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Opinión de Artemisa López León Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 26 de mayo de 2022

En 1993, durante mis primeros días como estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UASLP, mis maestros repetían una frase que me impactó: “no estoy de acuerdo con lo que dices pero con mi vida defenderé tú derecho a expresarlo”.

Esa frase sigue siendo un referente importante en mi manera de conducirme, o al menos eso intento, y me hizo consciente de que todos tenemos derecho a expresarnos, a disentir y a guardar silencio; y hacerlo no debe traer consigo represalias y mucho menos debemos perder la vida por ello. Al menos eso no debería ocurrir en México porque el Artículo 6º de la Constitución Política consagra el derecho a la información; a buscarla, a recibirla y a difundirla, por cualquier medio de expresión.

Sin embargo, con mucha tristeza observo que el sentido de esa frase tan poderosa, que conocí en mis años universitarios, se ha ido diluyendo a tal punto que, hoy por hoy, ejercer la libertad de expresión y una profesión como el periodismo pueden ser sinónimos de traer un blanco marcado en el pecho.

Basta revisar las cifras. México se ubica en el escaño 123, de 180, de acuerdo con la edición 2022 de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que realiza Reporteros Sin Fronteras y que tiene la finalidad de evaluar las condiciones en las que se ejerce el periodismo en los países y territorios del mundo.

En México, del año 2000 a la fecha, la organización Artículo 19 ha contabilizado más de ciento cincuenta asesinatos a periodistas; el Portal de noticias Deutsche Welle ha registrado más de treinta periodistas asesinados en nuestro país, del 1 de diciembre de 2018 a lo que va de mayo de 2022.

Si esas cifras son impactantes, es más aún que, en territorio nacional, durante el 2022, han asesinado a once periodistas. Entre ellos al fotoperiodista Margarito Esquivel Martínez y a la periodista Lourdes Maldonado; ambos asesinatos ocurridos en Tijuana, a balazos y afuera de sus respectivos domicilios. Lourdes Maldonado gozaba del mecanismo de protección estatal a periodistas, lo que magnifica la gravedad de lo acontecido.

Esas cifras y ese contexto deberían impactarnos porque si bien hemos avanzado, como país y como región, en el establecimiento de mecanismos de protección a periodistas, los esfuerzos aún son insuficientes para asegurar que la libertad de expresión pueda ejercerse y para asegurar que los periodistas puedan hacer su trabajo, sin temor a ser tomados como rehenes, desaparecer o hasta perder su vida.

Por lo acontecido durante este año no debe sorprendernos que los periodistas hayan decidido manifestarse; así lo hicieron el pasado 17 de febrero, durante la conferencia mañanera del Presidente de la República que tuvo lugar en Tijuana y en la que Sonia de Anda, periodista de Esquina 32, con voz entrecortada, expresó “no se mata la verdad matando periodistas” e inició un pase de lista de los cinco periodistas que, hasta ese día, habían sido asesinados, en nuestro país, durante este año.

Hace unos días, diversos medios publicaron que más de una treintena de periodistas de Tijuana se unieron a un mitin nacional para exigir justicia por los asesinatos contra periodistas y para reclamar, al gobierno estatal y federal, el esclarecimiento de los hechos.

Aunque ni siquiera llegamos a la mitad del 2022, espero, sinceramente, que las cifras anuales que contabilizan los ataques y asesinatos contra periodistas se estanquen. No sé si eso ocurra, pero mantengo viva la esperanza de que, durante este año, retome su cabal sentido aquella impactante frase que conocí, por mis maestros, hace casi tres décadas.

Dra. Artemisa López León

El Colegio de la Frontera Norte

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