El próximo 6 de junio de 2021, México tendrá la que ha sido considerada la mayor elección de tiempos recientes, dado la coincidencia de elección de presidencias municipales y diputaciones en gran parte del territorio nacional. Las elecciones, como parte esencial de la democracia, enfatizan la participación individual y libre de los ciudadanos en la elección de sus gobernantes y representantes. En tiempos actuales, la participación individual parece tener una mayor relevancia que la colectiva. Sin embargo, los individuos, como entes sociales, tienden a asociarse, organizarse para conseguir sus objetivos y metas en los distintos campos en los que se desenvuelve, uno de ellos sería el alcanzar y participar en el poder, su organización los convierte en sujetos colectivos políticos. Uno de esos sujetos colectivos, son los trabajadores, considerados como un grupo central para conseguir el cambio social. La reestructuración productiva y otras medidas debilitaron su presencia colectiva. Aunque con un papel menos protagónico, los trabajadores, como grupo social, no desaparecieron, sino que estuvieron en latencia, recuperando a Anthony Giddens. Especialmente, lo estuvieron a partir de sus organizaciones sindicales, ya sea para participar o para ser controlados. El análisis de la participación política de los trabajadores es complejo y tiene muchas aristas, en esta reflexión resalto solo algunas, las cuales se desprenden del comportamiento político de los trabajadores en el norte de México.
Un comentario previo: la participación política de los trabajadores para el cambio social, de acuerdo a pensadores sociales, como Carlos Marx, resulta esencial. En particular, si esta participación es a través de un partido político, emergido desde ellos, como parte de la conciencia como grupo y su extensión a toda la sociedad para su mejoramiento. Así pues, el partido político no solo tendría la búsqueda como grupo social sino como factor de cambio para toda la sociedad, algo no implementado hasta la fecha. En México, aunque han existido partidos políticos con el nombre de “trabajadores”, éstos no han emergido realmente de las bases laborales, sino que surgieron de unos cuantos o liderazgos que han usado de manera pragmática a los trabajadores.
En el norte de México, privó desde el cardenismo, y hasta principios de los ochenta, el uso corporativo de los trabajadores, es decir el incentivar el voto colectivo por el partido gobernante, particularmente en estados con recursos estratégicos como el petróleo en Tamaulipas y las minas en Coahuila. Otros estados, como Sonora, con Cananea, fueron más contestatarios. Algunos otros prefirieron formar sus propios sindicatos como Nuevo León con sus sindicatos blancos de filiación más patronal. En la mayor parte de estados, el PRI, se constituyó en la fuerza más importante en esta época, el sector obrero fue incluido como parte legitimadora de su política.
De los ochenta hasta la primera década del presente siglo, se puede considerar una etapa de debilitamiento y autoexclusión del sector obrero, vía sus dirigentes y sindicatos, de la escena política. La alternancia política, que llegó a Baja California y Chihuahua, en los ochenta, debido a la fortaleza y organización de la clase empresarial, excluyó a los trabajadores de la escena y privilegió la importancia de la industria de la producción para la exportación, olvidando la parte social. En esos estados, el sector obrero se replegó y dejó de manifestarse públicamente en evento por no considerarse parte de los nuevos gobiernos, en lugar de buscar estrategias de reposicionamiento, a pesar de que sus dirigentes expresaban que habían perdido porque “en las elecciones, los trabajadores se cobran la factura”, como me comentó un dirigente tijuanense, no hicieron nada para recuperar su poder.
En los estados con fuerza sindical, como Tamaulipas y Coahuila, en donde privaba los liderazgos de hombres fuertes, fueron debilitados tanto por la reestructuración industrial a la que fueron sometidos los sectores en donde tenían fuerza, como el petróleo y la minería, e incluso las maquiladoras, o bien encarcelándonos, como fue el caso de la Quina en Tampico y Agapito González en Matamoros. Algunos de estos líderes habían rebasado el control del poder político, dado su fortaleza económica, e incluso se demarcaban de su alianza con el PRI, en ese momento se le preguntó ¿porque no habían votado los trabajadores por el PRI? El líder, lacónico como era, contestó: que su sindicato no estaba sujeto al PRI dado su independencia económica, y segundo, que no podía obligar a nadie a votar por un partido en particular. A pesar de este no apoyo, el líder, y su sucesor, han seguido exigiendo dos posiciones, dada la fuerza numérica en Matamoros, al interior del cabildo municipal para los trabajadores. La exigencia se ha cumplido hasta la fecha, independientemente del partido político que esté en funciones.
Una última etapa en la historia reciente de la participación política de los trabajadores, la marca la elección de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el periodo denominado como la 4T. Si bien en las banderas más importante de la campaña de AMLO, se hizo presente lo laboral, a través del compromiso para terminar con los liderazgos charros e impulsar la democracia sindical, los trabajadores como grupo fundamental para esta 4t ha estado difuminado. Por el contrario, resaltar el poder individual de los trabajadores para elegir sindicato y legitimar contrato colectivo, parece oponerse a la fuerza colectiva como grupo social, como lo he escrito anteriormente. Contrariamente, la participación política de los trabajadores, la cuál no solo puede ser visualizada en las urnas, sino mediante sus movilizaciones para obtener sus objetivos, ha estado muy activa particularmente en Matamoros, Tamaulipas. A la par de la búsqueda de su registro como sindicato independiente, el grupo obrero, emergido de este movimiento, autodenominado 20/32, buscó la participación política mediante la nominación de candidatos independientes, no reconocidos dado que no lograron obtener su registro formal, obteniendo una buena cantidad de votos, incluso mejor que algunos partidos políticos como el Partido Verde. Actualmente, el pasado 6 de febrero, el movimiento 20/32, después de una nueva movilización por la demanda del 15% en aumento salarial y el pago de un bono de poco más de 10,000, ha manifestado su participación en la contienda política, y presentó a sus candidatos a la Presidencia Municipal, y regidores, y Diputados, como candidatos externos, es decir como simpatizantes no como militante, de MORENA. Esta acción ha tenido distintas reacciones que fluctúan desde las expectativas de abrir un espacio para la participación de los trabajadores, que pueda incidir en el mejoramiento social, hasta la crítica abierta de los grupos de izquierda que han mencionado como una sujeción del movimiento obrero de Matamoros al partido oficial. Concediendo el beneficio de la duda, en torno a que se busca el beneficio de la clase obrera, en esta alianza política; el beneficio para los trabajadores como grupo social, en esta participación política, parece una tarea muy difícil, primero por no ser participar en un partido no nacido de los intereses de los trabajadores, segundo, por la escasa participación de la base trabajadora en la elección de los candidatos; y más importante por el faccionalismo que existe al interior de MORENA Matamoros, en donde la participación de los obreros se visualiza por parte de los militantes del partido más como ajenos que como parte de un grupo social que pretende colaborar en el cambio social, eso sin olvidar el peso que el liderazgo sigue teniendo este parte del movimiento obrero y que no ha podido, a pesar de sus luchas, atraer a la mayor parte de los trabajadores. Empero, a pesar de todos estos factores en contra, los trabajadores matamorenses, como grupo social, tienen una nueva oportunidad para participar en lo político y regresar a una arena de lucha social de la que habían sido relegados, algo que sin duda es encomiable.
Dra. Cirila Quintero
El Colegio de la Frontera Norte