En los meses que llevamos con la pandemia han surgido diversas lecturas de estos tiempos tan extraordinarios. Dado el impacto del virus del SARS-CoV-2 en las diversas poblaciones del planeta, todas ellas han tenido algo que decir, lo que ha producido un depósito de reflexiones y cuestionamientos en un esfuerzo por entender y explicar cómo es que llegamos a este momento. En particular, sugiero que el Covid abre una ventana que ofrece una mirada aguda y critica del modelo dominante de desarrollo que se ha venido dando a lo largo de la historia humana, un modelo que depende del crecimiento y de la acumulación continuos, tanto de la producción de bienes y de su venta, como de la expansión territorial de esa producción y venta a lo largo y ancho del planeta.
Dicho lo anterior, los lazos entre nuestras vivencias cotidianas y el sistema global se pueden perder de vista. Así, es válido preguntar, ¿qué tiene que ver este modelo global, un tanto abstracto y por lo mismo alejado de nuestra realidad inmediata, con usar cubrebocas, observar la sana distancia y vacunarse? En respuesta diría que mucho, y propongo que reconocer esos lazos es uno de los retos más apremiantes hoy en día.
La enfermedad que llamamos Covid viene del contagio del SARS-CoV-2, un virus que pertenece a una de 25 familias virales que se reconocen como patógenos humanos, esto es, microbios o microorganismos que causan enfermedades en los seres humanos. Estos virus circulan en la vida silvestre; en tanto, el virus del Covid-19 es zoonótico, lo cual significa que se transmite entre animales y seres humanos. En esto tiene precedentes; nuestra historia humana registra otros casos de transferencias zoonóticas. La plaga bubónica, por ejemplo, se transmite por medio de pulgas que vegetan en roedores y otros animales. SIDA, Ebola, SARS, Zika, enfermedades que la Organización Mundial de la Salud califica como las amenazas más serias a la salud pública, y ahora el Covid-19, son ejemplos recientes de enfermedades que se transmiten por medio de la zoonosis.
En otras palabras, si no repensamos el modelo e implementamos cambios seguirán las transmisiones y sus consecuentes amenazas a la vida. Así, partiendo de la premisa de que la destrucción ambiental nos ha llevado a esta nueva normalidad letal, la iniciativa One Health (Una Sola Salud), un movimiento internacional que une los campos de la salud animal, humana y del medio ambiente, ha declarado que la única manera de salvaguardar nuestra salud humana es protegiendo la salud de la flora y fauna que nos rodea y el medio ambiente, lo que exige un reajuste profundo, esto es, recalibrar el balance entre las necesidades de los seres humanos y las de los otros que habitan la biosfera en que todos vivimos.
La idea no es nueva. El principio de establecer y mantener un balance entre seres humanos, plantas, animales y medio ambiente es intrínseco a las cosmovisiones de poblaciones indígenas de América, por ejemplo. También aparece en la propuesta, un tanto idílica, de E O Wilson, eminente biólogo que plantea la idea de limitar la presencia y actividad humana a la mitad de la superficie del planeta. Subyace, además, en el concepto de la sostenibilidad y la noción de “lo pequeño es hermoso” del economista Ernest Schumacher quien, a mitad del siglo pasado, lanzó su crítica de la economía moderna y del consumismo.
Si bien el reto es grande, los riesgos que enfrentamos son mayores si no hacemos nada. Reconociendo que enfrentar los intereses políticos y económicos de los poderosos y la inercia burocrática que los respalda puede ser abrumador, la inacción, dejar que continúe el modelo socio-económico existente, pone en riesgo nuestra existencia y la del planeta. Como argumenta One Health, la salud y el bienestar de los seres humanos, las plantas, los animales y el medio ambiente es una sola; la sobrevivencia y el florecimiento de cada uno depende del bienestar de los demás. De igual manera, ignorar esos lazos será, para todos, letal.
Dra. Olivia Ruiz
El Colegio de la Frontera Norte