[:es]Transiciones: Regresar no es opción [:]

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Opinión de Victor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 15 de febrero de 2017

[:es]Escuchaba en una entrevista a un indocumentado que lleva viviendo en Estados Unidos 14 años. Lo que él contaba condensa en buena medida el drama que están padeciendo nuestros connacionales que viven fuera. La llegada al gobierno del país vecino de Donald Trump ha aumentado la zozobra que les embarga desde hace mucho tiempo. No se crea que la posibilidad de deportación inició apenas el pasado 20 de enero; durante los años del gobierno del presidente Barack Obama, casi 3 millones de personas fueron deportadas. Se trató de la administración que más expulsiones llevó a cabo.

¿Qué ha cambiado entonces? Lo explicaba el paisano indocumentado: que la política de Obama tenía algunas excepciones, por ejemplo, ser selectiva y tratar de no separar a las familias; impulsar programas para evitar la deportación de algunos sectores especiales como el que ampara a los Dreamers a través del Programa de Acción Diferida (DACA), es decir, aquellos niños que entraron a Estados Unidos de la mano de sus padres indocumentados y que han crecido y se han formado en universidades o poseen alta escolaridad y cuya cifra alcanza más de 1 millón 300 mil jóvenes.

En los últimos días hemos visto que en algunas de las ciudades donde se concentra el mayor número de los más de 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, se han intensificado las redadas. Según versiones de líderes comunitarios, bajo el gobierno de Obama las detenciones eran selectivas; es decir, no se detenía a mujeres y niños. Hoy, se está deteniendo a todos, sin distinciones. Y se les hace firmar una orden de autorización de deportación, con lo cual se nulifican sus derechos de audiencia o a debido proceso.

La persecución o detenciones han generado una verdadera paranoia entre los paisanos. El temor a ser aprehendidos se ha extendido a los niños, incluso aquellos que son nacidos en Estados Unidos y que son víctimas de bullying en sus escuelas. Se sabe que algunos padres han dejado de asistir a sus trabajos o se han encerrado en sus casas. Esta situación puede llevar al incremento de enfermedades mentales como angustia, ansiedad, ataques de pánico o depresión. El tema se está convirtiendo en un asunto de salud pública.

La ausencia laboral empezará pronto a causar estragos en algunas áreas, por ejemplo en el campo o en el comercio y en la industria. Sin mano de obra indocumentada las cosechas se perderían. Normalmente los indocumentados realizan los trabajos que los ciudadanos estadounidenses no llevan a cabo por los bajos salarios y las duras condiciones de trabajo. Las políticas de Trump afectarán a los mismos estadounidenses ya que implicarán desabasto y aumentos de precios. Como ha sucedido en el pasado, los empresarios serán los primeros en protestar por las graves consecuencias a la economía.

La ceguera de Trump al parecer se extenderá a todos aquellos que califiquen para una estancia o residencia legal, sea por la vía del otorgamiento de visas de trabajo o de las Green Cards o tarjetas de residencia permanente. Esta misma semana los senadores Tom Cotton, de Arizona y David Perdue de Georgia, anunciaron que pretenden someter una iniciativa para reducir sustancialmente el número de tarjetas verdes que se expiden anualmente. “La denominada The Raise Act (Ley Raise)… promete reducir en un 40% la inmigración legal en el primer año y en un 50% en una década para dejarla en 539 mil (la cifra alcanzada en 2015)” (Frontera, 13 de febrero 2017, p. 28).

Las políticas de Donald Trump se dirigen a todos los inmigrantes pero de manera particular a quienes entran por su frontera sur. Legales o indocumentados, Trump no los quiere en Estados Unidos. A su tiempo esa política se revertirá pero mientras quienes más sufrirán por ser el grupo indocumentado mayoritario son los mexicanos que ya viven en el país vecino. Las baterías se deben enfocar a defenderlos allá a través de acciones legales, denuncias, manifestaciones y un intenso trabajo consular. Es la hora de la solidaridad. Ello no quieren volver a un país que los expulsó por la falta de empleo y la violencia. Regresar no es una opción.

Victor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte

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