Nuevo narcoterrorismo y la otra migración en México

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Luis Escala Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 21 de marzo de 2024

Si bien no existe una definición universalmente aceptada del terrorismo, la analista Jenny Raflik ha propuesto como elementos centrales detrás de su práctica la generación de una violencia deliberada y desproporcionada, con el propósito de ejercer presión, a través del terror, sobre una nación, una sociedad o un cierto grupo de personas. Como tal, podríamos pensar que las estrategias del crimen organizado pueden ser definidas como narcoterrorismo, por lo menos en algunas regiones de México. Como resultado de la atomización de grupos criminales, diversos estados enfrentan la existencia de grupos criminales fuertemente armados en buena parte de sus territorios, con capacidad para someter economías locales. En estos casos, la motivación ya no es solamente el tráfico de drogas, sino también parasitar cualquier actividad que genere riqueza, como parte de toda una economía delictiva. 

Sin embargo, estas estrategias de los grupos criminales parecen estar viviendo un nuevo escalamiento. Según algunos reportes, si bien su arsenal ya contaba con armamento moderno, lanza-granadas, vehículos blindados y artillados, e incluso drones con explosivos, ahora se ha visto engrosado con el creciente uso de minas terrestres. Según una nota del periódico Los Angeles Times recientemente publicada, el pasado mes de enero un grupo del ejército mexicano sufrió un ataque como resultado del uso de estos artefactos en la frontera entre Jalisco y Michoacán, en el que resultó un soldado muerto y cuatro heridos. Posteriormente, en marzo, cuatro soldados resultaron muertos y nueve heridos en un evento similar. Hace unos días, en la misma región, tres jornaleros murieron y dos más resultaron heridos como resultado de una mina plantada en un camino vecinal. Frente a esta alarmante escalada en el despliegue de la violencia de dichos grupos, la nota concluye que esta situación se asemeja a un panorama de guerra abierta.

Esta nueva escalada ha sido advertida también por otros medios internacionales. De acuerdo a una nota reciente del periódico El País, y con base en un reporte del Proyecto Azul Cobalto, que monitorea los ataques contra policías en México, al menos 54 agentes han sido asesinados tan sólo en el estado de Michoacán en lo que va del año. Y en otra nota del mismo medio, se señala el enfrentamiento entre el ejército y un grupo de cinco migrantes venezolanos en la región montañosa de dicho estado, en donde perecieron dos de ellos. A falta de información oficial, la nota especula si dichos migrantes pudiesen haber sido reclutados por algunos de los muchos grupos criminales que operan en la región, o bien se trata de migrantes forzados a unirse a las filas del crimen organizado. No obstante, esta idea parece confirmarse con la información provista por el Los Angeles Times, en la que algunos expertos han advertido el reclutamiento de ex miembros del ejército colombiano y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por parte de los grupos criminales de México. Dichos analistas señalan esta otra migración de ex combatientes, desmovilizados después de los acuerdos de paz de 2016. Estos mercenarios se han integrado a algunas de las facciones en guerra dentro de la lucha por territorios del crimen organizado, y su presencia ha significado la incorporación de sus conocimientos sobre tácticas de guerra y manejo de explosivos a esta lucha, incluyendo la construcción o la importación de minas terrestres. Según John P. Sullivan, un experto en el panorama criminal en México del Instituto de las Comunidades Seguras de la Universidad del Sur de California, los cárteles solían utilizar dispositivos explosivos de manera esporádica, pero en regiones como Tierra Caliente su uso se ha vuelto cada vez más frecuente. Esto se ha traducido, como lo advierte el padre Gilberto Vergara en Aguililla, Michoacán, en la prevalencia del terrorismo en la región, ya que los habitantes son los que tienen que vivir literalmente en un campo minado, con el pavor resultante en sus vidas.

Lo anterior obligará a pensar a autoridades presentes y futuras sobre la estrategia necesaria para enfrentar este nuevo escalamiento en los niveles de violencia que se viven actualmente en diversas regiones de México. 

Luis Escala

El Colegio de la Frontera Norte


Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

Loading