El último año la convivencia social se limitó tras la declaración de pandemia por el virus Covid-19 (SARS-CoV-2), que tiene una alta letalidad de contagio entre los seres humanos, que pone en riesgo a personas de edad avanzada y aquellas que presentan enfermedades crónicas de tipo cardiovascular, diabetes, alteraciones pulmonares crónicas e inmune, tabaquismo, insuficiencia renal, neoplasias, alteraciones inmunitarias, entre otras.
Acorde a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la forma para disminuir la dispersión y contagio del Covid-19 llevó a los gobiernos del mundo a tomar la decisión de confinar a los ciudadanos en su hogar. En donde actualmente están realizando actividades de convivencia familiar, escolares e incluso laborales. Sin embargo, dicho confinamiento ha generado efectos adversos en la sociedad como el estrés, incremento de peso por la baja actividad física, violencia en el hogar e incluso limitantes educativas y de trabajo, entre otros efectos.
Por lo que ahora, salir a la calle es un anhelo que puede tener un cierto grado de riesgo si es que se tiene contacto cercano con otro ser humano. Aun con ello hoy día resulta un placer sentir el viento o el sol, caminar o realizar ejercicio o jugar e incluso ver otras personas, y el lugar que podría tener un riesgo bajo de contagio son las zonas abiertas como los parques o jardines urbanos.
Este tipo de áreas verdes entendiéndose como superficie que presenta límites mediante barreras naturales o artificiales, que cuentan con vegetación arbórea, de matorral o pastos. Dichas áreas se clasifican en: parques urbanos, parques periurbanos, jardín urbano y jardines históricos. Al respecto de las áreas verdes existen numerosos estudios que indican que favorecen la disminución del estrés y mejoran la salud mental (Gasón, et al, 2005); mejoran el funcionamiento cognitivo y en general el ánimo de adultos y bebés (Nieuwenhuijsen et al 2017). Así, como permiten mitigar la contaminación del aire, recargar acuíferos, minimizan el efecto de isla de calor y el ruido, el secuestro de carbono entre otros gases.
Además, la vegetación de estas áreas verdes aporta oxígeno, crea microclimas más templados y aumentan la biodiversidad de flora y fauna (Courtts, et al, 2005), claro está si se integran adecuadamente a la trama urbana.
Tristemente, la tendencia de las ciudades mexicanas y en específico de las norteñas, es la disminución de áreas verdes, que se han sustituido por plazas comerciales, estacionamiento, supermercado o se han cedido para otros usos, y con ello se ha mermado estos espacios de convivencia social, que tras la pandemia serán indispensables por los beneficios de salud y ambientales, ya mencionados.
Por lo anterior, es importante que las autoridades y los ciudadanos revaloren las áreas verdes, por todos los servicios ecológicos que nos brindan, ya que nos permitirán desarrollar actividades físicas con cierto distanciamiento espacial para evitar el riesgo de contagio y proporcionarán un beneficio ambiental a largo plazo. Ante esto, es importante que los gobiernos locales consideren adecuado, remozar o incluso incrementar los espacios verdes como vía para mitigar los impactos emocionales y mentales de Covid-19, así como mejorar las condiciones ambientales locales y regionales.
Usted querido lector, ¿cree que las áreas verdes de su municipio o localidad tienen una utilidad durante la pandemia? Y ¿considera necesario que las autoridades promuevan las áreas verdes como zonas de convivencia de bajo riesgo de contagio después del Covid-19?
Dra. María Eugenia González Ávila
El Colegio de la Frontera Norte