Manos de chango para fosas clandestinas

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Opinión de Óscar Misael Hernández-Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 28 de abril de 2022

Han pasado once años desde que se hizo público el hallazgo de fosas clandestinas en San Fernando, Tamaulipas. Precisamente un mes de abril del año 2011. No es un secreto el migranticidio[1] o asesinato de los 72 migrantes en aquél lugar un año antes, pero lo de las fosas clandestinas ha sido poco enunciado a pesar de los al menos 195 restos humanos encontrados en al menos 47 fosas, como señaló la Fundación para la Justicia.[2] Aunque como han afirmado algunos colectivos de familiares de desaparecidos, la cifra de restos y fosas podría ser mayor.

            En San Fernando y en México en general el tema de las fosas clandestinas es grave. Un documento del año 2018 de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, dirigido al Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, a partir de una revisión hemerográfica entre los años 2009 y 2016 identifica 564 fosas en el país, 1,729 cuerpos y 44,758 restos humanos.[3] Después de todo, las fosas no son tan clandestinas (clandestinus, de clam –secreto- y este de celare –esconder-). Son bastante públicas, conocidas.

Claro, ello no se debe precisamente al gobierno, sino más bien y en su mayoría al trabajo de los colectivos o madres que buscan a sus familiares desaparecidos en algún tiempo y latitud. Gracias a ellas sabemos de muchas fosas clandestinas, pues las investigaciones policiales y los peritajes forenses de las instituciones, además de incompetentes son irregulares. No obstante, unas y otras sirven como espejo para sopesar el asunto en el país. Aquí no deseo discutir el trabajo de estas, sino más bien compartir algunas experiencias de quienes viven en lugares donde se han encontrado fosas clandestinas y, en especial, que han visto de cerca la violencia criminal, la desaparición, incluso el trabajo forzado.

Para ello compartiré fragmentos de un testimonio más amplio de Manuel: “Cuando pasó lo de las fosas, llegó la situación de que tuvimos que desarmar la mano de chango, de quitarle un pistón. Hice un pozo primero, quité el pistón y lo enterré. Lo enredé en una bolsa y lo enterré”. Durante los años más álgidos de violencia en Tamaulipas, Manuel trabajaba como operador de una retroexcavadora o “mano de chango”, como él la llama; es decir, una máquina de construcción que es utilizada para hacer trabajos de excavación. Es una obviedad decir por qué Manuel desarmó parte de la mano de chango, pero por si no fuera evidente, hay que decirlo: porque personas como él eran forzadas a excavar, por criminales o militares.

No hay que sorprendernos por esta situación. En documentos recientes como el Informe del contexto de desapariciones en Sonora[4] se hace referencia a este fenómeno por fines logísticos como el “aprovechamiento del trabajo que un individuo puede realizar”. Otros fragmentos del testimonio de Manuel pueden ayudar a entender este uso logístico-criminal de quienes saben operar manos de chango:

  • Experiencias con criminales: “A fulano le toco ir a enterrar unos, así nomás, estaba un pozo, hicieron un pozo con una mano de chango. Si, con otra mano de chango y tiraron los monos, los mañosos y fueron con fulano y con la mano de chango y se llevaron un chingo de cuerpos y los aventaron ahí nomás, “tápalos”.
  • Experiencias con militares: “Bueno, hasta allá ellos [los militares], los traían a fuerza escarbando con la mano de chango. No queríamos ir. Haz de cuenta que nos la sentenciaron: ¿Saben qué?, al que no veamos arriba de la máquina, va pal bote y ya no sale, o se los vamos a aventar a aquellos para que los chinguen si ustedes no quieren jalar”.

Criminales o militares, la frontera era muy delgada al tratarse del uso logístico, de la habilidad de quienes sabían operar excavadoras. Además de eso, hay que subrayar la relación máquina-hombre que aparece desapercibida, al menos en temas de fosas clandestinas. Después de todo, “Las herramientas nos hicieron humanos”, como reza el título de un ensayo reciente de Camilo José Cela-Conde y Francisco Ayala, cuyo argumento es que la tecnología tuvo un papel importante en la evolución, tanto biológica como social, del homo sapiens.[5] No se puede negar tal cosa más allá de la crítica al tinte neoevolucionista que ellos utilizan en su análisis y reflexión.

Sin embargo, tampoco se puede dejar de lado un cuestionamiento ontológico y antropológico de este argumento, al menos cuando la tecnología, las máquinas o las manos de chango son usadas para construir fosas clandestinas. No obstante, Cela-Conde y Ayala tienen razón al decir que “El examen de las marcas que las herramientas dejan en los huesos fósiles proporciona evidencias directas de su función”. Manuel sabía esto, en especial cuando me narró, en otro momento, cómo en ocasiones la mano de chango rasgaba los torsos de los cuerpos enterrados. Ahora también entendemos por qué tuvo que quitar y enterrar el pistón de la mano de chango.

Dr. Óscar Misael Hernández-Hernández

El Colegio de la Frontera Norte


[1] Hernández, O. M. (25 DE NOVIEMBRE, 2017). “¿Podemos hablar de migranticidio?” Recuperado de https://www.milenio.com/opinion/varios-autores/corredor-fronterizo/podemos-hablar-de-migranticidio

[2] Fundación para la Justicia (3 de agosto de 2017). A 6 años del hallazgo de fosas clandestinas en San Fernando, PGR sigue sin entregar expedientes. Recuperado de https://www.fundacionjusticia.org/hallazgo-47-fosas-clandestinas-en-san-fernando-6-anos-sin-entrega-expedientes-pgr/

[3] Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (25 de marzo de 2018). Situación de fosas clandestina en México. Recuperado de https://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/cmdpdh-situacion-de-fosas-clandestinas-en-mexico.pdf

[4] Hernández-Hernández, O. M. y Pérez Caballero, J. (Coords.), Informe del contexto de desapariciones en Empalme, Guaymas y Cajeme, Sonora, México, México: El Colegio de la Frontera Norte.

[5] Cela-Conde, C. M. y Ayala, F. (2018). “Las herramientas nos hicieron humanos. El papel de la tecnología en la evolución biológica y social del género Homo”. Sociología y Tecnociencia, 8/2, 1-25.

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