Al iniciar 2020 no teníamos ni idea de lo que se nos vendría a partir de marzo: la paralización de la sociedad y la economía a nivel mundial. Nos dijeron que nos recluyéramos en casa por dos semanas; que el aislamiento sería corto. Y fueron al menos dos largos años en los que cambió la vida para millones de personas.
Poco a poco fuimos descubriendo y conociendo un poco más sobre el virus SARS-CoV-2, causante del COVID-19. Mi generación no tenía referentes de una Pandemia. Ni de sus efectos en la vida social y cotidiana. Pronto las dos semanas se convirtieron en meses y años. Fue devastador, no sólo en términos económicos, sociales, sino políticos y psicológicos. Nada volverá a ser igual en nuestra forma de relacionarnos.
Hace unos momentos un periodista me comentaba que tuvo COVID en dos ocasiones; que la segunda vez sólo experimentó molestias leves. Pero que lo más difícil que pasó fue el temor a morirse. “Tantos y tantos conocidos que se fueron; no dejaba de pensar en ello”. Sí, entre más nos enterábamos de amigos o parientes que murieron, sobre todo muchos que se negaron a vacunarse, la preocupación crecía.
En mi caso nunca llegué al extremo de paralizarme. Una pareja de amigos académicos decidió aislarse a partir de marzo de 2020 y continúan en esa condición. Dejaron toda actividad pública y no reciben a nadie ni acuden a ningún lugar. Yo les digo que si no mueren de COVID morirán de otras causas. No puedo ni representarme cómo el temor puede llevarte a extremos. Pero son sólo una muestra de muchas de los cambios de vida que trajo la Pandemia.
Yo me contagié en dos ocasiones; ambas en el mes de enero al inicio de año: en 2021 y 2022. En ambas padecí síntomas leves y no tuve que tener cuidados especiales fuera de las recomendaciones de aislamiento, analgésicos para el malestar, descanso y buena actitud. En enero de 2021 todavía no había vacunas, así es que la posibilidad de desarrollar una condición grave estaba latente. Por fortuna, no fue mi caso. A principios de este año volví a contagiarme De nuevo tuve síntomas leves. Ya estaba vacunado y tenía una buena condición física, pero, lo debo confesar, mi temor se incrementó. Pensaba en escenarios complejos y la posibilidad de morir de un momento a otro. Esa es la arista más estresante que sufrimos, aunque se tengan síntomas leves.
El mundo laboral y educativo también ha cambiado y ya nada parece que volverá a ser igual. La nueva normalidad será híbrida. Resulta muy interesante para algunos sectores que viven en la frontera. Sobre todo, para jóvenes profesionistas que están accediendo a trabajos especializados en Estados Unidos y que lo pueden hacer desde su casa en el “lado” mexicano, evitando el desgaste que para muchos implica cruzar diariamente la frontera. Ese parece ser un efecto positivo de la Pandemia. Obviamente en términos de formación lo virtual no puede sustituir a la riqueza del aula. Han sido dos años en los que las evaluaciones del aislamiento resultan negativas, sobre todo para los niveles más bajos de la escala educativa. No sólo han sido los problemas de la conectividad, sino de la interacción cotidiana en la escuela. Los académicos que somos de la generación pre Internet, tuvimos que aprender con rapidez el uso de nuevas tecnologías para impartir nuestros cursos, brindar asesorías, asistir a seminarios y congresos. Todo lo hicimos desde casa. Hoy en día, el retorno a la vida académica necesariamente será de manera híbrida, combinando el trabajo presencial y el virtual. Perdemos en socialización, pero ganamos en posibilidades de difusión y de incidencia de nuestro trabajo.
El gran reto para el sistema educativo es recuperar los espacios y volver a las aulas en condiciones seguras. Para muchos padres serán complicadas las nuevas rutinas sobre todo para quienes tienen hijos pequeños. Para éstos, reaprender a socializar y a realizar las tareas cotidianas en la escuela no será nada sencillo. Veremos las estadísticas de quienes dejarán de estudiar pues la prioridad de las familias será la sobrevivencia. Tiempos complicados para la mayoría de la población.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte