Opinión de Blanca Vázquez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 21 de febrero de 2018

 

Durante las semanas pasadas de nuevo nos enteramos, por los medios de comunicación, del “rescate”, “liberación” o localización de un buen número de migrantes encontrados en casas de seguridad, dentro de cajas de transporte de carga o en autobuses de pasajeros. Se trata de extranjeros y mexicanos presuntos migrantes internacionales con destino a Estados Unidos. Por lo general la localización de grupos numerosos se da en carretera, sobre las rutas de tránsito desde la frontera sur y hasta la frontera norte, particularmente la frontera noreste. Sin embargo, durante los últimos años es más frecuente encontrarlos hacinados en viviendas; no es que no existiese antes, sino que hoy llama la atención su masificación.

A partir de los año 2009-2010 ha sido más recurrente que la prensa informe y documente la localización de migrantes en viviendas privadas, llamadas casas seguridad, muchas veces vinculadas también a actividades delictivas de tráfico de drogas. Particularmente en Tamaulipas los casos documentados se multiplicaron durante 2014 y 2015, desde Nuevo Laredo y hasta Matamoros, pasando por Reynosa, la frontera chica y el sur de esta entidad.

Que sobresalga Tamaulipas no es casualidad, se sabe que ésta es la ruta empleada por la mayoría de migrantes extranjeros; y se sabe también que en su mayoría –y por razones evidentes de distancia– las personas localizadas en casas, tráileres o autobuses son extranjeros provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador; aunque por esta frontera también se ha detenido a personas de China, Ghana, India, Irán o Albania.

Pero más allá de la creciente actividad de tráfico y/o transito ilegal de personas, llama la atención la noción de “rescate” o “liberación” de los presuntos migrantes, cuando muchos de ellos pagan –y no poco dinero– para ser llevados o trasladados hasta el país del norte. No quiero decir con esto que no son sujetos de abuso, extorción, privación de la libertad o incluso asesinados; sin embargo, habrá que poner en perspectiva de los migrantes su “rescate”. Para algunas de las personas “liberadas” se trata de una oportunidad frustrada en su objetivo, y la pérdida incluso del dinero pagado para cubrir el viaje.

La literatura sobre el tema ha evidenciado que en este modelo de negocio, basado en el tráfico y transporte de migrantes desde sus países de origen, se les garantiza hasta dos o tres intentos para llegar a Estados Unidos. No sabemos a ciencia cierta sobre los casos exitosos donde se cumple lo pactado, nos enteramos solo de las historias de encierro, hacinamiento, asfixia y muerte. Se trata de un modelo bien estructurado que involucra tráfico y transportación de migrantes cobijado en la asociación delictiva y corrupción; donde desafortunadamente las víctimas son siempre los migrantes, y donde la Ley regularmente queda rebasada por la realidad.

A seis años de la Ley de Migración, vale la pena darle una mirada a las formas que podrían prevenir el drama humano,  es un hecho que eliminar la penalización e infracción de la migración, o establecer la posibilidad de visa humanitaria para víctimas de delito –máxime cuando las propias personas se colocan en situaciones de riesgo– no es suficiente.

Dra. Blanca Vázquez,

El Colegio de la Frontera Norte