Estados Unidos tiene un sistema presidencialista de gobierno en el que existen pesos y contrapesos. Aún así, el presidente de la República cumple un papel fundamental en los destinos del Estado. Desde la Convención Constitucional de 1787, los fundadores decidieron que el presidencialismo sería la forma de gobierno que adoptarían, pese que las 13 colonias originales procedían de un país con un régimen de monarquía parlamentaria.
Escribo este artículo apenas iniciada la jornada electoral de este martes 3 de noviembre. Los tiempos de entrega no me permiten contar con los primeros resultados de las encuestas de salida que posibilitan tener una idea aproximada de los resultados de la elección presidencial. Hay plena coincidencia entre los analistas de que estamos ante una decisión trascendental de los ciudadanos norteamericanos pero que impactará necesariamente al resto de los países, México en primer lugar.
Las encuestas levantadas en las últimas semanas coinciden en que el resultado favorece al candidato demócrata Joe Biden, quien lleva en la fórmula a Kamala Harris, sobre el presidente Donald Trump y Mike Pence. Los resultados se sitúan entre un 7 y un 10% de ventaja. Pero se agrega que en un sistema electoral como el norteamericano eso no es garantía de nada. Ya lo vivimos en el año 2000 cuando George Bush obtuvo menos votos populares que Al Gore y ganó la elección o en 2016 cuando resultó elegido Donald Trump con 3 millones de votos menos que Hillary Clinton.
Desde 1787 la Convención Constitucional determinó que el ganador de la elección presidencial se definiría a través de un Colegio Electoral. Se trata de un sistema de elección indirecto que el día de hoy luce como injusto. Uno de los principios democráticos por excelencia es el de una persona un voto. Y con esa mínima diferencia se puede definir una elección. No es el caso del sistema norteamericano. Desde su fundación como República decidieron que fuera un Colegio Electoral formado por 538 personas quienes tuvieran en sus manos la decisión del triunfo de uno de los candidatos presidenciales.
El número del Colegio Electoral se decidió de la siguiente fórmula: 435 tomados a semejanza de la composición de la Cámara de Representantes (Cámara Baja o de Diputados); 100 por el Senado y 3 por el Distrito de Columbia (538 en total). Cada uno de los 50 estados, más el Distrito de Columbia, aportan un número determinado de votos electorales según el tamaño de su población. El mayor es California con 55, seguido por Texas con 38 y Florida y Nueva York con 29. Lo injusto del sistema electoral es que quien obtiene mayoría de votos en un estado se lleva todos los votos electorales de la entidad, así haya ganado con un voto de diferencias. Aún recibiendo cientos de miles de votos, el segundo lugar se queda sin nada. Lo que desde mi punto de vista genera una sobrerrepresentación. Las únicas excepciones son los estados de Nebraska y Maine que tienen un sistema de asignación distrital.
Considero que el sistema indirecto es obsoleto y antidemocrático. Hay voces que se alzan para que se transite a un sistema en el que gane quien obtenga más sufragios. Es un proceso complicado a través de una enmienda constitucional aprobada por dos tercios de ambas cámaras o una nueva convención constitucional convocada por dos terceras partes de los estados. Según encuestas, el 61% de los estadounidenses se inclinan por la desaparición del Colegio Electoral. El problema es que el 89% de los demócratas apoyan el cambio y sólo el 23% de los republicanos. Hay otras iniciativas de algunos estados donde proponen que los miembros del colegio electoral de esas entidades respeten el voto popular. Se trataría de un pacto interestatal. Dicho pacto entraría en vigor una vez que las entidades que estuvieran de acuerdo contaran con los 270 votos con los que se declara un ganador. Hasta el momento 16 estados que cuentan con 196 votos están de acuerdo con el pacto.
(https://www.nytimes.com/es/2020/10/19/espanol/colegio-electoral-que-es.html)
El sistema electoral de Estados Unidos se encuentra a prueba de nuevo. Espero que el triunfador lo haga con un margen de victoria holgado que permita disipar el conflicto postelectoral que se vislumbra. El cambio es necesario.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza
El Colegio de la Frontera Norte