En enero de 2017 Donald J. Trump inició su primer mandato como presidente de Estados Unidos. En México gobernaba Andrés Manuel López Obrador, sí, el expresidente que en 2019 se dobló ante Trump cuando, por primera vez, éste amenazó con poner aranceles si no se hacía contención migratoria con militares en las fronteras sur y norte. Pero volvamos con Trump, con su primer mandato, que duró hasta enero de 2021. Desde entonces, o quizás desde su campaña, el tema antiinmigrante fue la bandera que utilizó, pero irónicamente, se estima que deportó menos migrantes que sus antecesores: 1.5 millones.
Más allá de la cifra, lo cierto es que la niñez migrante fue una población por demás vulnerada –y no vulnerable, como eufemísticamente se dice- durante su primer mandato. Empecemos por recordar la primera forma de vulneración: encerrar a la niñez migrante. Unos meses después de que Trump entró en funciones, la BBC News Mundo publicó un artículo sobre cómo eran las instalaciones donde se ponía a los hijos de migrantes indocumentados en Texas: espacios delimitados por cercas metálicas, cerradas con cadenas, que, para la exprimera dama, Laura Bush, eran como “jaulas”. Un congresista demócrata, las definió como “nada menos que una prisión”. Los migrantes las llamaban “perreras”.
Jaulas, prisiones o perreras, remiten a la criminalización o, peor aún, a la animalización de la niñez migrante, aunque sucede lo mismo en el caso de los adultos. El trasfondo es quien trasgrede una frontera. No importa si es pequeño o es grande. No en balde, el antropólogo iraní, Shahram Khosravi afirma que “Un viajero “ilegal” se encuentra en un espacio de anarquía, fuera de la protección de la ley. La principal característica de la política fronteriza contemporánea es esta”. Más adelante, agrega que: “La vulnerabilidad de los transgresores de fronteras se ve claramente en su animalización”. En la frontera de Tamaulipas-Texas, por ejemplo, a la niñez migrante los traficantes les llaman pollos, patos, incluso ganado. Del otro lado, las autoridades les dicen ilegales.
El encierro de la niñez migrante en instalaciones migratorias estadounidenses, además, se unió a otro dispositivo de deshumanización: la separación familiar. Sí, niñas, niños y adolescentes que entraron sin papales a Estados Unidos, pero en compañía de sus padres, fueron separados de estos. Trump y su gabinete aplicaron una política de tolerancia cero. Mientras los padres eran procesados por entrar ilegalmente, sus hijos e hijas eran enviados a las jaulas, prisiones o perreras. La religiosa mexicoamericana, Norma Pimentel, directora de Caridades Católicas del Valle del Rio Grande, comentó en el 2019: “Los niños están separados, los ponen en una celda diferente, mientras sus padres están siendo procesados. Y, en algunos casos, las familias que son llevadas al juzgado federal, los niños serán separados completamente”.
Un cálculo somero es el de 4 mil niños separados de sus padres durante la primera administración de Trump. Sin embargo, quien implementó esta política fue Tom Homan, quien fue nombrado por Trump como su zar fronterizo. Él y la entonces secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, dieron luz verde a las separaciones familiares de los migrantes. Según Los Ángeles Times, todavía hasta agosto de 2021, los efectos de esta política se resentían: en aquella fecha, padres separados de sus hijos hablaron con Alejandro Mayorkas, entonces secretario del Departamento de Seguridad Nacional en la era de Joe Biden. Le pidieron que les ayudara a reparar el daño sufrido y que no se repitiera una política como aquella.
Niñez migrante encerrada, separada de sus padres, pero también muerta. Tómese como referente estadístico el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Un registro que abarca del 2014 hasta enero de 2023, en la frontera México-Estados Unidos destaca las muertes de 55 menores de edad. El año 2017 hubo 5 muertes, pero el 2019 fueron 16 casos, para después disminuir en el 2021 con 10 casos y nuevamente subir en el 2022 con 14 casos. Desafortunadamente no se dicen cuáles fueron las condiciones de muerte de los menores de edad, ni mucho menos su perfil sociodemográfico. Sin embargo, una revisión somera de notas periodísticas sobre niñas, niños y adolescentes migrantes (solos y acompañados) muertos en la región, permite captar un paisaje más detallado sobre sobre este tema: de fines del año 2018 hasta fines del año 2022, un total de 23 casos de niñez migrante fallecida.
¿Cómo murieron? Seis por calor y deshidratación, otros 6 por enfermedad, 6 por ahogamiento, 3 por asfixia y 2 por homicidio doloso. El registro hemerográfico abarca el periodo de Trump en Estados Unidos, pero también gran parte del de López Obrador en México. La muerte fue el precio o, mejor dicho, el castigo de la niñez migrante por haber transgredido una frontera internacional. La muerte no distinguió ni el sexo ni la edad: del total de muertos, 17 eran del sexo masculino (5 adolescentes de entre 13 y 17 años de edad y el resto de menos de 9 años de edad, incluido un recién nacido de cuatro meses) y 5 del sexo femenino (niñas de entre 5 y 10 años de edad). La muerte tampoco distinguió por país de origen: 11 procedían de Guatemala, 3 de Honduras, 2 de El Salvador, 1 de Venezuela, 1 de México, 1 de Angola, 1 de la India y 3 no especificados. En suma, muertes que se dan en un periodo de necropolíticas de los Estados-nación a través de políticas migratorias (como los Protocolos de Protección a Migrantes) traslapadas con políticas sanitarias (como el Título 42) por el Covid-19.
Por último, la niñez migrante que tuvo “suerte” –si así se le puede llamar-, fue deportada. Un reportaje del The New York Times, de mayo de 2020, afirmó que cientos de niñas, niños y adolescentes migrantes habían sido deportados de Estados Unidos en medio de la pandemia por Covid-19. El reportaje añadía que parecía ser que el presidente Trump había abandonado las medidas de protección a esta población. No fueron cientos, sino miles de casos de niñez migrante deportada. Sólo al cierre del 2024, por ejemplo, el Instituto Nacional de Migración registró 24,553 eventos de repatriación de menores mexicanos, de 0 a 19 años de edad, desde Estados Unidos.
Y sí, Trump “olvidó” las medidas de protección a esta población. De hecho, perdió la sensibilidad: en junio de 2019, Valeria, una niña de apenas 2 años de edad, y su padre, Oscar, de El Salvador, murieron ahogados en el río Bravo. Una fotografía de ellos, flotando en el agua, circuló y Trump dijo que era culpa de los demócratas. Pero no fue el único: López Obrador expresó que eso pasaba por la política migratoria de Estados Unidos. No dijo ni hizo más. Ahora, Trump ha iniciado un segundo mandato. Y ya va contra la niñez migrante indocumentada que, sola, cruza la frontera. Sabemos lo que pasará, la pregunta es qué hará la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, más allá de “negociar” aranceles o militarizar la frontera de nuevo. Parece que la historia se repite.
Este texto fue publicado originalmente en: https://elefanteblanco.mx/2025/02/25/trump-y-la-ninez-enjaulada-separada-muerta-y-deportada/
Óscar Misael Hernández Hernández
El Colegio de la Frontera Norte, Unidad Matamoros
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