[:es]Transiciones: FAD, alianza antinatura [:]

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Opinión de Victor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 28 de junio de 2017

[:es]Estamos en la víspera del proceso electoral. Desde hace algún tiempo, los comicios del 2018 son el asunto más importante en la agenda de los partidos políticos. En un sistema presidencial como el nuestro, no podría ser de otro modo; se trata de la “madre de todas las batallas”: la disputa por la Presidencia de la República. Los partidos políticos harán hasta lo imposible por ganar la elección, no importa lo que haya que hipotecar, acordar o dejar en el camino. No pueden darse el lujo de perder un cargo que concentra todo el poder del sistema político.

Pese a que bajo el gobierno de Ernesto Zedillo, las facultades metaconstitucionales del presidente empezaron a ser limitadas, las decisiones (o indecisiones) presidenciales siguen siendo decisivas para la vida pública nacional. La presidencia acotada no ha anulado la capacidad influir sobre el camino que toman las políticas gubernamentales en México.

Una de las consecuencias directas del incremento en la competitividad electoral es que los partidos políticos van relegando sus principios e ideales para acercarse más al centro político y con ello tratar de atraer el apoyo ciudadano. Son excepciones las organizaciones que muestran claros signos identitarios con grupos o sectores sociales. Sus discursos se han “descafeinado” y están más preocupados por la imagen que por programas. “Todos son lo mismo”, dicen los desanimados ciudadanos.

En ese escenario, los líderes avanzan en sus acuerdos al margen de sus bases y de los principios: negocian alianzas electoreras según la coyuntura. Lo importante es conseguir los votos para derrotar a quienes identifican como sus adversarios y enemigos. Ese es el nivel actual de nuestra clase política. Hace un par de semanas, así como este último domingo 25 de junio, tanto el Partido Acción Nacional como el Partido de la Revolución Mexicana anunciaron su beneplácito por el acuerdo cupular de competir bajo la figura del Frente Amplio, en los comicios de 2017. Ambos partidos han difundido sus acuerdos de aliarse para disputarle las elecciones tanto a MORENA y a su candidato Andrés Manuel López Obrador, como al candidato del PRI que resulte seleccionado.

La probable alianza entre el PAN y el PRD, a la que llaman “Frente Amplio Democrático” (FAD), es el caso típico de una Coalición Antinatura, es decir, que debería ser imposible de llevar a cabo pues se supone que sus programas, valores y principios son radicalmente opuestos. Sin embargo, el que los líderes de ambos partidos anuncien su beneplácito por su alianza electoral nos da cuenta de esa decepcionante realidad de los partidos políticos mexicanos: al diablo con los programas y los principios, “sólo nos interesa ganar la elección”.

La situación no es tan fácil como lo creen los dirigentes del PAN y el PRD. En primer lugar, muchos militantes de ambos partidos recelan, por decir lo menos, de dicha coalición. Desconfían de un resultado positivo. La idea de que el FAD logre concretar una “candidatura ciudadana”, significaría dejar de lado a muchos militantes que sueñan con la candidatura. Por el PAN quedaría fuera desde Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle, Juan Carlos Romero Hicks, hasta Ernesto Ruffo Appel. Por el PRD se irían despidiendo Juan Zepeda, Graco Ramírez, aunque pudiera ser Miguel Ángel Mancera pues se dice “independiente”; pero en el PAN no se la creen y no aceptarían que alguien con tan baja intención de votos resultara el candidato. Ya se habla de “ciudadanos independientes” que podrían encabezar la candidatura del FAD: la académica del ITAM, Denise Dresser, el profesor del CIDE, Mauricio Merino, la periodista Carmen Aristegui o el defensor de los derechos humanos, Emilio Álvarez Icaza.

Como decía al inicio, el FAD es una alianza electorera para tratar de derrotar al PRI y a Andrés Manuel López Obrador. Aunque creo que es más fuerte el sentimiento antipejista de sus principales impulsores. Si, sí es un pato.

Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte

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