precipitación anual e intensificación de la sequía, tal y como se esta presentando en la actualidad. Considerando solo estos dos escenarios, resulta preocupante la capacidad de adaptación y resiliencia de las ciudades de Baja California, ya que se requieren planes y programas enfocados a solucionar problemas actuales, pero también para medio y largo plazo. Algunos ejemplos están asociados al uso eficiente y ambientalmente adecuado del agua en las principales ciudades del estado.
El uso eficiente del agua está vinculado a cumplir dos objetivos. Primero, hacer un uso racional del agua almacenada actualmente en las presas, como la Abelardo L. Rodríguez, El Carrizo, Las Auras y Emilio López Zamora, además de evitar la sobrexplotación de los acuíferos que proveen agua a los asentamientos humanos y la agricultura. Segundo, reducir la incertidumbre sobre la disponibilidad del agua en el corto y mediano plazos, lo cual está orientado a mitigar la sequía que afecta a la región, tanto en México como en el suroeste de E.U. En la actualidad más del 90% del agua que se requiere en las ciudades de Baja California proviene del río Colorado. El depender de una sola fuente de agua representa una alta vulnerabilidad hídrica que puede traducirse en una reducción de los volúmenes asignados para cubrir las necesidades de los habitantes en las ciudades y de los productores agrícolas del valle de Mexicali, por citar solo un ejemplo.
Por otro lado, a pesar de que se espera una reducción de la lluvia en la región, también es probable que se presenten eventos de lluvias intensas a las que podrían estar asociados desastres. Esto significa que, si en un año se registra menos lluvia promedio anual, también es probable que puedan presentar lluvias intensas (mayores a 50 mm/día) en algunos días. Ante este escenario, conviene preguntarse qué tanto han desarrollado las ciudades infraestructura para prevenir inundaciones, se han fortalecido los mecanismos de colaboración entre las dependencias y niveles de gobierno, se han desarrollado campañas de concientización ciudadana para evitar eventos peligrosos, se ha incluido la sociedad en la planeación para reducir desastres, etc. La ciudad de Tijuana ha sido afectada por lluvias intensas a lo largo de su historia, desde que era un poblado hasta la zona metropolitana en la actualidad. Los desastres asociados a las lluvias de 1983, 1993 y 1998, son solo un ejemplo de que también en zonas semidesérticas pueden presentarse inundaciones. La experiencia alcanzada en estos años, debe ser un insumo para diseñar estrategias de adaptación para enfrentar los efectos del cambio climático, aplicar planes y programas que sean transversales a las políticas de desarrollo territorial, económico y social, incluir a la sociedad en la toma de decisiones, entre otras estrategias.
Para enfrentar el cambio climático, se requiere de una visión de largo plazo, pero que también dé solución a los rezagos en materia urbana, hídrica, social y ambiental por las que atraviesan las ciudades de Baja California.
Dr. Juan Manuel Rodríguez Esteves
El Colegio de la Frontera Norte