Por un momento, no juzguemos. Dejemos de lado las suspicacias y los prejuicios que no permiten entrever lo que es el suicidio, en este caso de mujeres, incluso de jóvenes y niñas. Tema sensible, si no tabú, que, con pocas excepciones, lleva el oprobio social y la condena religiosa, y que todavía es ilegal en algunos lugares del mundo. El suicidio ha sido parte de la experiencia humana desde la antigüedad y por lo mismo, ha suscitado una extensa reflexión – desde la teología hasta la sociología, ni hablar de la psicología.
Dada esa realidad, es algo irónico que su documentación hoy en día siga siendo raquítica; muchos suicidios no se reportan o se clasifican como muertes por otras causas. Lo cierto es que existe en nuestro entorno como idea, realidad histórica, ideación, intento, y hechos consumados. Sin entrar en aspectos etiológicos, lo que sigue recoge y resume alguna información acerca de esta realidad difícil y vedada, en un intento de dar un primer paso hacia una discusión mas abierta del fenómeno.
Recordando siempre que se registra de manera irregular, en términos generales, y para contextualizarnos, el suicidio a nivel mundial acaba con más vidas que la malaria, el cáncer de mama, las guerras y los homicidios, aunque la incidencia varía enormemente según la región del planeta y el país.
Con 21.2 casos por cada 100 mil habitantes, Europa occidental concentra la tasa más alta de incidentes; de hecho el suicidio se considera uno de los mayores problemas de salud pública que enfrenta la región. A nivel de país, Groenlandia, con más de 80 casos por cada 100 mil habitantes, registra una de las tasas más altas, mientras Antigua y Barbados, con 0.6, las más bajas.
Devolviendo la mirada a la situación de las mujeres, con la excepción de un puñado de países, a nivel mundial ellas intentan suicidarse más que los hombres, aunque registran una tasa menor de intentos consumados. En el mundo occidental, por dar un ejemplo, las mujeres intentan quitarse la vida entre dos a cuatro veces más que sus congéneres masculinos. Esto refleja y esconde una singularidad importante; las mujeres tienden a pensar en suicidarse, tener ideaciones suicidas, más que los hombres. A la vez, esta diferencia entre los sexos se ha ido borrando con el tiempo; en años recientes la incidencia de suicidios consumados por mujeres ha ido en aumento, junto con el alza a nivel mundial.
Comparado con el resto del mundo, México tiene una tasa relativamente baja, 5.4 por cada 100 mil habitantes. Paralelamente ha crecido a lo largo del tiempo – se duplicó entre 1990 y 2012-, y las mujeres forman parte de ese incremento. De tal manera que, si bien la incidencia entre las mujeres sigue siendo relativamente baja, 2.2 por cada 100 mil (2019), esa tasa es el doble de lo que fue hace veinte años. También habría que notar que hay disyuntivas en la tendencia por sexo. En 2017, por ejemplo, hubo un descenso de casos entre hombres – no así entre las mujeres.
Hay poblaciones de mujeres que viven más en riesgo. A nivel mundial, las jóvenes registran altas tasas de intentos no consumados y consumados. Entre la población femenina de 15 a 29 años de edad, es la segunda causa de muerte. De hecho entre algunas poblaciones de mujeres jóvenes la tasa se compara con la de los jóvenes.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el fenómeno en 73 países reveló que las tasas entre niñas y jóvenes, en 14 países de ese conjunto, eran equivalentes o mayores a las de sus contrapartes masculinas. Dado ese resultado, no es de sorprender que las ideaciones suicidas también tiendan a ser altas entre mujeres jóvenes.
En México la tasa de suicidios entre niñas y jóvenes refleja la tendencia mundial. Su incidencia en la población entre 15 y 19 años, por ejemplo, es el doble de la tasa para la población femenina total en el país. La pandemia ha venido a agravar esta situación. Datos mas recientes indican que la incidencia de suicidios en la población joven en general crecerá – en términos conservadores, en un 20 por ciento; entre niñas y jóvenes mujeres ya hay señales que aumentará 40 por ciento, o más.
Las preguntas centrales, claramente, son por qué las mujeres piensan e intentan quitarse la vida y qué se puede hacer para que no lleguen a ese extremo, preguntas que deben ocupar mucha más atención dada la crisis epidemiológica que vive el país.
Dra. Olivia Teresa Ruiz Marrujo
El Colegio de la Frontera Norte