Los procesos electorales son observatorios naturales del comportamiento de las élites y de la clase política nacional. Se radicalizan las posturas, se transparentan las formas de entender la vida pública. En el centro se encuentra la disputa por el poder.
La crisis de los partidos políticos mexicanos que se expresó con particular intensidad en las elecciones de 2018, los ha conducido a tratar de conservar su registro a costa de cualquier asomo de identidad con los principios éticos y políticos que les dieron origen. Así, postulan a quienes valoran les darán votos para la sobrevivencia y para continuar recibiendo el presupuesto público.
Esta degradación de los partidos y la clase política ayuda a explicar la pésima imagen que de ellos se ha forjado gran parte de la sociedad mexicana. Para ésta, “todos los partidos y los políticos son lo mismo”. Esta visión que ha crecido, es una pésima noticia para nuestra democracia y para la vida pública nacional. Es tal la percepción negativa, que también se ha generalizado la idea de que los partidos políticos son prescindibles. Los argumentos sostienen que se trata realmente de negocios familiares y privados, que son muy costosos y que no sirven para nada.
La idea de que los gobernantes actuales llegaron al poder postulados por estas agrupaciones políticas abona también a la percepción de que finalmente “todos son lo mismo”. La crítica se ha simplificado al extremo. El camino para que los redentores de mano dura lleguen a poner orden está empedrado. La mesa está servida para soluciones autoritarias o para que optemos por “ciudadanos buenos”, “no políticos”, “que como son ciudadanos resolverán todos los problemas sociales. Lo que falta es voluntad y echarle ganas”.
El discurso del “ciudadano bueno” se multiplica durante las campañas electorales. Lo paradójico es que de pronto, políticos partidistas descubren su vocación ciudadana. Renuncian y reniegan de sus partidos y se arropan en el discurso ciudadano. Otros más, quienes efectivamente se dedicaban a otros menesteres (desde la farándula o al deporte profesional) concluyen que gobernar es muy fácil y buen negocio y aceptan las postulaciones…partidistas. Lo paradójico es que tenemos “ciudadanos buenos’ postulados por “partidos malos”.
Estos tiempos también son proclives para que quienes se sienten “ciudadanos buenos” firmen desplegados. Los “abajo firmantes” creen que con que su nombre aparezca en alguna proclama, han cumplido su cuota de responsabilidad ciudadana. Algunos otros se sienten los redentores de las mejores causas nacionales y alguno que otro cree que está haciendo la revolución. Los “abajo firmantes” normalmente se suman porque se codearán con los famosos que aparecen en el desplegado. Firman por sus 15 minutos de fama. Muchos ni siquiera leen lo que firman, pero como aparece el intelectual, el escritor o el artista de moda, con eso es suficiente.
Otra vía también explorada por los “ciudadanos buenos” es la de las candidaturas independientes. Aunque una vez que alguno de estos vigorosos personajes logran ganar un cargo, deciden que el camino a seguir es formar un partido político. Es el caso de uno de los candidatos independientes de 2015, que fue puesto de ejemplo nacional: el jalisciense Pedro Kumamoto Aguilar quien obtuvo el triunfo como diputado del X distrito de Zapopan, Jalisco. Y ya no hablemos de Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco” o Manuel J. Clouthier del Rincón. Ambos también ganaron en 2015 (la gubernatura de Nuevo León y una diputación federal, respectivamente. Uno ex priista, el otro ex panista) y posteriormente fueron incapaces de refrendar sus triunfos y pasaron a la historia como mediocres gobernantes.
Hoy de nuevo abundan los ciudadanos bien intencionados que provienen de la farándula pero que por su ignorancia no “contaminada por la política” nos resolverán todos los males. Pienso en Paquita la del Barrio candidata de MC al Congreso de Veracruz y Lupita Jones abanderada de la alianza Va por Baja California (PAN/PRI/PRD). Una incapaz de articular una palabra, la otra bien entrenada en las respuestas fáciles propias de concurso de belleza. “No soy política” repite la ex reina de belleza. “Pero desde hoy soy candidata partidista”. No importa la plataforma que le da soporte, lo importante es “echarle ganas para salir adelante”. Lo dicho, la bandera ciudadana es útil para disputar y obtener el poder.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza
El Colegio de la Frontera Norte