Dos acontecimientos que se verifican hoy martes 5 de noviembre tendrán un impacto significativo en nuestro país. Me refiero a las elecciones presidenciales de Estados Unidos y a la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre la reforma judicial. Ambos acontecimientos son de naturaleza política. Como sucede cada cuatro años, los ciudadanos estadounidenses son convocados a acudir a las urnas para elegir a quien habrá de gobernarlos. Pero, además, en esta ocasión, se votan 146 iniciativas en 41 estados. Los estadounidenses aprovechan las elecciones nacionales para hacerlas concurrentes con elecciones estatales y locales, pero también para someter a votación asuntos de salud, educación, prohibiciones, leyes secundarias, etc.
En el caso de México, este martes se reunió el pleno de la SCJN para decidir, desde su perspectiva, el futuro de la reforma judicial. Se pensaba que 8 de los 11 ministros se manifestarían por declarar anticonstitucional la reforma, poniéndose al margen de la legalidad. Un paso inédito en la historia legal mexicana, ya que sus posturas obedecían a evitar a toda costa la pérdida de privilegios y a seguir funcionando con márgenes amplios de corrupción. Su postura era política al estar convencidos de que una crisis política era lo que permitiría echar abajo los cambios tan necesarios en el Poder Judicial.
Escribo estas líneas una vez conocidos los resultados de la decisión de la Corte, pero no del voto estadounidense. En el primer caso, finalmente 7 ministros (de 11) tomaron su decisión en contra de la reforma, pero 4 de ellos se opusieron a la propuesta del ministro Juan Luis González Alcántara. A la postura anunciada de las ministras Lenia Batres Guadarrama, Yasmín Esquivel Mossa y Loretta Ortiz Ahlf, se sumó la del ministro Alberto Pérez Dayán, con lo cual se perdió el número requerido de 8 votos para que se aprobara la propuesta del ministro ponente González Alcántara. Así, se diluyó la crisis política por la que apostaba la oposición y las huestes encabezadas por la ministra presidenta, Norma Piña Hernández.
Lo que se juega en la elección presidencial de Estados Unidos tendrá trascendencia no solo en ambos países (México y Estados Unidos) sino a nivel internacional. Las encuestas muestran que ambos candidatos, la demócrata Kamala Harris y el republicano, Donald Trump, llegan empatados. Como sabemos, en el país vecino no gana quien obtiene más votos populares, sino 270 votos o más del Colegio Electoral (de un total de 538)
Donald Trump gobernó en el periodo 2016-2020. Aunque no ganó la mayoría de sufragios, sí obtuvo los votos necesarios del Colegio Electoral. La candidata demócrata, Hilary Clinton, había obtenido las simpatías mayoritarias del electorado norteamericano. Pero el sistema electoral indirecto de Estados Unidos permite estas incongruencias. En 2020, Donald Trump buscó la reelección, pero perdió tanto la votación popular como en el Colegio Electoral ante el candidato demócrata Joe Biden.
Uno de los temas que han llamado la atención es el de conocer cómo se comportará el voto latino. Aproximadamente un poco más de 36 millones de latinos podrían participar en esta elección. Sin embargo, no existen evidencias claras en los sondeos aplicados acerca de la inclinación del voto. En elecciones pasadas, el sufragio latino se decantaba mayoritariamente por candidatos demócratas. Hoy eso parece haber cambiado y más bien las preferencias se dividen de manera semejante.
Finalmente, toda la atención se centra en 7 estados conocidos como bisagra, péndulo o swing states. Son estados que no parece definido la inclinación del voto y que hay ciertos indicios de que Kamala Harris tiene una ligera ventaja. En ellos se definirá en gran parte lo que suceda en los próximos años en Estados Unidos y en buena parte del mundo.
Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colef, Presidente
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