Transiciones | Tradiciones decembrinas potosinas

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Opinión de Artemisa López León Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 5 de enero de 2023

Soy potosina y he radicado prácticamente la mitad de mi vida en otros estados del país pero siempre vuelvo en diciembre a mi tierra; a esa ciudad colonial en la que crecí y aprendí a disfrutar las festividades de esta época tan llena de esperanza.

Estas fechas, durante mi infancia, era común escuchar Regalo de Reyes de Javier Solís o Amarga Navidad, con la voz de María Dolores Pradera, y, claro, ese disco de navidad de los Pitufos que complementaba muy bien esas afamadas pero tristes canciones que son parte de una arraigada tradición de música vernácula.

En casa de mis padres el árbol de navidad se pone el primero de diciembre y se quita pasando en día de reyes así que la tradicional celebración a la Virgen de Guadalupe se da con ambiente navideño que buena falta hace para acompañar las históricas mandas que hacen muchos peregrinos a la Virgen para pedir algún bien o pagar algún favor recibido recorriendo, de rodillas, la Calzada de Guadalupe, desde la Caja del Agua hasta la Basílica. Una tradición que se inmortalizó, hace tres lustros, en la Penitente, una de las dos esculturas de bronce, tamaño natural, que ilustran la fe y devoción del pueblo potosino.

El 16 de diciembre, como en todo el país, inician las posadas, una tradición que creí un poco olvidada pero la bolsa de dulces que me llevó mi hermano me hizo darme cuenta que se mantiene esa costumbre que culmina cuando los asistentes reciben sus dulces que, para los niños, es como un premio por haber rezado el Rosario completo, cantado las acostumbradas estrofas entre los misterios y haber representado, correctamente, el papel asignado al pedir o negar la posada a los peregrinos.

Una amiga me contaba que en el rancho del altiplano potosino de su abuela, en las posadas, no se repartían dulces ni bolsitas con naranja, mandarina o caña, sino una mezcla de cacahuates, galletas de animalitos y de moñitos -esas con dulce glaseado de colores- y se repartían, con una medida, a todos los asistentes. Como sea, los dulces, la fruta o la mezcla de cacahuates y galletas se reciben con la misma emoción y agradecimiento en todos lados, no importa si somos niños o adultos.

También pensé que las pastorelas eran una tradición un poco olvidada pero una nota periodística local me hizo ver que no era así: la Oficialía Mayor del gobierno del Estado organizó una representación en el hermoso y legendario Teatro de la Paz, como una manera de rescatar las tradiciones y, me parece, también de subsanar un poco que, este año, no hubo árbol de navidad ni villa navideña en la Plaza de Fundadores, pues se colocaron en las instalaciones de la Feria y, por primera vez, en muchos diciembres, sentí Fundadores muy vacía.

La celebración del 24 y el 31 de diciembre tiene sus variaciones por familia pero, en general, es una cena con pavo o tamales. En mi caso, antes de la pandemia celebrábamos con la familia extensa y en una familia tan grande como la mía siempre había una anécdota para recordar o un nuevo ritual de año nuevo que practicar y que volvía más divertido el momento.

Las festividades decembrinas concluyen con la levantada del niño Dios, generalmente el 6 de enero o el 2 febrero pero en casa de mis padres no se hace acostada así que la temporada culminada partiendo la rosca y espero que este año me toque un monito, pues es símbolo de bendiciones y un inicio perfecto para este 2023.

Dra. Artemisa López León

El Colegio de la Frontera Norte

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