Transiciones: Tres décadas atrás

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 13 de junio de 2018

En el invierno de 1989 se derrumbó el “Muro de Berlín” y con ello se vinieron abajo gran parte de las ideologías que se construyeron desde mediados del siglo XVIII. El filósofo norteamericano Francis Fukuyama publicó en 1992 el gran betseller del pensamiento liberal: “El fin de la historia y el último hombre” –The End of History and The Last Men-. Y en el que planteaba el fin de la historia por el triunfo de la ideología del mercado que había derrotado a la utopía “comunista”. La democracia liberal como la única religión del mundo. Incluso vaticinaba que sin Guerra Fría la vida sería tremendamente aburrida pues no habría mayores confrontaciones: todos abrazaríamos la religión del mercado debido a su superioridad.

En pleno proceso electoral mexicano al parecer hemos vivido un retroceso ideológico de treinta años. Volvemos a esa idea dominante de que no hay más religión que la del mercado. Todos los candidatos han asumido que hablar bien de libre comercio, apropiación privada, mercado sin contrapesos, empresarios honestos, corrupción gubernamental, etc. es la única reivindicación moral aceptable. Por contraparte, la intervención gubernamental en la economía es diagnosticada como la causante de las mayores desgracias del país: corrupción, balanza de pagos deficitaria, proteccionismo, autosuficiencia alimentaria, precios de garantía, etc. y todo ello como sinónimo de crisis económica.

La supremacía del mercado se reivindica aunque se oculten las desigualdades de un modelo sin controles estatales. El daño colateral es la desigualdad, la pobreza, la acumulación en una minoría de la población; pero esos son publicitados como males menores. El mercado se encargará de remediar los males que generó. En todo caso, el crecimiento de la pobreza se debe a que el modelo no se profundizó y cedimos a las tentaciones estatistas. Carlos Slim y Alberto Bailléres como merecedores de todas las condecoraciones (por ejemplo la Medalla Belisario Domínguez que se le otorgó a este último en  2015).

Se ignora sin rubor que la prosperidad de las sociedades europeas y nórdicas se debe a que nunca se desmanteló el Estado de Bienestar. Que pese a la hegemonía de la nueva religión liberal, el desarrollo de dichas sociedades nunca se dejó al libre albedrío del mercado. Lo que el politólogo español Ludolfo Paramio llama “Saltar sin red”, es decir, a la necesaria intervención del Estado para evitar que el mercado dicte la vida económica y social sin controles, sin regulaciones.

En el México electoral se impuso la retórica del mercado, unos por convicción y otros por conveniencia, los candidatos decidieron reivindicar a la libre empresa como si fuera un mantra. La proclamación de los empresarios como ciudadanos inmaculados o héroes nacionales, dadores de empleo y depositarios de todas las virtudes del país los convirtió en un grupo de poder soberbio e intransigente. Desde luego me refiero a los grandes empresarios que controlan la economía del país pero que apenas generan el 10% del empleo nacional.

La mayoría de la comentocracia se envolvió en la bandera proempresarial. Incluso intelectuales que se formaron en una tradición marxista hoy dan la vida por reivindicar el modelo liberal. Todo lo que incluya la participación del Estado lo califican de ¨populismo¨, No quiero dar nombres, pero en la lista podemos incluir apellidos como Castañeda, Aguilar Camín, Krauze, Belaunzarán, entre otros. Ya no digamos otros periodistas que se autodenominan liberales. Se convirtieron en más ¨papistas que el papa¨. Para ellos el modelo socialdemácrata no existe y su ignorancia de las alternativas al modelo económico actual resulta evidente. Lo que ha pasado en México desde 1982, que ha generado una polarización económica y social, se debe, en su interpretación, a distorsiones derivadas de la corrupción pues el modelo es insuperable. Para ellos la historia terminó hace cuatro décadas. De ahí que no admiten el cambio, solo ajustes a lo inevitable: la pobreza es simplemente un problema de medición. Los problemas sociales se resuelven con buenas estadísticas.

Dr. Víctor Alejandro Espinoza       

El Colegio de la Frontera Norte