Singularidades fronterizas mexicanas

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Opinión de Xavier Oliveras González Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 27 de agosto de 2020

La pérdida de más de la mitad del territorio, lo que hoy es Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, California, Utah y partes de otros estados, es uno de los traumas nacionales de México. Como me comentaba un historiador estadounidense, mientras que en su país prácticamente nadie sabe del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, aquí no hay día que sus consecuencias no aparezcan en cualquier conversación. No sé qué tan cierto sea, pero refleja claramente el distinto lugar que ocupa su recuerdo en la memoria e identidad de uno y otro país. En México, sin duda, tiene un lugar prominente. Sin ir más lejos, no hace mucho estuve en Querétaro, donde podemos encontrar una placa en la fachada del edificio que acogió la primera impresión del tratado. Lo más seguro es que la placa reciba muy poca atención, pero su colocación es señal de que la herida continúa abierta.

Como otros países traumados, ese sentimiento dio paso al irredentismo. Italia, de donde procede el vocablo, añoraba un pasado glorioso en el que dominaba extensos territorios de la cuenca mediterránea. Aunque minoritario, el irredentismo mexicano también reclamó sus territorios perdidos, tanto los de 1848 como, en su versión más imperialista, la vasta extensión de lo que fue la Nueva España, desde Florida hasta las islas Filipinas.

A diferencia de otros países, el irredentismo como política abanderada por el Estado ha tenido poco recorrido y nulo éxito y, en contraste con la superficie antaño dominada, se ha fijado en territorios minúsculos; en su mayoría, islas.

Debemos referirnos primero a lo que en México se conoce como el archipiélago del Norte, ubicado frente a las costas de California, donde reciben el nombre de Channel Islands (islas del Canal). Como el resto de la Alta California, las ocho islas que lo forman, entre las cuales Santa Catalina, la más conocida y turística, se incorporó a los Estados Unidos con el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Durante la época colonial sólo fueron visitadas algunas veces y durante el breve periodo mexicano se intentó construir una prisión. Nadie lloró por aquel archipiélago hasta el Porfiriato, cuando el gobierno intentó recuperarlas haciendo caso a la Sociedad Geográfica, que argumentaba que, dado que en el tratado no se las menciona explícitamente, las islas continuaban siendo de iure mexicanas, aunque no de facto. Porfirio Díaz encargó a una comisión que estudiara el caso, cuya recomendación fue contundente: el argumento era tan débil que, si se llevaba por la vía diplomática o el arbitrio internacional, lo único que se conseguiría sería hacer el ridículo. Aquel portazo hizo olvidar el tema.
O, al menos sólo temporalmente, ya que el archipiélago ha vuelto a la palestra en varias ocasiones, aunque sin tanto vigor. En los años 40 del siglo XX el gobierno federal volvió a encargar su estudio, alcanzando la misma conclusión; y algunos diputados y senadores quisieron resucitarlo otra vez en los 70 y 80, y de nuevo durante las administraciones de Fox y Calderón. Se trató más bien de ocurrencias personales que no fueron más allá de algunos titulares.

El irredentismo fue dejando un poso popular sobre el cual también se apoyó el movimiento chicano. Así, en 1972 los Boinas Cafés, o Brown Berets, una organización fundada unos años antes en Los Ángeles, llevó a la práctica la reconquista. A fines de agosto un grupo de 26 boinas cafés, en su mayoría hombres jóvenes, zarparon a bordo de embarcaciones turísticas rumbo a la isla de Santa Catalina. Al desembarcar en el puerto de Avalon nadie ni nada los detuvo y emprendieron colina arriba hasta el mirador de Buena Vista, donde izaron la bandera mexicana. La ocupación duró tres semanas, hasta que se terminó la comida y la policía les ordenó que se fueran.

El archipiélago del Norte no ha sido el único territorio reclamado. México se fijó en otras islas, tanto en el Pacífico como en el Golfo, pero que quedan pendientes para otra ocasión.

Dr. Xavier Oliveras González

El Colegio de la Frontera Norte

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