A mediados de este mes de junio, el asesinato de la niña Jocelyn Nungaray en la ciudad de Houston, Texas, a manos de dos inmigrantes venezolanos indocumentados, ha sido el pretexto para una nueva declaración anti-inmigrante del ex presidente Donald Trump, quien no dudó en calificar esta tragedia, en su red social Truth Social, como un nuevo crimen de la administración Biden. Tras considerar a los asesinos como “monstruos”, reiteró uno de sus temas de campaña: si él fuese presidente, estos migrantes nunca habrían llegado a Estados Unidos.
Al margen de lo trágico del incidente, vale la pena examinar un patrón en la retórica anti-inmigrante del ex presidente y de otros políticos republicanos, enfocada en aquellos que cruzan por la frontera sur de ese país, ya que esta no es la primera vez que buscan capitalizar políticamente un evento de este tipo. En febrero de este año, Lakey Riley, estudiante de enfermería en la Universidad de Georgia, fue asesinada en el campus de esta universidad, a manos de un migrante indocumentado también venezolano. Al respecto, expertos en criminología como Charis E. Kubrin, de la Universidad de California en Irvine, y Sarah Shannon, de la Universidad de Georgia han señalado que si bien no existe una correlación entre la migración (documentada o no) y la ola de violencia y crimen en Estados Unidos, les resulta sorprendente observar que la narrativa resultante se haya enfocado desproporcionadamente en el estatus migratorio del victimario y no en la víctima. De hecho, comentan con preocupación el creciente número de mujeres asesinadas en ese país, especialmente a manos de personas cercanas a ellas (sus parejas o familiares), y no tanto de extraños.
Sin embargo, tanto los políticos republicanos en el estado de Georgia como en la capital federal de Estados Unidos han utilizado este tipo de eventos para formular iniciativas de ley que buscan penalizar aún más a los migrantes en ese país. Para ello, han utilizado como referencias los casos de estas mujeres asesinadas. Asimismo, el ex presidente Trump también ha hecho lo propio en los mítines con sus seguidores. Hace unos días, en la ciudad de Filadelfia, afirmaba sin empacho que el crimen en Venezuela estaba disminuyendo, porque los criminales estaban migrando a Estados Unidos. Al señalamiento de estos casos agregó otro más, el de la violación de una niña de 13 años en Queens, Nueva York, a manos de un migrante ecuatoriano también indocumentado. Y como en otras ocasiones, en su campaña rumbo a la presidencia, cerró su presentación con la reiterada promesa de llevar a cabo la más grande deportación en la historia de Estados Unidos, de llegar al poder.
Los expertos en criminología antes citados consideran que la narrativa que debería surgir, a partir de eventos como estos, debiera enfatizar muchos de los problemas sociales que prevalecen en la mayoría de la población estadounidense afectada, como la violencia que se ejerce contra las mujeres, en contextos familiares donde prevalecen el alcoholismo y la drogadicción, incluyendo el ser víctimas por armas de fuego, al existir un amplio acceso a las mismas, incluso entre hombres con órdenes de restricción. En su lugar, concluyen estos expertos, lo que prevalece es el viejo recurso de hacer de los migrantes los chivos expiatorios de dichos problemas sociales.
Lamentablemente, casos como los anteriores han tenido una profunda resonancia en la percepción pública en Estados Unidos, facilitando que iniciativas como las del ex presidente Trump y de otros políticos republicanos sean más populares que nunca, frente a las cuales los datos de las ciencias criminológicas y sociales se ven opacados. De hecho, una encuesta reciente del Pew Research Center revelaba que el 85 por ciento de los votantes republicanos asociaban la violencia y el crimen en ese país con la llegada de migrantes, en contraste con el 31 por ciento de los votantes demócratas. Por ello, no es de extrañar la centralidad que han adquirido los temas de migración y seguridad fronteriza en este contexto electoral. Incluso el voto latino –que será crucial en las próximas elecciones estadounidenses– comparte estas preocupaciones. Según una encuesta de la organización Voto Latino, la seguridad fronteriza es una de las cinco preocupaciones centrales de esta población. Asimismo, otra encuesta de UnidosUS señala que la mitad de los encuestados considera que la política de inmigración será un aspecto fundamental en su decisión de por quién votar. En el clima cultural que se vive actualmente en Estados Unidos, esta decisión entre los votantes seguramente estará muy permeada por cuestiones eminentemente ideológicas.
Luis Escala Rabadán
El Colegio de la Frontera Norte
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