Opinión de Jorge A. Bustamante Fundador e investigador emérito de El Colegio de la Frontera Norte y Miembro del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 8 de noviembre de 2012

Al leer estas líneas ya se sabrá quién será el próximo ocupante de la Casa Blanca. Pero, al escribirlas hoy lunes 5, yo todavía no lo sé. Varios analistas coinciden en que si salen a votar los latinos que están habilitados para hacerlo, Obama ganará las elecciones. Lo que es seguro es que si Mitt Romney es el ganador, los latinos, especialmente los inmigrantes de origen mexicano, la pasarán más mal que nunca. Bastaría para ello que el Romney triunfante propiciara condiciones de vida tan insoportables para los indocumentados, que no les quedara de otra que «deportarse a sí mismos», como lo propuso el precandidato republicano durante las «primarias». Ciertamente la distancia entre los dos candidatos a la Presidencia de Estados Unidos se encontraba en su mayor nivel en materia de política migratoria. Eso hace predecible que si gana el republicano, las relaciones entre los dos gobiernos habrían llegado a un punto récord de tensión, tanto como le preocupara al gobierno de México las condiciones de vida de los mexicanos en Estados Unidos. Las declaraciones del licenciado Lozoya, en nombre del equipo de transición del Presidente electo, parecerían dar por hecho que ganaría Obama al decir que propiciarán, «respetuosamente», la reforma migratoria que ha ofrecido el presidente Obama. Lo que ignora el señor Lozoya es que tal reforma migratoria, como toda decisión del Congreso estadounidense, será una decisión unilateral, dirigida a un problema que es bilateral por definición como lo son todos los problemas asociados a la inmigración de mexicanos a Estados Unidos. Esta naturaleza bilateral del fenómeno migratorio hará que una decisión unilateral no pueda ser una solución a esos problemas, pues estos se derivan de factores ubicados en ambos lados de la frontera. Como se sabe, una decisión del Congreso de Estados Unidos no puede ponerse en práctica más allá de sus fronteras. Tal decisión congresional no puede ignorar que, el fenómeno migratorio entre los dos países abarca más allá de sus fronteras en sus causas y en sus consecuencias. El problema en la visión del señor Lozoya es que no toma en cuenta la internacionalidad bilateral de los problemas asociados en los dos países al fenómeno migratorio, tal bilateralidad hace indispensable para la búsqueda de soluciones, un enfoque bilateral que conduzca a negociaciones bilaterales entre los dos gobiernos, como lo ha sugerido la ONU. Es una lástima que la política hacia Estados Unidos del Presidente electo, anunciada por el licenciado Lozoya, se «vaya con la finta» de una dizque solución propuesta por el presidente Obama en los términos de una «comprehensive reform» a la cuestión migratoria que adolece de un error de conceptualización que ignora la naturaleza bilateral de un fenómeno poblacional de carácter laboral que se ha desarrollado por décadas a partir de una interacción entre una demanda endógena de la fuerza laboral de los migrantes mexicanos producida desde Estados Unidos y una oferta laboral, también endógena, producida en México. Parte del problema de conceptualización del que adolece la idea de una «comprehensive reform» de la cuestión migratoria entre los dos países se deriva de la resistencia ideológica de Estados Unidos para reconocer el carácter endógeno de su demanda de la fuerza laboral de los migrantes mexicanos. De ese carácter se deriva lo que en Derecho internacional se entiende como una «responsabilidad de Estado» cuyo reconocimiento ha estado totalmente ausente en la visión unilateral de la cuestión migratoria que ha predominado por décadas en Estados Unidos. Es sabido que en aquel país, la presencia de más de 12 millones de inmigrantes indocumentados originarios de varios países -la mitad de ellos mexicanos- es vista como «un problema doméstico».

Es lamentable que el equipo del Presidente electo esté abandonando la concepción bilateral de la cuestión migratoria que prevaleció en anteriores administraciones que siempre insistieron en la vía de las negociaciones bilaterales como la más racional para buscar soluciones a los problemas asociados al fenómeno migratorio entre los dos países. Cierto que Estados Unidos nunca aceptó esa concepción bilateral, pero eso no quita la razón de la posición mexicana, que no debería abandonarse, pues hacerlo tampoco conducirá a una solución.

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